Misas Dominicales
del Emmo. Sr. Cardenal Carlos Aguiar Retes,
Arzobispo Primado de México

MAYO 2023
La Ascensión del Señor, 21 de mayo de 2023

Audio de la Homilía
VI Domingo de Pascua, 14 de mayo de 2023

Audio de la Homilía
V Domingo de Pascua, 7 de mayo de 2023

Audio de la Homilía
ABRIL 2023
IV Domingo de Pascua, 30 de abril de 2023

Audio de la Homilía

Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por S.E. Mons. Salvador González Morales, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México
“Pónganse a salvo de este mundo corrompido”.
Siempre ha habido corrupción en la sociedad de todos los tiempos, los modos cambian, pero el ojo del huracán es siempre el mismo: seguir las tendencias e instintos de manera irracional y de forma individualista, conquistando espacios para el provecho personal, sin importar la dignidad de toda persona y el bien común.
Ante esto, debemos recordar y confiar que la Buena Nueva del Reino de Dios, está presente en el mundo; ya que Dios Padre suscita en nuestro corazón el deseo de experimentarlo: ¿Cómo podemos corresponder y qué debemos hacer para colaborar en la extensión del Reino del Amor?
Hay que partir de la aceptación de los contextos socioculturales concretos, que van sucediendo en cada generación, interpretarlos a la luz de las enseñanzas de Jesús, y descubrir, con la ayuda de la comunidad cristiana y de los hombre de buena voluntad, acompañados de un buen pastor, las posibles maneras de anunciar la Buena Nueva, y transmitir la confianza y esperanza, de que contamos con la asistencia del Espíritu Santo. Aunque haya luz en el camino es indispensable recorrerlo acompañado y guiado. Este proceso no es simplemente de relación individual sino grupal, comunitario, eclesial.
En este domingo IV del tiempo pascual, celebramos a Jesucristo, el Buen Pastor, que entregó su vida para la salvación de la Humanidad. ¿Cómo hace presente Jesús el ejercicio de pastorear a sus discípulos a lo largo de los siglos?
Jesús, el Buen Pastor, ha querido llamar y elegir a algunos de sus hijos para que actualicen su labor a lo largo de la Historia. El Buen Pastor camina junto a sus ovejas para afrontar los peligros y superarlos, para llegar al lugar elegido, sin correr riesgos innecesarios. El Pastor conoce a cada uno por su nombre, con sus cualidades y características. Por eso eligió de entre sus seguidores a los Apóstoles, y ellos a su vez, a sus colaboradores los Presbíteros, y a sus sucesores.
La labor pastoral de conducir a una comunidad de cristianos es fundamental para mantener la unidad y la comunión, y extenderla en servicio de todas las naciones, de toda la humanidad. Por esta razón debemos orar para que Jesús siga suscitando en el corazón de sus discípulos, la inquietud vocacional para servir una determinada comunidad en su nombre y en comunión con los demás pastores. De esta manera se preserva la comunión en la Iglesia, en cada Diócesis los Presbíteros en torno a su Obispo, y a su vez los Obispos en comunión con el Sucesor de Pedro, hoy el Papa Francisco.
Así comprendemos la afirmación de Jesús: “Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos. El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.”
Todo joven llamado a ser Presbítero debe prepararse, para dar testimonio como buen pastor que resguarda al rebaño, lo reconoce y protege. Por eso, debemos siempre orar por nuestros sacerdotes, y por el surgimiento de nuevas vocaciones, para preservar la presencia del Buen Pastor en cada comunidad.
Ahora bien, ya que estamos creados para la relación y la convivencia, de ahí procede el proyecto de la familia. Nos necesitamos y nos necesitan. Es conveniente recordar que hay diferentes niveles del pastoreo, que se ejerce como padres de familia, como hermanos mayores, como vecinos, como trabajadores en su ambiente laboral, como ciudadanos en la sociedad, y como gobernantes, manteniendo la justicia y promoviendo la solidaridad.
De esta manera el recorrido de la vida, realizado en experiencia comunitaria y a la luz de Jesucristo, Buen Pastor, fortalece el corazón de toda persona para compartir las alegrías y suscitar esperanza, y especialmente para afrontar la propia cruz, que llega con los sufrimientos sean corporales o espirituales.
Por eso afirma San Pedro: “Hermanos: Soportar con paciencia los sufrimientos que les vienen a ustedes por hacer el bien, es cosa agradable a los ojos de Dios, pues a esto han sido llamados, ya que también Cristo sufrió por ustedes y les dejó así un ejemplo para que sigan sus huellas”.
Esta vida la recorremos viviendo las diferentes etapas: niñez, adolescencia, juventud, como adultos, y en la vejez. En ellas necesitamos de los demás de manera muy distinta en cada etapa. Esta ayuda solidaria es la hermosa experiencia de sentirse comunidad, de conocerse entre sí, de ayudarse solidariamente en el recorrido, para reconocer con inmensa gratitud, a quien nos ha extendido su mano, siempre que lo habremos necesitado.
¿Descubro en mi experiencia a Jesús como la Puerta, y como mi guardián y guía, en mi vida?¿Lo percibo a través de mis padres, de los sacerdotes, de mis mayores, de mis amigos?
Lamentablemente hay tantos cristianos que se alejan cuando más necesitan del compartir en la escucha y en la puesta común de lo acaecido. En la noche de la vida es más indispensable la compañía del Pastor y de la comunidad. De ahí que haya que evitar el aislamiento y la soledad buscada como evasión de los demás.
La noche es momento de compartir la intimidad espiritual con la mirada puesta en el nuevo amanecer, que suscita la esperanza. Oremos con el salmo 22:
“El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas. Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me dan seguridad”.
Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, este día del Buen Pastor, te pedimos fortalezcas en su ministerio a todos los actuales pastores de la Iglesia, y especialmente anima a los jóvenes para que acompañados por guías sapientes y generosos, respondan a la llamada que les dirige tu Hijo Jesús a cada uno de ellos, para realizar el propio proyecto de vida y alcanzar la felicidad.
Que aprendan de tu incondicional respuesta a la solicitud de Dios, para mantener abiertos sus corazones a los grandes sueños, y descubran la felicidad y la alegría como frutos del amor y del servicio en favor de sus hermanos, superando la tentación de la búsqueda del placer por el placer, y logren orientar sus instintos, buscando siempre el bien del ser amado por encima del propio bien.
A quienes Jesús llame a ser sacerdotes, como buena Madre trasforma su posible temor y miedo, y haz surgir en ellos la esperanza y los sentimientos de fraternidad para que experimenten una verdadera conversión del corazón, que los conduzca a la decisión de servir a sus hermanos como buenos pastores.
Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe!
Amén.
III Domingo de Pascua, 23 de abril de 2023

