Misas Dominicales
del Emmo. Sr. Cardenal Carlos Aguiar Retes,
Arzobispo Primado de México

OCTUBRE 2023
XXVi Domingo del Tiempo Ordinario, 1° octubre de 2023

Audio de la Homilía
SEPTIEMBRE 2023
XXV Domingo del Tiempo Ordinario, 24 septiembre de 2023

Audio de la Homilía
XXIV Domingo del Tiempo Ordinario, 17 septiembre de 2023

Audio de la Homilía
XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, 10 septiembre de 2023

Audio de la Homilía
XXII Domingo del Tiempo Ordinario, 3 septiembre de 2023

Audio de la Homilía

Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por Emmo. Sr. Cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México.
“Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; fuiste más fuerte que yo y me venciste”. El profeta Jeremías tuvo una misión muy importante, pero muy difícil, como suele pasar cuando debemos advertir a los demás de los riesgos que corremos, si no asumimos la Voluntad de Dios Padre en nuestras vidas. “Desde que comencé a hablar, he tenido que anunciar a gritos violencia y destrucción. Por anunciar la palabra del Señor, me he convertido en objeto de oprobio y de burla todo el día… Pero había en mí un fuego ardiente, encerrado en mis huesos: yo me esforzaba por contenerlo y no podía”.
Así sucede cuando en nombre del Señor, orientamos o corregimos la conducta extraviada de nuestro prójimo, ordinariamente no es bien aceptada la corrección fraterna, pero debemos realizarla, porque no podemos ni debemos quedarnos callados. A la luz de este texto es oportuno interrogarnos si hemos sido seducidos por el Señor Jesús, si he experimentado en mi interior el fuego ardiente como Jeremías, la pasión por transmitir las maravillas y las convicciones, que haya vivido como discípulo de Jesús: Camino, Verdad y Vida.
Desde hace más de un año, hemos escuchado la palabra fuerte y emotiva del Papa Francisco, quien con valentía señala el grave error de propiciar la guerra, como recurso para solucionar problemas, ya que genera múltiples desgracias y causa inmenso daño a personas inocentes. La violencia siempre conduce a la destrucción y a la muerte. Por eso, San Pablo invita a recordar la misericordia de Dios y a manifestarla a través de nosotros, como hostias vivas, como el verdadero culto; y para ello señala la importancia de no dejarnos llevar por los criterios de este mundo, y más bien discernir la voluntad de Dios y actuar en consecuencia.
“Los exhorto a que se ofrezcan ustedes mismos como una ofrenda viva, santa y agradable a Dios … No se dejen transformar por los criterios de este mundo, sino dejen que una nueva manera de pensar los transforme internamente, para que sepan distinguir cuál es la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto”. Preguntémonos: ¿Cuál ha sido mi camino, me he guiado por criterios humanos, o me he esforzado por discernir la Voluntad de Dios para mí, y he actuado de acuerdo a lo que voy descubriendo me pide el Señor Jesús?
En la misma línea hemos escuchado la reprensión que Pedro recibe de Jesús cuando les anuncia, “que tenía que ir a Jerusalén para padecer allí, mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas: que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día… Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo: No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a ti.” Pero Jesús respondió de manera tajante y con gran seguridad y firmeza: “¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!”.
¿Te has preguntado con frecuencia si asumes con valor y confianza las adversidades, has descubierto que nuestro espíritu crece y se fortalece, haciéndonos más capaces de asumir nuestra propia cruz, o eres de los que se la pasan lamentándose y esperando que sea otro quien las solucione? ¡Ir contra la voluntad de Dios es dejarse llevar por Satanás! Las adversidades hay que afrontarlas con la certeza, que Dios estará de nuestro lado. Presenten sus cuerpos como hostias vivas, esa es la ofrenda existencial que le agrada a Dios, como lo hizo Jesús, por eso les dijo a sus discípulos: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí, la encontrará”.
Así lo hizo la Virgen María, se dejó conducir por el Espíritu Santo, y fue enviada a nuestras tierras de México, como María de Guadalupe, para mostrar “al verdadero Dios, por quien se vive”, para manifestar el amor de Madre, que nos acompaña ante las adversidades: “no estoy yo aquí que soy tu madre”; efectivamente como Madre tierna y cariñosa nos alienta y motiva a seguir a Jesús, y nos consuela ante el dolor, el sufrimiento, la enfermedad o ante cualquier adversidad.
Hoy recibimos con gran alegría al Arzobispo Primado de España, a SER Francisco Cerro, Arzobispo de Toledo, quien nos ha dirigido una reflexión al inicio de esta Eucaristía, y nos ha entregado una hermosa imagen, tal como se venera en España para corresponder a nuestra visita al Santuario de Guadalupe en España, cuando en febrero pasado, concelebramos la Eucaristía y firmamos una declaración conjunta
como hermanamiento de los dos Santuarios, bajo la advocación de María de Guadalupe.
De esta manera, deseamos que las diversas advocaciones, a lo largo de la historia, que ha recibido “la Madre del verdadero Dios por quien se vive” sean reconocidas y veneradas, sabiendo que es la misma Virgen María, que concibió en su seno a Jesús, pero que cumple en diferentes países y lugares una misión específica para orientar y auxiliar a los discípulos de su Hijo Jesús.
Los invito ahora a mirar a Nuestra Madre, y expresarle nuestras situaciones y necesidades para que ella nos auxilie, y siempre que nos encontremos afrontando alguna adversidad o tragedia, no dejemos de acudir a Ella, así fortaleceremos nuestro espíritu y podremos salir adelante, como buenos discípulos de su Hijo Jesús. Acudimos a ti Madre Nuestra, y a Nuestro Padre Dios para que nos ayuden a ser conscientes, que es nuestra responsabilidad heredar en buenas condiciones nuestra Casa Común a todas las criaturas y especialmente a las generaciones futuras.
Tú, Madre querida, bien conoces que Dios es amor, y que nos ha creado a su imagen para hacernos custodios de toda la creación. Abre nuestras mentes y toca nuestros corazones para que respondamos favorablemente, cuidando la creación. Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.
Hoy nos visita el Arzobispo de Toledo, te pedimos por él, que lo acompañes y fortalezcas en su misión, y por todo el pueblo español, de donde vino la fe a nuestras tierras, la fe que tú, hace ya 492 años, te mostraste de forma admirable en el ayate de San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, facilitando que nuestros pueblos originarios fueran capaces de descubrir “al verdadero Dios por quien se vive”, Jesucristo, Nuestro Señor. Hoy también pedimos por los maestros y estudiantes del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos; que cumple 20 años, ejerciendo el servicio, de manera Institucional y con alto nivel académico, todo lo referente al Evento Guadalupano.
Todos los fieles presentes este Domingo nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.
AGOSTO 2023
XXI Domingo del Tiempo Ordinario, 27 agosto de 2023

Audio de la Homilía
XX Domingo del Tiempo Ordinario, 20 agosto de 2023

Audio de la Homilía

Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por S.E. Monseñor Héctor Mario Pérez Villarreal, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México.
Queridas hermanas y hermanos, hoy el evangelio nos comparte una escena que si no estuviera en el evangelio yo no lo creería, que es esta: Jesús el Hijo de Dios, se atrevió a dejarse enseñar en cuanto a los límites del amor del Padre, de la misericordia del Padre por una mujer pagana.
Era una mujer Cananea que no era del pueblo de Israel, los que no pertenecían al pueblo no podían creer en el Dios que ellos creían solamente ellos estaban por decirlo de una manera, salvados por este Dios, por eso Jesús estaba convencido, el mor de Dios que yo vengo a traerte, que yo vengo a traerle al pueblo de Israel, no te pertenece a ti; no es que Jesús fuera malo, es que en su concepción Él venía a ser testigo del amor del Padre para su pueblo. De la misericordia del padre, a los rebeldes Israelitas y entonces esta mujer tuvo la fe, la sabiduría, la humildad para enseñarle a Jesús que los límites del amor del Padre iban más allá de donde Él pensaba.
Uno dirías ¿quién le va a enseñar a Jesús? ¡pues ella! con humildad, con sabiduría y sencillez, se acuerdan de lo que le dijo … “Señor yo se que no puedo comer de la mesa de ustedes, pero si me puedo alimentar de las migajas que caen, me toca algo del amor de Dios también a mi”; eso fue lo que le hizo ver a Jesús como si Jesús se le abrieran los ojos y dijera “mujer que grande es tu fe, tan grande que pudiste enseñarme hasta donde llega el amor misericordioso de Dios”.
Con este testimonio de Jesús, por lo menos yo me pongo a reflexionar ¿quién de nosotros puede decir… a esta persona si la amo y a esta otra persona no, porque no se lo merece, alguien de ustedes pudiera decir eso? pues no, porque el amor de Dios es para todos, absolutamente todos, no hay pecado que alguien pueda cometer que convenza a Dios de dejarlo de amar; eso es muy difícil a veces de entender, cuando vemos crímenes tan atroces entre nosotros, en nuestra sociedad decimos ¿pero como Señor? como podemos amar a esta persona que hizo cosas tan aberrantes, antihumanas lo que han estado haciendo últimamente y uno pensaría… y entonces ¿Dios no los ama? y Dios nos dice: ¡hasta a ellos los amo!.
En la segunda lectura, escuchamos como San Pablo dice: Dios ha permitido que todos caeremos en la rebeldía para manifestar su misericordia, no hay pecado en nosotros que no sea una oportunidad para Dios, para perdonarnos, ¡claro! necesitamos arrepentirnos de ello, necesitamos reconocerlo, necesitamos ser humildes para poder saber que necesitamos de su misericordia, sin duda, pero lo que no nos corresponda a nosotros es limitar ese amor; porque muchas veces así como Jesús empieza a hacerlo al principio del evangelio, nosotros condicionamos el amor y rechazamos a algunas personas y las juzgamos y las separamos de nuestro mundo y decimos… con esta persona no voy a tratar porque es imperdonable lo que ha hecho o porque mancha el mundo en el que yo quiero estar y nosotros los excluimos y Jesús no s dice hoy en el evangelio: “Nadie puede ser excluido, si todos somos portadores del amor de Dios, nadie puede ser excluido de esta misión de ser portadora de su amor”.
Ahora, ¿Qué tarea nos dejaría para nosotros este evangelio? yo creo que podemos encontrar dos cosas… la primera de Jesús: tener un corazón dispuesto a dejarnos sorprender por Dios; así como Jesús se dejó sorprender por Dios, un corazón dispuesto a dejarnos enseñar por los más pequeños, por los que consideramos vulnerables, los que consideramos insignificantes, muchas veces Dios se va a valer de ellos para enseñarnos algo. Caminar con un corazón dispuesto, Señor yo creo que así debe ser el camino, pero muéstramelo Tú y dejarnos con un corazón humilde, moldear por decirlo de una manera, irnos moldeando nuestro corazón con el amor de Dios.
Así por ejemplo, lo tuvieron que hacer los primeros evangelizadores, cuando Nuestra Madre Santísima de Guadalupe se hace presente entre nosotros, y les cambia completamente la manera de evangelizar a quienes habitaban estas tierras y entonces tuvieron que aprender de nuestra Madre Santísima, de su Tilma, de su Mensaje, de su Manera de hablarle a Juan Diego para entender como tenían que evangelizarnos y aquellos que pensaban que lo sabían todo se dejaron enseñar por Nuestra Madre Santísima y así también nosotros.
El segundo aprendizaje yo lo encuentro en la fe de esta mujer, la fe que se acerca a Dios, no ha reclamar, no a decir: yo merezco que me sanes a mi hija, te exijo que me sanes a mi hija ¡no! ella se acerca con humildad y le dice: “Señor Tú lo sabes todo, Tú eres quien puede, Tú eres el hijo de David, Tú eres el Mesías , Tú eres el Señor” yo solamente te quiero presentar mi corazón de lo que mi corazón anhela.
Un corazón humilde, obtiene más de Dios que un corazón soberbio, que muchas veces venimos ante Nuestra Madre Santísima o vamos ante Nuestro Señor y le decimos: “necesito que pase esto en mi vida, necesito que suceda esto otro… como si nosotros tuviéramos que dictarle la voluntad a Dios y lo que tú tienes que querer Señor, con un corazón soberbio, que le quieres enseñar a Dios, nunca le vamos a sacar nada porque aunque nos lo de, no lo vamos a ver; un corazón humilde, como el de esta mujer, lleno de fe, lleno de confianza, Jesús le daría todo lo que ella necesitara; ¡eso es lo que Dios nos pide!.
Que el Señor nos permita a cada uno de nosotros caminar con ese corazón dispuesto a dejarse por Dios, y como Él quiera manifestar su voluntad y un corazón humilde para saber pedir no exigiendo, sino agradeciendo todo lo que tenemos y solamente presentándonos con humildad ante Dios con nuestras necesidades.
Que así sea.
XIX Domingo del Tiempo Ordinario, 13 agosto de 2023

Audio de la Homilía

Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por el Emmo. Sr. Cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México.
“El Señor le dijo: Sal de la cueva y quédate en el monte para ver al Señor, porque el Señor va a pasar”.
Tres temas suscita la Palabra de Dios este domingo: El primer tema es la búsqueda de Dios. ¿Dónde buscamos a Dios?: “Vino primero un viento huracanado, que partía las montañas y resquebrajaba las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Se produjo después un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Luego vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego.”.
Dios está en el Cielo, en la tierra y en todo lugar, pero no lo percibimos, solo vemos su magnífica obra de la creación, y ella nos permite descubrir su misteriosa presencia. “Después del fuego se escuchó el murmullo de una brisa suave. Al oírlo, Elías se cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada de la cueva”. Como Elías hay que salir de la cueva, de nuestra zona de confort, y encontrarnos con la realidad, y esa realidad debemos interpretarla auxiliados por su palabra, en nuestro caso por la Palabra de Dios escrita en los Evangelios, y al meditarlos y escudriñar lo que mueve en mi corazón, encontraremos las respuestas para corresponder con nuestras acciones, lo que Dios está esperando que realicemos.
Posteriormente, de manera creciente aprenderemos a mirar la realidad desde nuestro interior, será una mirada contemplativa, y desarrollaremos así nuestro espíritu con la capacidad para percibir la suave quietud de su presencia. El segundo tema es la reacción ante el alejamiento, de quienes han sido bautizados en el nombre de Cristo, y por tanto, son miembros de la familia de Dios, reconocidos como sus hijos, pero ellos abandonan el camino de la fe.
La experiencia de San Pablo muestra como debemos reaccionar: “Les hablo con toda verdad en Cristo; no miento. Mi conciencia me atestigua, con la luz del Espíritu Santo, que tengo una infinita tristeza y un dolor incesante tortura mi corazón. Hasta aceptaría verme separado de Cristo, si esto fuera para bien de mis hermanos, los de mi raza y de mi sangre, los israelitas”. El desafiante Cambio de Época que vivimos, con gran celeridad, ha fracturado tanto la transmisión de la fe en las familias, como el estilo de vida de la sociedad; ya que ha generando ambigüedad y confusión en las nuevas generaciones, cuestionando el consenso de los valores humano-cristianos, como la base de la conducta social.
“Ellos son descendientes de los patriarcas; y de su raza, según la carne, nació Cristo, el cual está por encima de todo y es Dios bendito por los siglos de los siglos”. Cuántos católicos viven hoy estos mismos sentimientos de San Pablo, cuando ven a sus hijos, o a sus nietos, que se han alejado de la vida de fe, del amor a Cristo: Camino, Verdad y Vida. Sin embargo es oportuno alcanzar como San Pablo la convicción de que Dios no los desampara, y conservar siempre la esperanza, que de alguna manera inesperada volverán a recuperar el don de la fe. Lo cual facilitaremos con el buen testimonio de nuestra conducta, y con la valiente y paciente actitud ante la vida y sus adversidades.
El tercer tema es la necesidad de reconocer con humildad la acción de Dios cuando hacemos el bien a los demás; y orientar a la gente, para buscar la intimidad de la oración y agradecerle su intervención, sin atribuirla a mi ingenio, sino como respuesta generosa de Dios, por lo que a través de mí, ha querido realizar. Así lo hizo Jesús: “Inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba él solo allí”. Estas tres temáticas conducen a la necesidad de ir reconociendo la presencia de Dios y su acción, a través de nuestras actividades, realizadas según su voluntad.
Finalmente la escena central del Evangelio motiva a la confianza en la presencia misteriosa y constante del Espíritu Santo, a lo largo de nuestra vida: “A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían: ¡Es un fantasma! Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida: Tranquilícense y no teman. Soy yo. La intervención divina siempre sorprende nuestra imaginación y sus consecuentes suposiciones, especialmente en las situaciones tenebrosas, donde las circunstancias no las podemos controlar, y afrontarlas nos infunden miedo y terror: “Entonces le dijo Pedro: Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua. Jesús le contestó: Ven. Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: ¡Sálvame, Señor!
Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”. Para superar dichas circunstancias es indispensable la fe, la cual hay que desarrollarla para que sea fuerte y capaz de darnos la convicción del permanente acompañamiento de Dios, en nuestro constante peregrinar por esta tierra. Acudamos a Nuestra Madre, María de Guadalupe, quien siempre confío en el
acompañamiento de Dios, que nos ayude para que también nosotros seamos fieles discípulos de su hijo Jesús, y ofrezcamos así el testimonio de personas de fe en el desafiante mundo actual.
Acudimos a tí Madre Nuestra, y a Nuestro Padre Dios para que nos ayuden a ser conscientes, que es nuestra responsabilidad heredar en buenas condiciones nuestra Casa Común a todas las criaturas y especialmente a las generaciones futuras. Tú, Madre querida, bien conoces que Dios es amor, y que nos ha creado a su imagen para hacernos custodios de toda la creación. Abre nuestras mentes y toca nuestros corazones para que respondamos favorablemente al don de la creación.
Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad. Ahora, que todos estamos interconectados y que somos interdependientes, ayúdanos a ser capaces de escuchar y responder al clamor de la tierra y al clamor de los pobres; para que que todos los actuales sufrimientos sean los dolores del nacimiento de un mundo más fraterno y sostenible.
Enséñanos a ser valientes para acometer los cambios, que se necesitan en busca del bien común de toda la humanidad. Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de
esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.
La Fiesta de la Transfiguración del Señor, 6 agosto de 2023

Audio de la Homilía

Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por el Emmo. Sr. Cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México.
Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de este y los hizo subir a solas con Él a un monte elevado, ahí se transfiguró en su presencia, su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve; de pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías conversando con Jesús.
El evangelio de hoy refiere esta escena en la que tres apóstoles… Pedro, Santiago y Juan elegidos por Jesús para que lo acompañaran a orar, son testigos de una increíble e inesperada experiencia que los convierte en testigos de la naturaleza divina de Jesús.
Siempre que nos encontramos en una hermosa experiencia de vida, en una agradable compañía, deseamos que se prolongue y no miramos el tiempo transcurrido, además, deseamos que momentos así se prolonguen y se repitan; sin embargo, en esta ocasión a penas Pedro reaccionó sugiriendo “Señor que bueno sería quedarnos aquí, si quieres haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.
Una voz del cielo lo interrumpe y los deja perplejos, asombrados ante lo que acontecía, cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: “Este es mi hijo muy amado en quien tengo puestas mis complacencias, ¡escúchenlo!” al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de un gran temor; pero inmediatamente desaparecen Moisés y Elías y escuchan la voz del maestro quien les dice: “Levántense y no teman” ellos alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús.
La experiencia termina con celeridad y sin duda dejándoles múltiples interrogantes, indudablemente ya habían considerado a Jesús como el profeta esperado, como el Mesías anhelado, habían sido testigos de los milagros que Jesús era capaz de realizar… curaciones de ciegos, leprosos, enfermos de distinta naturaleza; también de liberación de endemoniados y de la maravillosa multiplicación de cinco panes y dos pescados para dar a comer a una inmensa multitud.
Pero lo de ahora, es plenamente superado, han quedado sorprendidos ante el gran misterio de la encarnación del hijo de Dios, de su naturaleza divina que es capaz de dialogar con dos grandes líderes del pueblo elegido, Moisés y Elías; pero de inmediato, mientras bajaban del monte Jesús les ordenó ¡no le cuenten a nadie lo que han visto! hasta que el hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.
Van pues, de sorpresa en sorpresa sin acabar de comprender lo que van viviendo, además deberán esperar el inimaginable final de la vida de Jesús quien deberá sufrir la pasión, la injusta muerte en cruz y ser sepultado; así serán testigos privilegiados de su resurrección de entre los muertos, pero para participar en la gloria de Cristo será preciso compartir su pasión. Esto es lo que Jesús está indicándoles, al decirles que tendrán que esperar para contar esto.
No pueden permanecer en el monte de la transfiguración, como nosotros no podemos permanecer siempre en momentos de alegría y de inmensa esperanza y gratitud, porque Jesús antes que subir, tendrá que subir al monte de los olivos y sobre todo al calvario, por tanto, no hay otro camino que el de la cruz, el de la entrega a la voluntad de Dios Padre, para entender y alcanzar la gloria de la vida eterna, compartiendo la vida divina de Dios Trinidad.
Jesús va preparando así a los discípulos que serán la cabeza del resto y cuidarán del rebaño de los demás discípulos ante las adversidades y las persecuciones, ante las descalificaciones y las injustas acusaciones como lo verán en la pasión, muerte y resurrección del mismo Jesús.
Unos días antes dice el evangelista, habían sido interrogados sobre lo que pensaban y consideraban sobre la identidad de Jesús y Pedro en esa ocasión, en nombre de todos, había respondido firmemente ¡Tú eres el Mesías, el hijo de Dios vivo! ahora era necesario entender que el camino de Jesús Mesías es semejante al camino que deberemos recorrer todos nosotros. Por eso hemos escuchado al apóstol Pedro en la segunda lectura afirmar contundentemente
Hermanos, cuando les anunciamos la venida gloriosa y llena de poder de Nuestro Señor Jesucristo, no lo hicimos fundados en fábulas, hechas con astucia, sino por haberlo visto con nuestros propios ojos en toda su grandeza. Cuando la sublime voz del padre resonó sobre Él, diciendo: “Este es mi hijo amado, en quien yo me complazco” y nosotros escuchamos esta voz venida del cielo mientras estábamos con el Señor en el monte santo.
Por tanto, será siempre necesario que nosotros los cristianos, los discípulos de Jesús caminemos juntos, sinodalmente como nos pide el Papa Francisco, dándonos la mano y ayudándonos a recorrer el propio camino de la cruz que nos corresponda a cada uno; con la esperanza cada vez más firme que después de cada experiencia dolorosa o adversa desarrollaremos una espiritualidad que fortalecerá nuestra voluntad y confirmará nuestra decidida y convencida opción de seguir a Jesús el Maestro por excelencia, porque Él es el camino, la verdad y la vida.
Hoy constatamos las divisiones frecuentes de familias, cuyos padres se separan por motivos de conflictos entre sí, sin tener en cuenta e desarrollo de sus hijos; la relación de la familia según el proyecto de Dios, es el primer momento en el que el ser humano debe percibir el acompañamiento, el apoyo, la ayuda ante cualquier adversidad aunque sea mínima, y de esa manera también a la par si se acompaña con la fe, transmitiéndoles nuestra fe a nuestro hijos
Entonces seremos hombres capaces, fuertes para afrontar cualquier adversidad; pero si estamos solos, si estamos separados, si estamos desunidos, si no nos une la fe en el Señor, todo se hará más difícil.
Para eso hemos venido aquí con nuestra Madre María de Guadalupe y en consonancia con ella, para aprender de su amor y de su obediencia a Dios también nosotros.
Los presbíteros capellanes y los miembros del Cabildo Guadalupano, que ahora muchos de ellos están aquí en esta concelebración, tienen esa misión, en nombre de María de Guadalupe, ayudarle ante sus difíciles, a veces cruces, que llevan cada uno en el camino
Hoy tres presbíteros de nuestra Arquidiócesis, reconocidos por el buen misterio sacerdotal que ya han ejercido ya por varios años, colaborarán como miembros del Cabildo Guadalupano en bien de todos ustedes, los peregrinos que acudan a saludar y a encontrar el amor tierno y consolador de Nuestra Madre María de Guadalupe.
A ella encomendémoslos, para que con esta misión sean beneficiados, tanto ellos al cumplir sus tareas, como ustedes los fieles que les corresponda atender.
Los invito para que pidamos por esto en un breve momento de silencio de pie ante Nuestra Madre María de Guadalupe.
JULIO 2023
XVII Domingo Ordinario, 30 julio de 2023