Audio de la Homilía
II Domingo de Pascua, 16 de abril de 2023

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Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, 9 de abril de 2023

Audio de la Homilía

Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por S.E. Mons. Salvador González Morales, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México
No habían entendido las escrituras según las cuales Jesús debía de resucitar de entre los muertos…
La palabra que se nos regala este gran día gira en torno a la importancia única del misterio pascual para la vida de los creyentes, discípulos y testigos, pero también para la humanidad entera.
Ante lo que ha sucedido en Jerusalén en estos días, nada ni nadie puede quedar como antes, con la luminosa resurrección de Cristo toda la historia del mundo a tomado otro rumbo, buscando las cosas que pertenecen al ambiente de la resurrección, las de arriba, donde está Cristo.
Especialmente la comunidad cristiana, nosotros, hemos dar lugar a la transformación que se da en los que ahora deben ser testigos de estas cosas ante el mundo entero; la meditación de esta palabra nos lleva a volver los ojos al resucitado, de una manera nueva, como el otro discípulo e iniciar una contemplación del misterio del Señor que impulsa la existencia entera a su seguimiento renovado y a su testimonio constante.
La lectura del libro de los hechos de los apóstoles que hemos ahora tenido como primera lectura, causa siempre la impresión de un contacto con el ambiente vivo y gozoso de los primeros anuncios de la resurrección de Cristo, en efecto, en esta ocasión Pedro es llevado de una manera sorprendente a casa de Cornelio; el Señor quiere que sea un testigo delante de un tipo de personas que para el mismo Pedro, no cabría en el campo de elección del antiguo Israel.
A Cornelio y a su familia corresponde sin embargo el título de pueblo consagrado al nombre del Señor por pura gracia de elección divina, en el discurso testimonial de Pedro en ese ambiente hay que notar primero, Dios no hace excepción de personas, la novedad del evangelio de la resurrección reside precisamente en que transforma los criterios humanos, lo viejo a quedado en el sepulcro y como a pedro en su extraña misión al cristiano corresponderá vivir en apertura fraternal a todos los que Dios quiera llamar a ser parte de su iglesia
Segundo: Los llamados a creer deben anunciar la obra de Cristo, en Pedro ya se da el paso del discipulado en la misión, a través de la narración de la historia de Jesús queda claro que aquél que pasó haciendo el bien, y liberando al hombre de toda opresión del mal, debe ser anunciado urgentemente y ello porque en Cristo muerto y resucitado se ha hallado finalmente al Mesías, al que convergían y aspiraban todas las profecías y anhelos del pasado humano.
Siempre sorprenderá a quien lee la escritura que en ninguno de los evangelios se contenga una narración de la resurrección paso a paso, pero a parte de la imposibilidad de que haya habido testigos oculares el interés de los autores de estos evangelios está en invitar al acto de fe en la palabra predicada que remite a un hecho creído y cierto; sólo delante de la palabra se puede practicar la fe.
En el caso del discípulo que llegó primero y en quien la iglesia ha reconocido al mismo autor del cuarto evangelio, el acto de fe es en las escrituras que hasta ahora no había comprendido; pero que se referían al hecho de la resurrección que testimonia el sepulcro vacío.
Importan diversos elementos del relato que vamos ahora destacar:
La escena se desarrolla el primer día de la semana, ocasión en que como ahora se celebra la fe en un Cristo al que no se ve físicamente, pero al cual se percibe ante todo a través de la palabra y de la eucaristía; se parte de un bajo nivel de fe que ha de crecer como María Magdalena.