Audio de la Homilía
XV Domingo Ordinario, 16 julio de 2023

Audio de la Homilía
XIV Domingo Ordinario, 9 julio de 2023

Audio de la Homilía

Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por S.E. Mons. Andrés Luis García Jasso, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México
Aprendan de mi que soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso porque mi yugo es suave y mi carga ligera …
Queridos hermanos, con estas palabras cerramos la proclamación del evangelio del día de hoy, Jesús nos hace una invitación la cual a su vez lleva unida una promesa “Aprendan de mi, es decir, ¡imítenme! y con la promesa encontrarán descanso.
En la primera lectura, el profeta Zacarías presenta un pueblo que espera con ansia la liberación, esperan al nuevo David, un salvador que los libraría de la opresión que sentían de ser gobernados por un pueblo extranjero; sin embargo, el profeta, a pesar de que invita al gozo y a gritar de júbilo porque se acerca el Mesías, presenta una imagen muy contraria a la que el pueblo podría imaginar, no es un guerrero quien vendría o que busque venganza con caballos, con ejército; sino que viene humilde sembrando la paz. No buscará conquistar territorios y pueblos, sino salvar corazones y sanar el alma, no solo de su pueblo, sino de toda la humanidad.
Decía el profeta Zacarías que su poder, su alcance de este Mesías que esperaban su fama llegaría de mar a mar; para comprender queridos hermanos el misterio del reino de los cielos, es necesario ver la vida y sus acontecimientos con los ojos del espíritu y no con los de la carne, como nos invita San Pablo en la segunda lectura.
Nosotros al igual que el pueblo de Israel de la época de Zacarías, lo primero que nos podría venir a la mente cuando pensamos en un Dios que nos ama y nos protege, es que nos libere del sufrimiento, de la opresión, de la injusticia. Vemos tanto sufrimiento en el mundo y en nuestras vidas que humanamente gritamos al Señor que se apiade de nosotros y nos libere de todo lo que nos hace sufrir; llámese la enfermedad, problemas económicos, situaciones de la familia, etc. y podríamos ver alrededor de nuestra sociedad y vemos tanto sufrimiento, tanta pobreza. El sufrimiento de la migración, familiares desaparecidos, tantas cosas que sin duda claman al cielo y no es que al Señor no le importen estos acontecimientos que vivimos ya sea a nivel personal, ya sea como comunidad.
Claro que escucha nuestras súplicas, pero la acción del Señor quiere ir todavía más allá, no solamente quedarse en estos aspectos tangibles que podríamos nosotros buscar y que es muy natural que busquemos también esta paz; pero el Señor quiere llevarnos más allá, buscando que el hombre tenga vida eterna.
Descubrir esta obra de salvación sólo con la inteligencia o la razón es imposible, se requiere la fe, y la fe queridos hermanos es un acto de humildad en donde descubrimos y reconocemos que solos no podemos, que necesitamos de alguien que nos ayude, que necesitamos de Dios. Es la fe la que nos impulsa a confiar en Cristo, que nos lleva a conocer al Padre como presentaba Cristo en el evangelio, por los que sufren, Cristo vino al mundo sembrando el amor con un cariño primordial por los mas pobres, por los que sufren y les curaba de sus dolencias, pero sobre todo sanaba el alma al mostrar la misericordia del Padre mediante el perdón de los pecados. No condena, pero llama a la conversión, no nos echa en cara nuestras faltas, pero nos habla con la verdad y nos invita a seguirle.
Regresando al principio de nuestra reflexión, les decía que Jesús nos invita a seguirle y dice “Aprendan de mi que soy manso y humilde de corazón, Cristo nos invita a seguir su ejemplo e imitarle, el hijo del hombre vino al mundo en la humildad de la carne y pasó su vida anunciando el reino de los cielos que no consistía ni en comida ni bebida, sino en justicia, paz y gozo del espíritu santo.
Cristo fue obediente a la voluntad del Padre, anunció el reino de los cielos, hizo signos y prodigios que ponían de manifiesto que el Mesías había llegado y entregó su vida por amor a nosotros, subiendo a la cruz, venciendo a la muerte y ganando la salvación para todos.
El camino que Cristo nos invita a seguir implica una recompensa, y nos dice el Señor “y encontrarán descanso” el pueblo de Israel esperaba que se cumpliera esta promesa y buscaban alcanzar la salvación a través del cumplimiento de la ley que muchas veces se podría tornar pesada, Cristo viene a proponer una nueva ley, la ley del amor y nos invita a ver con Él, a ver por el otro, a obrar con misericordia, a perdonar como Él nos ha perdonado, pero no nos pide que vayamos solos; sino que Él camina con nosotros.
Subir a la cruz con Cristo, no puede hacerse a través de la razón o la inteligencia, comprender el plan de salvación de Dios que pasa por el camino de la cruz, es imposible o insoportable, si se hace con los ojos de la carne; por eso Cristo nos invita a verlo con los ojos del espíritu y caminarlo junto con Él.
Cristo nos invita a seguirle, Cristo nos invita a tomar la cruz cada día, pero también nos dice que no estamos solos, que Él lleva este yugo, que Él lleva este caminar junto con nosotros y termina diciendo “Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”.
Encontrarnos con esta buena noticia hermanos, de descubrir en Cristo el amor, de descubrir la misericordia, de hacernos entrar en una paz no como la ofrece el mundo; sino una paz verdadera, también nos puede catapultar a buscar la paz en este mundo, la paz entre nuestros hermanos, la paz entre nuestras ciudades, entre nuestras provincias, entre los distintos lugares.
Nuestro país clama y tiene hambre de paz, seamos portadores de esta paz, caminemos junto con Cristo, caminemos en el amor y seamos testigos de este reino de los cielos que el Señor quiere ofrecernos.
Que su amor y su misericordia llene nuestros corazones para poder se testigos de este amor y transmitirlo a los demás.
Que así sea.
XIII Domingo Ordinario, 2 julio de 2023

Audio de la Homilía

Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por S.E. Mons. Luis Manuel Pérez Raygoza, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México
Yo se que este hombre que con tanta frecuencia nos visita es un hombre de Dios…
Vamos a construirle en los altos una pequeña habitación, le pondremos ahí una cama, una mesa, una silla y una lámpara para que se quede allí cuando venga a visitarnos. En esta página de la historia del profeta Eliseo vemos confirmada la palabra de Jesús que hoy nos recordaba el evangelio: quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría o uno de estos pequeños por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa.
En efecto, la generosidad del profeta Eliseo de visitar habitualmente una casa donde era invitado a comer y con ello propiciaba la oportunidad de conversar y recibir consejos de parte del profeta, recibe Eliseo no un vaso de agua, sino una cama, una mesa, una silla y una lámpara para que se quede allí; la señora de la casa le ha ofrecido una pequeña habitación para que se quede allí cuando venga a visitarnos, pero además de la recompensa al profeta, ella a su vez es bendecida con una hermosa promesa jamás esperada…
“El año que viene, por estas mismas fechas, tendrás un hijo en tus brazos”, así es el proceder de Dios cuando nosotros practicamos la generosidad, compartiendo con nuestro prójimo para facilitarles una vida más digna.
La vida nueva del espíritu, es la que nos da la paz interior del alma, que facilita la generosidad y propicia la fortaleza para practicar la caridad en favor del prójimo, así somos favorecidos… tanto el que da, como el que recibe. El que da, recibe la paz interior, el que recibe, la ayuda necesaria para una vida digna; debe pues movernos hoy el Señor con su palabra para generar la confianza de ser siempre acompañados por el espíritu santo, prometido por Jesús para cada uno de nosotros, su asistencia, sobre todo cada vez que procuramos el bien de los necesitados.
¡Que importante!, Jesús no solamente esta pendiente de quienes lo aceptan abiertamente y se integran como sus discípulos, Jesús está también atento a quienes van a recibir el beneficio de la acción evangelizadora de sus discípulos.
Esta vida cristiana es un proceso evangelizador que llevado de manera consiente me ayuda a descubrir que el principal actor no soy yo, sino el espíritu santo que a través de mis acciones actúa en favor mío y en favor de quien yo ayudo.
A Jesús le basta con que le abran esa pequeña ventanita de su alma, esa apertura, aunque sea media, incipiente, a lo mejor todavía con incertidumbre o con desconfianza y ahí ya entra Jesús en la vida de esa persona que se abre a la generosidad; por eso nosotros tenemos que ser muy pacientes con el proceso misionero de ir por nuestros católicos alejados, distantes o incluso de los no católicos. Debemos tener en cuenta esta observación de Jesús, basta que los visitados ofrezcan un vaso de agua en el nombre de Jesús para abrirle la puerta a Jesús, es suficiente que te reciban y me reciben a mí afirma Jesús.
Así en esa revolución interna que estremece al ser humano cuando experimenta la presencia del espíritu de Dios en Él, y por eso constantemente a lo largo de la historia de la iglesia se han dado las conversiones, los cambios de persona, de como estando heridos, distantes, indiferentes de creer en Dios y de conocer a Cristo, regresan. Basta que abran el mínimo de su corazón para que Jesús entre, eso es lo único que Jesús espera, una mínima apertura.
Por eso nosotros tenemos que ser muy pacientes en nuestro trabajo evangelizador, porque muchas veces quisiéramos que en poco tiempo se conviertan en cristianos comprometidos y responsables, integrados en nuestras pequeñas comunidades parroquiales; los quisiéramos trabajadores, entusiastas y entregados en plenitud. En contraste, Dios Nuestro Padre tiene una paciencia misericordiosa sin límite.
Aprendamos a dar la pausa y el ritmo que necesita la respuesta de los incipientes evangelizados para que la experiencia sea profunda y no sea como popularmente decimos, una llamarada de petate, que se enciende, pero rápido se apaga; es indispensable un ritmo que permita descubrir a Jesucristo y generarse la transformación de la persona y a través de ella, de sus ambientes de vida.
Jesús nos ofrece una vida nueva, esta vida nueva, consiste en aprender a afrontar cualquier situación de muerte, no necesariamente la muerte ya última, sino cualquier situación de muerte, de frustración, de adversidad, de drama… Jesucristo comunica al espíritu santo que genera vida divina y con ella la esperanza de salir adelante.
Esto es lo que le da un sentido ante cualquier situación humana trágica que atravesemos, hoy lamentablemente, tenemos la experiencia constante de tanta gente en depresión, tanta gente que pierde el sentido de la vida, una persona de fe que ha conocido a Cristo, saldrá adelante en todas las adversidades, tendrá la fuerza suficiente porque tiene la vida del espíritu, esa vida nueva que lo hace ver más allá de esta vida terrena.
Esta reflexión propicia una mejor comprensión de la afirmación que hoy San Pablo escribiéndole a la comunidad de Roma nos decía la segunda lectura… por el bautismo fuimos sepultados con Él en su muerte para que así como Cristo resucito de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva.
Nosotros no podemos clavarnos en la mirada del presente, seríamos muy miopes, tenemos que levantar la vista y mirar hacia el futuro, tenemos que trascender desde lo que hacemos, hacia donde vamos, a la casa del Padre. Por eso San Pablo continúa afirmando, por lo tanto, si hemos muerto con Cristo, estamos seguros de que también viviremos con Él; pues sabemos que Cristo una vez resucitado de entre los muertos, ya nunca morirá, la muerte ya no tiene dominio sobre el, porque al morir murió el pecado de una vez para siempre y al resucitar, vive ahora para Dios.
Lo mismo ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
Unamos nuestra gratitud a Dios en esta eucaristía y oremos a nuestra Madre María de Guadalupe para que tengamos futuros pastores como Eliseo, como Pablo, como el mismo Jesús; hombres de discernimiento pastoral, sensibles a la participación laical y muy conocedores de las necesidades pastorales de nuestro tiempo.
JUNIO 2023
XII Domingo Ordinario, 25 junio de 2023

Audio de la Homilía
XI Domingo Ordinario, 18 junio de 2023

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X Domingo Ordinario, 11 junio de 2023

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Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por S.E. Mons. Luis Manuel Pérez Raygoza, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México
Hermanos y hermanas, el evangelio de este domingo décimo del tiempo ordinario, nos presenta a Jesús que fija su mirada en Mateo… un gran pecador que después será Santo y además lo llama a la mitad con Él, lo llama a seguirlo como su discípulo.
Jesús, nos dice el evangelio, encuentra a Mateo sentado en su mesa de recaudador de impuestos, ¿Qué quiere decir esto? esto significa que Jesús encuentra a aquel hombre justamente en la situación que lo caracterizaba, no sólo en aquello en lo que trabajaba, sino en su actitud fundamental ante la vida; era un hombre fuertemente afianzado en su propia situación de pecado, era un defraudador.
Para los judíos del tiempo de Jesús, los recaudadores de impuestos (como Mateo), eran personas totalmente despreciables, por tres razones principalmente…
Primero: porque al cobrar impuestos al pueblo judío para entregárselos al imperio romano, que los tenía subyugados, eran considerados como traidores a la patria. Segundo: porque a veces manejaban monedas con imágenes paganas y frases blasfemas y por ello, se les tenía catalogados como idólatras aunque fueran judíos y Tercero: porque normalmente los recaudadores de impuestos no cobraban el impuesto exacto, prescrito por el imperio romano; sino una cantidad más elevada con el fin de quedarse con una parte sustanciosa para ellos mismos.
Jesús no ignora todo esto, Jesús no ignora que Mateo es realmente un pecador, en el fondo es un ladrón, alguien que ha hecho mal, que a defraudado y que por lo mismo se había convertido en una persona despreciable a los ojos de los demás; sin embargo Jesús ve a Mateo decir: sabe perfectamente quien es Él, cual es su presente y cual es su historia, pero justamente lo llama desde su historia, lo llama desde su realidad, lo ama y lo llama, pues como Jesús mismo señala en la misma página del evangelio que acabamos de escuchar… No son los sanos los que necesitamos del médico, sino los que estamos enfermos.
Dios hermanas y hermanos, nos conoce tan bien a cada uno de nosotros, nos conoce más de lo que nosotros mismos alcanzamos a conocernos y así nos ama y nos llama a seguirlo, nos llama a dejarnos perdonar como lo hizo San Mateo; nos llama a seguir a su hijo Jesucristo como sus amigos y sus discípulos.
Ojalá hermanos, entendiéramos que Dios ama y llama a cada persona desde sus propias circunstancias, desde su historia personal y familiar, desde lo concreto y específico de la vida de cada uno. Dios no nos ama a pesar de nuestra historia sino desde nuestra historia, desde nuestra vida como es y como Dios quiere que sea redimida, aún cuando algunas personas consideren que su propia situación de pecado es insalvable, que su lejanía respecto a Dios es escandalosa, que ya no tienen remedio ni esperanza, Dios no se rinde, Dios ofrece siempre su perdón, su redención, su salvación; “siempre nos da una nueva oportunidad.”
Por eso San Pablo en la segunda lectura de hoy, nos exhorta a creerlo así, firmemente, recordando antes el ejemplo de Abraham que, a pesar de que todo pareciera irle en contra, creyó y esperó en Dios. San Pablo nos dice “se nos acreditará, si creemos en aquel que resucitó de entre los muertos, en nuestro Señor Jesucristo, que fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación”, murió por ti, murió por mi, resucitó por ti, resucitó por mi.
Todo esto hay que aclararlo y aclararlo bien, no significa que Dios ignore el pecado o que promueva la impunidad ¡no! cuando nos dejamos perdonar y abrazar por Dios, viene como consecuencia lógica y natural la conversión al menos así lo esperamos, el cambio en nuestra vida, el deseo y la decisión de no continuar igual; así le ocurrió a San Mateo que, siendo mirado y llamado por Jesús, cambio de vida, y así nos invita Dios a que suceda con nosotros.
Somos seguramente muchos los que venimos hoy a esta Casita Sagrada del Tepeyac, a los pies de Nuestra Madre Santísima de Guadalupe, abrumados por nuestras faltas, con nuestros fallos a cuesta. Acerquémonos al Señor que nos dice “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”; como contraparte para ir concluyendo, conviene considerar que la actitud y la mirada bondadosa de Jesús se contrapone con la de aquellos que según el evangelio se escandalizan porque Jesús ha tenido con Mateo misericordia… les parece monstruoso que Jesús lo perdone, que se siente a la mesa con otros publicanos y pecadores. Tal vez esos que criticaban a Jesús nunca se habían sentido necesitados del perdón divino.
Pidamos queridos hermanos al Señor, por la intercesión de Nuestra Madre Santísima de Guadalupe que hoy nos regale una vez más la alegría de abrirnos al perdón de Dios y cambiar de vida, pidamos también que nuestra mirada sobre las demás personas, sea como la de Jesús y no de condenación como aquella mirada de los fariseos.
Santísima Trinidad, 4 junio de 2023

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MAYO 2023
La Ascensión del Señor, 21 de mayo de 2023

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VI Domingo de Pascua, 14 de mayo de 2023

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V Domingo de Pascua, 7 de mayo de 2023

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ABRIL 2023
IV Domingo de Pascua, 30 de abril de 2023

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Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por S.E. Mons. Salvador González Morales, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México
“Pónganse a salvo de este mundo corrompido”.
Siempre ha habido corrupción en la sociedad de todos los tiempos, los modos cambian, pero el ojo del huracán es siempre el mismo: seguir las tendencias e instintos de manera irracional y de forma individualista, conquistando espacios para el provecho personal, sin importar la dignidad de toda persona y el bien común.
Ante esto, debemos recordar y confiar que la Buena Nueva del Reino de Dios, está presente en el mundo; ya que Dios Padre suscita en nuestro corazón el deseo de experimentarlo: ¿Cómo podemos corresponder y qué debemos hacer para colaborar en la extensión del Reino del Amor?
Hay que partir de la aceptación de los contextos socioculturales concretos, que van sucediendo en cada generación, interpretarlos a la luz de las enseñanzas de Jesús, y descubrir, con la ayuda de la comunidad cristiana y de los hombre de buena voluntad, acompañados de un buen pastor, las posibles maneras de anunciar la Buena Nueva, y transmitir la confianza y esperanza, de que contamos con la asistencia del Espíritu Santo. Aunque haya luz en el camino es indispensable recorrerlo acompañado y guiado. Este proceso no es simplemente de relación individual sino grupal, comunitario, eclesial.
En este domingo IV del tiempo pascual, celebramos a Jesucristo, el Buen Pastor, que entregó su vida para la salvación de la Humanidad. ¿Cómo hace presente Jesús el ejercicio de pastorear a sus discípulos a lo largo de los siglos?
Jesús, el Buen Pastor, ha querido llamar y elegir a algunos de sus hijos para que actualicen su labor a lo largo de la Historia. El Buen Pastor camina junto a sus ovejas para afrontar los peligros y superarlos, para llegar al lugar elegido, sin correr riesgos innecesarios. El Pastor conoce a cada uno por su nombre, con sus cualidades y características. Por eso eligió de entre sus seguidores a los Apóstoles, y ellos a su vez, a sus colaboradores los Presbíteros, y a sus sucesores.
La labor pastoral de conducir a una comunidad de cristianos es fundamental para mantener la unidad y la comunión, y extenderla en servicio de todas las naciones, de toda la humanidad. Por esta razón debemos orar para que Jesús siga suscitando en el corazón de sus discípulos, la inquietud vocacional para servir una determinada comunidad en su nombre y en comunión con los demás pastores. De esta manera se preserva la comunión en la Iglesia, en cada Diócesis los Presbíteros en torno a su Obispo, y a su vez los Obispos en comunión con el Sucesor de Pedro, hoy el Papa Francisco.
Así comprendemos la afirmación de Jesús: “Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos. El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.”
Todo joven llamado a ser Presbítero debe prepararse, para dar testimonio como buen pastor que resguarda al rebaño, lo reconoce y protege. Por eso, debemos siempre orar por nuestros sacerdotes, y por el surgimiento de nuevas vocaciones, para preservar la presencia del Buen Pastor en cada comunidad.
Ahora bien, ya que estamos creados para la relación y la convivencia, de ahí procede el proyecto de la familia. Nos necesitamos y nos necesitan. Es conveniente recordar que hay diferentes niveles del pastoreo, que se ejerce como padres de familia, como hermanos mayores, como vecinos, como trabajadores en su ambiente laboral, como ciudadanos en la sociedad, y como gobernantes, manteniendo la justicia y promoviendo la solidaridad.
De esta manera el recorrido de la vida, realizado en experiencia comunitaria y a la luz de Jesucristo, Buen Pastor, fortalece el corazón de toda persona para compartir las alegrías y suscitar esperanza, y especialmente para afrontar la propia cruz, que llega con los sufrimientos sean corporales o espirituales.
Por eso afirma San Pedro: “Hermanos: Soportar con paciencia los sufrimientos que les vienen a ustedes por hacer el bien, es cosa agradable a los ojos de Dios, pues a esto han sido llamados, ya que también Cristo sufrió por ustedes y les dejó así un ejemplo para que sigan sus huellas”.
Esta vida la recorremos viviendo las diferentes etapas: niñez, adolescencia, juventud, como adultos, y en la vejez. En ellas necesitamos de los demás de manera muy distinta en cada etapa. Esta ayuda solidaria es la hermosa experiencia de sentirse comunidad, de conocerse entre sí, de ayudarse solidariamente en el recorrido, para reconocer con inmensa gratitud, a quien nos ha extendido su mano, siempre que lo habremos necesitado.
¿Descubro en mi experiencia a Jesús como la Puerta, y como mi guardián y guía, en mi vida?¿Lo percibo a través de mis padres, de los sacerdotes, de mis mayores, de mis amigos?
Lamentablemente hay tantos cristianos que se alejan cuando más necesitan del compartir en la escucha y en la puesta común de lo acaecido. En la noche de la vida es más indispensable la compañía del Pastor y de la comunidad. De ahí que haya que evitar el aislamiento y la soledad buscada como evasión de los demás.
La noche es momento de compartir la intimidad espiritual con la mirada puesta en el nuevo amanecer, que suscita la esperanza. Oremos con el salmo 22:
“El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas. Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me dan seguridad”.
Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, este día del Buen Pastor, te pedimos fortalezcas en su ministerio a todos los actuales pastores de la Iglesia, y especialmente anima a los jóvenes para que acompañados por guías sapientes y generosos, respondan a la llamada que les dirige tu Hijo Jesús a cada uno de ellos, para realizar el propio proyecto de vida y alcanzar la felicidad.
Que aprendan de tu incondicional respuesta a la solicitud de Dios, para mantener abiertos sus corazones a los grandes sueños, y descubran la felicidad y la alegría como frutos del amor y del servicio en favor de sus hermanos, superando la tentación de la búsqueda del placer por el placer, y logren orientar sus instintos, buscando siempre el bien del ser amado por encima del propio bien.
A quienes Jesús llame a ser sacerdotes, como buena Madre trasforma su posible temor y miedo, y haz surgir en ellos la esperanza y los sentimientos de fraternidad para que experimenten una verdadera conversión del corazón, que los conduzca a la decisión de servir a sus hermanos como buenos pastores.
Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe!
Amén.
III Domingo de Pascua, 23 de abril de 2023

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II Domingo de Pascua, 16 de abril de 2023

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Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, 9 de abril de 2023

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Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por S.E. Mons. Salvador González Morales, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México
No habían entendido las escrituras según las cuales Jesús debía de resucitar de entre los muertos…
La palabra que se nos regala este gran día gira en torno a la importancia única del misterio pascual para la vida de los creyentes, discípulos y testigos, pero también para la humanidad entera.
Ante lo que ha sucedido en Jerusalén en estos días, nada ni nadie puede quedar como antes, con la luminosa resurrección de Cristo toda la historia del mundo a tomado otro rumbo, buscando las cosas que pertenecen al ambiente de la resurrección, las de arriba, donde está Cristo.
Especialmente la comunidad cristiana, nosotros, hemos dar lugar a la transformación que se da en los que ahora deben ser testigos de estas cosas ante el mundo entero; la meditación de esta palabra nos lleva a volver los ojos al resucitado, de una manera nueva, como el otro discípulo e iniciar una contemplación del misterio del Señor que impulsa la existencia entera a su seguimiento renovado y a su testimonio constante.
La lectura del libro de los hechos de los apóstoles que hemos ahora tenido como primera lectura, causa siempre la impresión de un contacto con el ambiente vivo y gozoso de los primeros anuncios de la resurrección de Cristo, en efecto, en esta ocasión Pedro es llevado de una manera sorprendente a casa de Cornelio; el Señor quiere que sea un testigo delante de un tipo de personas que para el mismo Pedro, no cabría en el campo de elección del antiguo Israel.
A Cornelio y a su familia corresponde sin embargo el título de pueblo consagrado al nombre del Señor por pura gracia de elección divina, en el discurso testimonial de Pedro en ese ambiente hay que notar primero, Dios no hace excepción de personas, la novedad del evangelio de la resurrección reside precisamente en que transforma los criterios humanos, lo viejo a quedado en el sepulcro y como a pedro en su extraña misión al cristiano corresponderá vivir en apertura fraternal a todos los que Dios quiera llamar a ser parte de su iglesia
Segundo: Los llamados a creer deben anunciar la obra de Cristo, en Pedro ya se da el paso del discipulado en la misión, a través de la narración de la historia de Jesús queda claro que aquél que pasó haciendo el bien, y liberando al hombre de toda opresión del mal, debe ser anunciado urgentemente y ello porque en Cristo muerto y resucitado se ha hallado finalmente al Mesías, al que convergían y aspiraban todas las profecías y anhelos del pasado humano.
Siempre sorprenderá a quien lee la escritura que en ninguno de los evangelios se contenga una narración de la resurrección paso a paso, pero a parte de la imposibilidad de que haya habido testigos oculares el interés de los autores de estos evangelios está en invitar al acto de fe en la palabra predicada que remite a un hecho creído y cierto; sólo delante de la palabra se puede practicar la fe.
En el caso del discípulo que llegó primero y en quien la iglesia ha reconocido al mismo autor del cuarto evangelio, el acto de fe es en las escrituras que hasta ahora no había comprendido; pero que se referían al hecho de la resurrección que testimonia el sepulcro vacío.
Importan diversos elementos del relato que vamos ahora destacar:
La escena se desarrolla el primer día de la semana, ocasión en que como ahora se celebra la fe en un Cristo al que no se ve físicamente, pero al cual se percibe ante todo a través de la palabra y de la eucaristía; se parte de un bajo nivel de fe que ha de crecer como María Magdalena.
La tentación humana de los creyentes es de desánimo al no hallar a Cristo en las condiciones que uno esperaría, existen signos que funcionan para quien tiene fe, las vendas, el sudario, etc. que manifiestan una ausencia por que algo a pasado, son una invitación, pero no una imposición para creer.
Pedro entra a aquel ámbito donde es preciso entrar, la contemplación desde la fe de que Dios actuó en Cristo resucitándolo y actuará en los que crean dándoles vida abundante.
La fe se ha de practicar en la palabra, ella y la fe en los sacramentos son lo único que la iglesia tiene, ellos son orientadores a un mundo extraño, el otro discípulo vio que el Señor no estaba y creyó en lugar de desanimarse; a esas conclusiones sobre la acción de Dios sólo puede llevar la fe en la palabra.
El amor y la fe se ayudan, el discípulo a quien Jesús quería y que sin duda correspondía al maestro, es quien tendrá una cierta facilidad para reconocer la manera y los caminos por los que actúa aquel a quien se ama y por lo mismo se conoce.
La reorientación total de la historia del mundo en general y de la vida de los creyentes en particular, viene a ser el tema central de la segunda lectura de la carta a los Colosenses, San Pablo usa un lenguaje especial para hablar del nuevo estado de las cosas a partir de la pascua, es como si todo hubiera sido atraído hacia arriba, es decir, hacia Cristo resucitado.
Sin embargo, persisten en la comunidad falsos valores, acciones culpables, tendencias personales y comunitarias que no se han transformado, una serie de elementos que denuncian que en el fondo todavía se vive hacia abajo.
Según el hombre viejo, según la carne, el pecado que deberían de haber quedado sepultados por el bautismo; habrá que disponerse a vivir escondidos con Cristo en Dios, es decir, a tomar en serio la fe cristiana, a que ella no aparezca bien a los ojos del mundo, de las estructuras de poder y de orgullo que relucen en el mundo. Una opción que no es fácil pero que se puede fortalecer pensando en que Cristo ya ha comenzado a aparecer en la gloria de la vida resucitada.
Queridos hermanos, llegados hasta aquí, nos encontramos con la palabra, y nos encontramos con los sacramentos, ¿Por qué nos reunimos en este lugar? ¿a que hemos venido a esta casita? claro, muchos me dirán … hemos venido a ver Nuestra Madre, la Virgen de Guadalupe, ¡es cierto! pero ella misma no estaría aquí, sin el gran acontecimiento de la resurrección de su hijo.
Todo ha cambiado a partir de la vida nueva de Jesucristo resucitado, motivo de nuestra fe y de nuestra esperanza; así que, para nosotros la presencia de Nuestra Señora es un signo más de que efectivamente el Señor está vivo en medio de nosotros, porque Él está vivo es que nosotros creemos y venimos hasta aquí para presentar a María Nuestra Hermana, Nuestra Madre, las necesidades de los nuestros; así como las propias, para suplicar su intercesión.
Así que, como María Magdalena, como Pedro, como Juan, delante de los signos, la palabra, la oración, los sacramentos, esta asamblea, Nuestra Bella Madre, experimentemos la conciencia de que Jesucristo está vivo con nosotros y comuniquémoslo al mundo, atendiendo a las cosa de arriba, a los criterios del evangelio de Nuestro Señor, seamos signos de esperanza para todos los que piensan que nada puede cambiar.
Al extender tus manos en la cruz ¡Oh Cristo!,
derramaste sobre el universo el amor del Padre,
por eso hoy ante la tumba vacía te cantamos victoria,
pues si tu la llamas, la vida te obedece,
¡Oh Cristo, Señor de la vida!,
renueva nuestra vocación de testigos
y ante tu sepulcro vacío aumenta nuestra fe y nuestro amor.
Que pueda este fortalecernos para acercarnos a toda persona que no te conozca, que pueda hacernos buscar las cosas de arriba, en una constante construcción de tu reino en el mundo, que movidos por tu palabra creamos y promovamos la vida de nuestros hermanos.
Tú que vives y reinas inmortal y glorioso, por los siglos de los siglos.
Amén.
Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, 2 de abril de 2023

Audio de la Homilía
MARZO 2023
V Domingo Cuaresma, 26 de marzo de 2023

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IV Domingo Cuaresma, 19 de marzo de 2023

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Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por el Emmo. Sr. Cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México
“Despierta, tú que duermes; levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz”.
¿A qué despertar se refiere el Apóstol? ¿Por qué invita a ya no dormir? Hoy constatamos con gran claridad, que las tendencias y los dinamismos de la sociedad en general, son para atender el cuerpo. Y se descuida notablemente el desarrollo del espíritu, que hace vivir el cuerpo.
Estamos dormidos, y por tanto ciegos al no reconocer nuestra vocación a la trascendencia, nuestro destino a la vida eterna. Despierta, tú que duermes; porque solamente en la conjugación del cuerpo y del espíritu se encuentra el sentido de la vida, la razón por la que hemos sido creados, y se encuentra a la par, el camino de la verdad, y de la auténtica y estable felicidad.
¿Por qué está la sociedad atraída solo por lo sensible a los ojos y por las necesidades corporales, y notablemente miope o ciega para atender las realidades del espíritu que nos da vida? ¿Por qué nos preocupamos solamente del presente inmediato, sin tener en cuenta el futuro? ¿Qué nos ha faltado a la Iglesia para ser luz y levadura de la semilla del Reino de Dios, que ha traído Jesucristo al mundo? Por tanto, preguntémonos: ¿Cómo puede y debe la Iglesia cumplir su misión de ser luz en la sociedad?
Un primer criterio es aprender a mirar el corazón. Lo presenta la primera lectura, al narrar cómo es elegido David, el hijo menor de Jesé, quien ni su padre consideró que podría ser el elegido por el profeta Samuel para ser Rey. Dios le advirtió al profeta: “No te dejes impresionar por su aspecto ni por su gran estatura, pues yo lo he descartado, porque yo no juzgo como juzga el hombre. El hombre se fija en las apariencias, pero el Señor se fija en los corazones”.
Debemos pues adentrarnos en nuestro interior, conocernos a nosotros mismos, y compartir con los demás miembros de mi comunidad, lo que Dios siembra en nuestros corazones. Es el momento de pensar, ¿cómo me mira Dios? ¿Quién soy yo? ¿Me siento digno, contento, satisfecho de su amor? Necesitamos, darnos cuenta que el Señor mira y está atento a cada persona, está pendiente y esperando una respuesta. Y tener claro, que esa respuesta individual y personal sólo cobrará vida y fuerza, sí se une con los demás, si entra en comunión.
Este proceso nos ayudará a descubrir la personalidad de mis prójimos, superando la barrera de las apariencias, y desarrollando el arte de fijarnos en el corazón del prójimo.
Así aprenderemos a superar la ceguera espiritual y a despertar nuestra conciencia. Así recuperaremos el horizonte del destino para el cual fuimos creados.
Un segundo criterio es dar a conocer a Cristo, narrado en los 4 Evangelios, y vivido por la Iglesia naciente, como lo atestiguan los escritos del Nuevo Testamento; debemos convertirnos en testigos de sus enseñanzas, dando testimonio con mi vida.
Por eso, necesitamos participar habitualmente los domingos para encontrarnos con el Señor de la Vida, la Fuente de la Luz, y fortalecer nuestro interior, encontrándonos con Cristo, Palabra y Pan de la vida.
Un tercer criterio para ser luz en el mundo de hoy es reconocer nuestra propia fragilidad. Para reconocemos frágiles ante los demás, debo permanentemente examinar si soy atraído por la corrupción, por el delito, por el pecado. Así tomaré conciencia de mi propia fragilidad, lo que me facilitará entender al prójimo, sin dejarme impresionar por las apariencias, y a mirar su corazón. En el evangelio de hoy, el ciego de nacimiento pide limosna y da a conocer su ceguera. Reconociendo su fragilidad y su impotencia para mantenerse y vivir, y acude a la compasión y ayuda de quienes acuden al templo.
Jesús es el que se acerca al ciego de nacimiento que pedía limosna. No es el ciego el que busca a Jesús, es Jesús quien busca al ciego. Jesús además provoca con su acercamiento no solo curar al ciego, sino también para enseñanza de sus discípulos, quienes al preguntarle: ¿Quién peco para que éste fuera ciego, él o sus padres?
Aparece su errónea y frecuente concepción de considerar los males corporales, como consecuencia del pecado y por tanto un castigo de Dios. Jesús corrige esa interpretación: Las realidades y acontecimientos son ocasión para manifestar la intervención de Dios en la Historia de la humanidad, convirtiéndola así en Historia de Salvación.
La curación del ciego muestra a Jesús tomando tierra y modelando con su saliva el barro, provocando una alusión de la Creación del Hombre y la Mujer. Así Jesús se manifiesta como el Mesías capaz de generar una nueva criatura, lo cual hace referencia a la Nueva Vida del Espíritu, que Jesús explicó a Nicodemo. Para responder a la pregunta ¿cómo seré luz en el mundo de hoy? Debo con frecuencia examinar si me quedo en lo sucedido, sin descubrir lo que Dios quiere decirme a través de los acontecimientos; si no percibo lo que Dios me ha ofrecido como signos de su presencia y acción en mi persona y entre mis prójimos.
Aprendamos y constatemos que la vida de nuestro espíritu, es luz y orientación en los contextos sociales y culturales de nuestro tiempo. Por eso les pregunto: ¿Qué mirada nueva provoca hoy en mí la Palabra de Dios? ¿Me impulsa a transmitir, que he descubierto a Jesús como la luz del mundo, y me convence en ser misionero transmisor de esa experiencia, siguiendo el ejemplo del ciego de nacimiento?
Nuestra fragilidad nos conduce al temor, que frena manifestarnos como discípulos de Jesús, y así no cumpliremos como Iglesia la misión, de ser Luz del mundo y Sal de la tierra. Pidamos el auxilio de Nuestra Madre, María de Guadalupe para que seamos impulsados por su amor, a ser testigos de la presencia de su Hijo Cristo en el Mundo.
Oh María, Madre nuestra, tú resplandeces siempre en nuestro camino como un signo de salvación y esperanza; porque has venido aquí para mostrarnos el cariño y la ternura necesaria, que nos permite confiar en tí y en tu Hijo Jesucristo.
Te pedimos fortalezcas al Papa Francisco, quien hoy cumple 10 años de haber iniciado su ministerio pontificio, como Sucesor de Pedro y Vicario de Cristo en la tierra. Y durante este periodo ha insistentemente alentado para que seamos una Iglesia en salida, que vaya al encuentro de quienes no han desarrollado su vida espiritual, su relación con Dios, y por eso duermen y viven en las tinieblas.
Tú, Esperanza del pueblo mexicano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que nos ayudarás a interpretar, lo que Dios Padre espera de nosotros, en este tiempo tan desafiante.
En ti confiamos, Madre del Divino Amor, guíanos con la luz de la Fe y la fortaleza de la Esperanza para cumplir la voluntad del Padre, discerniendo en comunidad, lo que el Espíritu Santo siembra en nuestros corazones.
Auxílianos para que nuestras familias crezcan en el Amor, y aprendan a compartir lo que somos y tenemos con nuestros hermanos más necesitados.
Ayúdanos en esta Cuaresma a convertir nuestras penas y llantos en ocasión propicia para descubrir, que a través de la cruz, conseguiremos la alegría de la resurrección. A ti nos encomendamos, Madre de la Iglesia, para ser buenos y fieles discípulos de Jesucristo, como tú ejemplarmente lo fuiste; y convertirnos en sembradores y promotores de la paz.
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.
Amén.
III Domingo Cuaresma, 12 de marzo de 2023

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II Domingo Cuaresma, 5 de marzo de 2023

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FEBRERO 2023
I Domingo Cuaresma, 26 de febrero de 2023

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VII Domingo Ordinario, 19 de febrero de 2023

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V Domingo Ordinario, 5 de febrero de 2023

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ENERO 2023
IV Domingo Ordinario, 29 de enero de 2023

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Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por el Emmo. Sr. Cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México
“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció…. Porque tú quebrantaste su pesado yugo, la barra que oprimía sus hombros y el cetro de su tirano”.
Hoy la Palabra de Dios presenta tres temas fundamentales: el primero es el de la Luz. El segundo es la comunión eclesial. Y el tercero es la conversión pastoral y la Iglesia en Salida.
La clave para entender el concepto de luz, al que se refiere la Palabra de Dios, lo clarifica el Salmo 26; con el hemos respondido a la proclamación de la primera lectura: “El Señor es mi luz y mi salvación”.
Si el Señor es mi luz quiere decir, que no se trata de la luz proyectada por el sol, ni por la electricidad, o por una flama, sino de la persona de Jesús, que vino al mundo para iluminar el sentido de la vida y el destino para el que es y tiende esta vida terrestre. Pero además es una persona que interviene para apoyar y defender a sus discípulos de los riesgos y peligros por los que vayan pasando: “El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?”
La persona de Jesús orienta la manera como debemos afrontar la vida, y clarifica las actitudes para adquirir la fortaleza ante las adversidades. Y su conducta muestra la forma como debemos relacionarnos unos con otros. Sus enseñanzas las confirma con su vida coherente, hasta el extremo. Así la persona de Jesús muestra que Él es el camino, que conduce a la Verdad.
Recorriendo el camino de la vida, siguiendo a Jesús, nuestra relación con los demás será siempre propositiva, creativa y constructiva; por tanto el resultado será la comunión con los demás, que se vuelve el signo claro, de que caminamos correcta y acertadamente hacia la verdad.
Por eso, san Pablo advierte a la comunidad: “Los exhorto, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que todos vivan en concordia y no haya divisiones entre ustedes, a que estén perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo pensar”.
Y lo hace porque ha recibido información de la división, que se ha extendido en la comunidad de los Corintios: “Me he enterado, hermanos, por algunos servidores de Cloe, de que hay discordia entre ustedes. Les digo esto, porque cada uno de ustedes ha tomado partido, diciendo: «Yo soy de Pablo», «Yo soy de Apolo», «Yo soy de Pedro», «Yo soy de Cristo». ¿Acaso Cristo está dividido? ¿Es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O han sido bautizados ustedes en nombre de Pablo?”
Una comunidad dividida no es auténtica comunidad eclesial. La comunidad que desea Dios, Nuestro Padre es la que nace y crece en el amor. Y como Dios es amor, desea que nos preparemos a convivir con Él toda la eternidad; por esta razón es indispensable esforzarnos en procurar y promover la comunión a toda costa.
De ahí, el por qué el Papa San Juan Pablo II en su Carta Apostólica: “Novo Millennio Ineunte” afirma de manera contundente: “Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo” (No. 43).
Este camino de educar y vivir la comunión se concreta de manera certera tomando conciencia de la Conversión Pastoral, la cual consiste en aceptar que el Reino de Dios, anunciado por Jesucristo es su persona, que expresado en su vida está ya presente en medio de nosotros, conforme lo recuerda hoy el evangelio de San Mateo: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció. Desde entonces comenzó Jesús a predicar, diciendo: Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”.
A continuación el Evangelista narra la llamada que hizo Jesús a los 4 pescadores Pedro y Andrés, Juan y Santiago, quienes dejando las redes y a sus padres, siguieron a Jesús. La respuesta vocacional es el primer paso para nuestra conversión pastoral.
Debemos descubrir nuestra vocación, por tanto debo preguntarme que me pide Dios: ¿Para qué me ha dado Dios la vida, en medio de mis contextos de vida actual? Este es el primer paso de la Conversión Pastoral, creer que el Reino de Dios está presente y a nuestro alcance, que consiste en vivir y promover la comunión, la buena relación humana, fraterna, solidaria y subsidiaria, y orientar mi vida con la espiritualidad de la comunión.
El segundo paso es la misión; es decir, lo que descubro me pide Dios, ponerlo en práctica. Lo cual será responder a las necesidades y situaciones, que encuentro en mi contexto familiar, vecinal, social y mundial; y así dar mi aporte para con mi testimonio invitar a otros a seguir a Jesús en comunión eclesial. Esto es lo que el Papa Francisco llama “Iglesia en Salida”. San Mateo lo explicita con las primeras actividades, con las que Jesús inicia su misión: “Andaba por toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando la buena nueva del Reino de Dios y curando a la gente de toda enfermedad y dolencia”.
Hoy también Jesús nos dirige la llamada a la Conversión Pastoral, en este desafiante tiempo, que nos toca vivir. Es oportuno interrogarme, si ya he descubierto a qué me ha llamado Dios en este vida, en esta etapa que vivo, en mis contextos y relaciones actuales. Y segundo, tomar conciencia de lo que he hecho actualmente, y darle gracias y pedir me ayude a seguirle respondiendo cada día.
Nuestra Madre, María de Guadalupe, ha sabido siempre responder positivamente a la llamada de Dios, aceptando y realizando sus proyectos. Por eso ha venido a nuestras tierras para ayudarnos a dar nuestra respuesta: ¡Pidámosle nos auxilie como buena Madre, que es con nosotros!
Madre de Dios y Madre nuestra, conscientes del tiempo tan desafiante que vivimos ante tanta ambigüedad y confusión de mundo actual, donde ha crecido la violencia y el odio, y aunque los acontecimientos de nuestra existencia parezcan tan trágicos y nos sintamos empujados al túnel oscuro y difícil de la injusticia y el sufrimiento, ayúdanos a mantener el corazón abierto a la esperanza, confiando en Dios que se hace presente, nos acompaña con ternura, nos sostiene en la fatiga y, orienta nuestro camino para estar vigilantes, buscando el bien, la justicia y la verdad.
Con tu cariño y ternura transforma nuestro miedo y sentimientos de soledad en esperanza y fraternidad, para lograr una verdadera conversión del corazón, y generemos una Iglesia Sinodal, aprendiendo a caminar juntos; así seremos capaces de escuchar y responder al clamor de la tierra y al clamor de los pobres.
Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, ayúdanos a manifestar a través de nuestras vidas que Cristo, tu Hijo Jesús, vive en medio de nosotros, y nos convirtamos así en sus discípulos y misioneros en el tiempo actual.
Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino, como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.
III Domingo Ordinario, 22 de enero de 2023

Audio de la Homilía

Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por el Emmo. Sr. Cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México
“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció…. Porque tú quebrantaste su pesado yugo, la barra que oprimía sus hombros y el cetro de su tirano”.
Hoy la Palabra de Dios presenta tres temas fundamentales: el primero es el de la Luz. El segundo es la comunión eclesial. Y el tercero es la conversión pastoral y la Iglesia en Salida.
La clave para entender el concepto de luz, al que se refiere la Palabra de Dios, lo clarifica el Salmo 26; con el hemos respondido a la proclamación de la primera lectura: “El Señor es mi luz y mi salvación”.
Si el Señor es mi luz quiere decir, que no se trata de la luz proyectada por el sol, ni por la electricidad, o por una flama, sino de la persona de Jesús, que vino al mundo para iluminar el sentido de la vida y el destino para el que es y tiende esta vida terrestre. Pero además es una persona que interviene para apoyar y defender a sus discípulos de los riesgos y peligros por los que vayan pasando: “El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?”
La persona de Jesús orienta la manera como debemos afrontar la vida, y clarifica las actitudes para adquirir la fortaleza ante las adversidades. Y su conducta muestra la forma como debemos relacionarnos unos con otros. Sus enseñanzas las confirma con su vida coherente, hasta el extremo. Así la persona de Jesús muestra que Él es el camino, que conduce a la Verdad.
Recorriendo el camino de la vida, siguiendo a Jesús, nuestra relación con los demás será siempre propositiva, creativa y constructiva; por tanto el resultado será la comunión con los demás, que se vuelve el signo claro, de que caminamos correcta y acertadamente hacia la verdad.
Por eso, san Pablo advierte a la comunidad: “Los exhorto, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que todos vivan en concordia y no haya divisiones entre ustedes, a que estén perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo pensar”.
Y lo hace porque ha recibido información de la división, que se ha extendido en la comunidad de los Corintios: “Me he enterado, hermanos, por algunos servidores de Cloe, de que hay discordia entre ustedes. Les digo esto, porque cada uno de ustedes ha tomado partido, diciendo: «Yo soy de Pablo», «Yo soy de Apolo», «Yo soy de Pedro», «Yo soy de Cristo». ¿Acaso Cristo está dividido? ¿Es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O han sido bautizados ustedes en nombre de Pablo?”
Una comunidad dividida no es auténtica comunidad eclesial. La comunidad que desea Dios, Nuestro Padre es la que nace y crece en el amor. Y como Dios es amor, desea que nos preparemos a convivir con Él toda la eternidad; por esta razón es indispensable esforzarnos en procurar y promover la comunión a toda costa.
De ahí, el por qué el Papa San Juan Pablo II en su Carta Apostólica: “Novo Millennio Ineunte” afirma de manera contundente: “Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo” (No. 43).
Este camino de educar y vivir la comunión se concreta de manera certera tomando conciencia de la Conversión Pastoral, la cual consiste en aceptar que el Reino de Dios, anunciado por Jesucristo es su persona, que expresado en su vida está ya presente en medio de nosotros, conforme lo recuerda hoy el evangelio de San Mateo: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció. Desde entonces comenzó Jesús a predicar, diciendo: Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”.
A continuación el Evangelista narra la llamada que hizo Jesús a los 4 pescadores Pedro y Andrés, Juan y Santiago, quienes dejando las redes y a sus padres, siguieron a Jesús. La respuesta vocacional es el primer paso para nuestra conversión pastoral.
Debemos descubrir nuestra vocación, por tanto debo preguntarme que me pide Dios: ¿Para qué me ha dado Dios la vida, en medio de mis contextos de vida actual? Este es el primer paso de la Conversión Pastoral, creer que el Reino de Dios está presente y a nuestro alcance, que consiste en vivir y promover la comunión, la buena relación humana, fraterna, solidaria y subsidiaria, y orientar mi vida con la espiritualidad de la comunión.
El segundo paso es la misión; es decir, lo que descubro me pide Dios, ponerlo en práctica. Lo cual será responder a las necesidades y situaciones, que encuentro en mi contexto familiar, vecinal, social y mundial; y así dar mi aporte para con mi testimonio invitar a otros a seguir a Jesús en comunión eclesial. Esto es lo que el Papa Francisco llama “Iglesia en Salida”. San Mateo lo explicita con las primeras actividades, con las que Jesús inicia su misión: “Andaba por toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando la buena nueva del Reino de Dios y curando a la gente de toda enfermedad y dolencia”.
Hoy también Jesús nos dirige la llamada a la Conversión Pastoral, en este desafiante tiempo, que nos toca vivir. Es oportuno interrogarme, si ya he descubierto a qué me ha llamado Dios en este vida, en esta etapa que vivo, en mis contextos y relaciones actuales. Y segundo, tomar conciencia de lo que he hecho actualmente, y darle gracias y pedir me ayude a seguirle respondiendo cada día.
Nuestra Madre, María de Guadalupe, ha sabido siempre responder positivamente a la llamada de Dios, aceptando y realizando sus proyectos. Por eso ha venido a nuestras tierras para ayudarnos a dar nuestra respuesta: ¡Pidámosle nos auxilie como buena Madre, que es con nosotros!
Madre de Dios y Madre nuestra, conscientes del tiempo tan desafiante que vivimos ante tanta ambigüedad y confusión de mundo actual, donde ha crecido la violencia y el odio, y aunque los acontecimientos de nuestra existencia parezcan tan trágicos y nos sintamos empujados al túnel oscuro y difícil de la injusticia y el sufrimiento, ayúdanos a mantener el corazón abierto a la esperanza, confiando en Dios que se hace presente, nos acompaña con ternura, nos sostiene en la fatiga y, orienta nuestro camino para estar vigilantes, buscando el bien, la justicia y la verdad.
Con tu cariño y ternura transforma nuestro miedo y sentimientos de soledad en esperanza y fraternidad, para lograr una verdadera conversión del corazón, y generemos una Iglesia Sinodal, aprendiendo a caminar juntos; así seremos capaces de escuchar y responder al clamor de la tierra y al clamor de los pobres.
Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, ayúdanos a manifestar a través de nuestras vidas que Cristo, tu Hijo Jesús, vive en medio de nosotros, y nos convirtamos así en sus discípulos y misioneros en el tiempo actual.
Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino, como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.
II Domingo Ordinario, 15 de enero de 2023

Audio de la Homilía

Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por S.E. Mons. Francisco Javier Acero Pérez, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México
Hoy la palabra de Dios, el texto de Isaías nos habla del siervo y de la luz…
El siervo es el instrumento para hacer luz en todas partes y dos actitudes bien concretas tiene un Siervo de Dios: “La humildad y la disponibilidad”.
Todo esto parte de uno mismo, no de mis ideas, ser humilde y estar disponible, hoy celebramos 38 años de un sacerdote humilde y disponible y muchos otros que hay por toda la nación humildes y siempre dispuestos a servir al pueblo de Dios como este siervo que nos ha escrito la palabra. Todo esto de ser siervo de Dios se origina desde el encuentro silencioso con el Señor, un encuentro en donde la contemplación de Dios nos toca el corazón porque siervos de Dios somos todos.
Desde la vocación a la que hemos sido convocados y llamados como sacerdotes, como casados, como viudas, como jóvenes somos siervos llamados por Dios que nos toca el corazón y nos hace cambiar de actitudes y de lenguaje, esto no es algo intimista, como nos dice la lectura se convierte en una ocasión para ir con todos los hermanos, sean de la nación que sea.
La categoría fundamental de la iglesia es la de servir a Dios y a su pueblo, un servicio que se hace siempre desde la libertad y desde el amor, somos miembros del pueblo de Dios que estamos llamados a servir a nuestro pueblo, ese pueblo que nos dio fe y en el cual se originó la fe y además nos sigue acompañado en la fe. Cada uno de nosotros estamos llamados a ser luz, a ser faros que alumbran en medio de las tempestades ideológicas que vivimos, estamos llamados a ser luz en medio del activismo que abandona la posibilidad de diálogo para alcanzar una verdad común sobre la convivencia humana; el desarrollo como personas y como sociedad. Hacer luz en medio de una dictadura del propio yo y de lo que me apetece, somos luz y estamos llamados a dar luz para defender la dignidad de la persona humana en todas sus dimensiones y de los derechos humanos en cada persona.
Hemos proclamado en el salmo responsorial que estamos para hacer su voluntad y Dios nos pide en este momento a todos que seamos apóstoles de la misericordia, y la misericordia hermanos, inicia en mi persona cuando yo estoy dispuesto a aceptar el aquí y el ahora, no las nostalgias del pasado, ni los sueños del futuro, el aquí y el ahora. Cuando no acepto esto, disfrazo la voluntad de Dios en mi voluntad; podemos ser católicos de sacramentos, justificando nuestros actos pocos misericordiosos que no contribuyen a la unidad de la iglesia.
Dios hoy nos llama a estar unidos desde la misericordia y la comprensión, por eso decimos: aquí estoy Señor para hacer tu voluntad, en la segunda lectura, el apóstol desea lo que todo seguidor de Cristo nos pide, desea “La gracia y la paz”. Hoy más que nunca necesitamos la paz, la paz en nuestros corazones para implorar la gracia y la paz también para nuestra nación y todo Latinoamérica, la paz para el mundo, los deseos de paz nos lo concede el Señor cuando apagamos nuestra guerras y deseos internos y colaboramos desde la comprensión a ser un mundo más agradable al que tengo por lo menos a mi lado, un mundo agradable a los vecinos, a los que están en el bar y en la colonia, el evangelio de hoy nos muestra una figura profética; Juan que siempre señala a Jesús, San Agustín los define muy bien… Juan es la voz y Jesús es la palabra encarnada.
Esta cita evangélica me recuerda que tengo que estar siempre centrado en Jesús y esto nos recuerda siempre a todos que cada vez que hagamos algo que sea siempre en nombre de Jesús, y no nuestras propias acciones; dejemos a un lado nuestra conductas de mérito y agarrémonos más de nuestras convicciones propias como creyentes, no podemos caer en la tentación de servirnos del evangelio para lanzar nuestras propias ideas; nosotros estamos señalados, estamos llamados a señalar al cordero de Dios, a predicar la propia experiencia y encuentro con Dios, nuestros gestos y actitudes siempre nos tiene que llevar a Jesús.
Él es el centro de nuestra vida y por Él tenemos que desgastar nuestra vida, desgastarnos todos para que su paz llegue al corazón de todos, como hemos dicho varias veces, optemos con prontitud y en todo momento por combatir la violencia, no nos esperemos, podemos hacerlo hoy mismo, y con ello contribuir de una manera trascendental en la promoción de la paz, utilicemos una comunicación asertiva, seamos amables, saludemos a nuestros vecinos, al portero, al policía, al que nos recibe en la puerta del negocio, a la persona que nos atiende en una ventanilla, incluso a aquellos que o nos saludan, al que parece indiferente o a quien no nos agrada.
Hoy hermanos celebramos una jornada de oración por los periodistas defensores de la verdad y de los derechos humanos, muchos periodistas son profesionales, que buscan la verdad de los acontecimientos, los tenemos que ayudar con nuestra oración, son muchas horas de ausencia con su familia, por comunicar el acontecimiento y compartir la información con la sociedad; ellos son como Juan, que señalan y describen los sucesos y como Juan sus vidas corren peligro.
Once periodistas en México, en nuestra nación, fueron asesinados, tres más que en Ucrania, no podemos ser diferentes, indiferentes ante estas realidades; hoy en esta jornada que la conferencia episcopal de México nos marca para orar por los periodistas defensores de los derechos humanos y de la verdad, hoy oramos aquí por ellos y ponemos en manos de la Virgen de Guadalupe a sus familias que sufren la ausencia de estos once periodistas y sus seres queridos y también que sufren las ausencias de los periodistas que la calle van tomando la noticia cada día.
Hermanos, nosotros somos agentes de la paz y cuando señalamos a Jesús señalamos a la paz, que nuestras acciones nos lleven siempre a ser agentes de paz, que recuerden que el que tiene paz es porque Jesús está dentro de ellos.
Les pido ponernos de pie y ofrecer a la Virgen de Guadalupe la labor de todos los periodistas y sus familias dedicada a todos los comunicadores de nuestra nación, con esta oración adaptada del Papa Francisco:
Virgen de Guadalupe, haznos instrumentos y mensajeros de tu paz,
Haznos reconocer el mal que se insinúa en una comunicación que no crea comunión,
Haznos capaces de quitar el veneno de nuestros juicios,
Ayúdanos a hablar de los otros como hermanos y hermanas,
Tú eres fiel y digno de confianza,
Haz que nuestras palabras sean semillas de bien para el mundo donde hay ruido,
Haz que practiquemos la escucha, y donde hay confusión haz que inspiremos armonía,
Donde hay ambigüedad, que haya caridad y claridad,
Donde hay exclusión, haz que llevemos la fraternidad,
Donde hay sensacionalismo, haz que usemos la sobriedad,
Donde hay superficialidad, haz que plantemos interrogantes verdaderos,
Donde hay prejuicio, haz que suscitemos confianza,
Donde hay agresividad, haz que llevemos respeto,
Donde hay falsedad, haz que llevemos verdad.
Amén.
La Epifanía del Señor, 8 de enero de 2023

Audio de la Homilía

Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por S.E. Mons. Andrés Luis García Jasso, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México
Hoy celebramos la Epifanía del Señor, el mesías que manifiesta al mundo entero la salvación. Hace pocos días, en la Solemnidad de la Natividad del Señor, escuchamos como un ángel del Señor se apareció a los pastores y les dijo: «No teman. Les traigo una buena noticia, que causará gran alegría a todo el pueblo: hoy les ha nacido, en la ciudad de David, un salvador…» Las sagradas Escrituras nos dicen que los pastores fueron, y encontraron a María, a José y al niño, recostado en el pesebre. Quizá no nos sorprende que en cuanto los pastores escucharon el anuncio del ángel, inmediatamente fueron a comprobar lo que se les había anunciado, ya que, el pueblo de Israel, esperaba la venida del mesías que tanto habían anunciado los profetas, sin embargo, la figura de los magos de oriente, nos da una perspectiva diferente, no fueron ángeles los que guiaron a los sabios, sino una estrella que surgió y los guio hasta el lugar en el que había nacido el rey de los judíos.
El Señor se manifiesta no solo al pueblo escogido, sino al mundo entero, San Pablo nos lo recuerda en la segunda lectura cuando dice: «también los paganos son coherederos de la misma herencia, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Jesucristo». Con la Epifanía del Señor, celebramos mucho más que solo la venida de los reyes magos, celebramos que el Mesías se ha manifestado al mundo entero, que el anuncio de la salvación no es para unos cuantos, sino para todos aquellos que quieran. El misterio de la encarnación se empieza revelar a todos los pueblos, y los pueblos paganos salen al encuentro del que sería el pastor de Israel.
Estos sabios astrólogos de oriente vieron surgir una estrella, nos podríamos preguntar cuántas estrellas no habrían visto en el firmamento, pero ésta estrella era diferente, una estrella que indicaba que un rey había nacido, un rey que venía a iluminar a un pueblo que caminaba en las tinieblas, un rey que traía la salvación. Por eso se ponen en camino, en busca de ese rey que acababa de nacer, y después de algunas vicisitudes encontraron el lugar donde estaba el niño con María, su madre. Y postrándose le adoraron, ofreciendo regalos: oro, símbolo de su Realeza; incienso, reconociendo su Divinidad; y mirra, representando la Pasión que sufriría para salvar a los hombres.
Cuando los magos iniciaron su camino no sabían con exactitud a dónde iban o qué encontrarían, de hecho antes de llegar a Belén fueron a Jerusalén, al palacio de Herodes, suponiendo que si buscaban un rey lo encontrarían en el palacio, pero el Señor los guio y los llevó al lugar correcto.
Qué buscaban los magos de oriente, qué necesitaban, por qué se toman la molestia de buscar a este pequeño. Podríamos pensar que si eran sabios astrólogos, si tenían la capacidad de dar esos regalos, es decir, si tenían su vida resuelta, no necesitarían de algo más; pero el corazón de estos hombres buscaba una sabiduría diferente, y esto les impulsó a buscar algo más, algo que ni su inteligencia, ni su riqueza les podía dar: la salvación, la vida eterna.
También a nosotros se nos ha anunciado esta buena noticia, esta palabra de salvación: el Mesías ha nacido en Belén. Se abre un camino de esperanza, el pastor de Israel viene a salvar a su pueblo, Dios que se hace hombre, asume nuestra propia naturaleza para poderla redimir. Cuántas veces hemos visto que nuestra vida parece completa, tenemos vida, salud, trabajo, una familia, somos exitosos, pero nos falta algo, nos sentimos interiormente incompletos, y no sabemos exactamente qué es lo que nos falta, lo único que sabemos es que aparentemente tenemos todo, pero nuestro espíritu anhela algo diferente. El corazón del hombre no descansa hasta encontrar al salvador, por eso nuestro espíritu constantemente busca la verdad; hay muchas estrellas en el firmamento que nos pueden deslumbrar con su resplandor, es decir, el mundo constantemente nos ofrece cosas que nos aseguran la felicidad, y puede que nos den una alegría pasajera, por eso digo que hay muchas estrellas en el firmamento, pero sólo una es la que conduce a la paz verdadera.
Los magos de oriente la encontraron y la siguieron, y hoy nos invitan a seguir su camino, sabemos que en el camino habrá dificultades, envidias, odios, es decir, que nos encontraremos con Herodes, pero debemos recordar que no caminamos solos, el Señor nos va guiando, nos habla a través de la oración, y si erramos el camino nos conduce iluminando nuestras tinieblas, y llevándonos al lugar donde está el Salvador, escuchemos la voz del Señor, vayamos a Belén, y encontraremos al niño acostado en el pesebre. Pidamos al Señor la gracia para poder reconocer, al igual que los sabios de oriente, al Hijo de Dios que nos trae la salvación.