La tentación humana de los creyentes es de desánimo al no hallar a Cristo en las condiciones que uno esperaría, existen signos que funcionan para quien tiene fe, las vendas, el sudario, etc. que manifiestan una ausencia por que algo a pasado, son una invitación, pero no una imposición para creer.
Pedro entra a aquel ámbito donde es preciso entrar, la contemplación desde la fe de que Dios actuó en Cristo resucitándolo y actuará en los que crean dándoles vida abundante.
La fe se ha de practicar en la palabra, ella y la fe en los sacramentos son lo único que la iglesia tiene, ellos son orientadores a un mundo extraño, el otro discípulo vio que el Señor no estaba y creyó en lugar de desanimarse; a esas conclusiones sobre la acción de Dios sólo puede llevar la fe en la palabra.
El amor y la fe se ayudan, el discípulo a quien Jesús quería y que sin duda correspondía al maestro, es quien tendrá una cierta facilidad para reconocer la manera y los caminos por los que actúa aquel a quien se ama y por lo mismo se conoce.
La reorientación total de la historia del mundo en general y de la vida de los creyentes en particular, viene a ser el tema central de la segunda lectura de la carta a los Colosenses, San Pablo usa un lenguaje especial para hablar del nuevo estado de las cosas a partir de la pascua, es como si todo hubiera sido atraído hacia arriba, es decir, hacia Cristo resucitado.
Sin embargo, persisten en la comunidad falsos valores, acciones culpables, tendencias personales y comunitarias que no se han transformado, una serie de elementos que denuncian que en el fondo todavía se vive hacia abajo.
Según el hombre viejo, según la carne, el pecado que deberían de haber quedado sepultados por el bautismo; habrá que disponerse a vivir escondidos con Cristo en Dios, es decir, a tomar en serio la fe cristiana, a que ella no aparezca bien a los ojos del mundo, de las estructuras de poder y de orgullo que relucen en el mundo. Una opción que no es fácil pero que se puede fortalecer pensando en que Cristo ya ha comenzado a aparecer en la gloria de la vida resucitada.
Queridos hermanos, llegados hasta aquí, nos encontramos con la palabra, y nos encontramos con los sacramentos, ¿Por qué nos reunimos en este lugar? ¿a que hemos venido a esta casita? claro, muchos me dirán … hemos venido a ver Nuestra Madre, la Virgen de Guadalupe, ¡es cierto! pero ella misma no estaría aquí, sin el gran acontecimiento de la resurrección de su hijo.
Todo ha cambiado a partir de la vida nueva de Jesucristo resucitado, motivo de nuestra fe y de nuestra esperanza; así que, para nosotros la presencia de Nuestra Señora es un signo más de que efectivamente el Señor está vivo en medio de nosotros, porque Él está vivo es que nosotros creemos y venimos hasta aquí para presentar a María Nuestra Hermana, Nuestra Madre, las necesidades de los nuestros; así como las propias, para suplicar su intercesión.
Así que, como María Magdalena, como Pedro, como Juan, delante de los signos, la palabra, la oración, los sacramentos, esta asamblea, Nuestra Bella Madre, experimentemos la conciencia de que Jesucristo está vivo con nosotros y comuniquémoslo al mundo, atendiendo a las cosa de arriba, a los criterios del evangelio de Nuestro Señor, seamos signos de esperanza para todos los que piensan que nada puede cambiar.
Al extender tus manos en la cruz ¡Oh Cristo!,
derramaste sobre el universo el amor del Padre,
por eso hoy ante la tumba vacía te cantamos victoria,
pues si tu la llamas, la vida te obedece,
¡Oh Cristo, Señor de la vida!,
renueva nuestra vocación de testigos
y ante tu sepulcro vacío aumenta nuestra fe y nuestro amor.
Que pueda este fortalecernos para acercarnos a toda persona que no te conozca, que pueda hacernos buscar las cosas de arriba, en una constante construcción de tu reino en el mundo, que movidos por tu palabra creamos y promovamos la vida de nuestros hermanos.
Tú que vives y reinas inmortal y glorioso, por los siglos de los siglos.
Amén.
Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, 2 de abril de 2023

Audio de la Homilía
MARZO 2023
V Domingo Cuaresma, 26 de marzo de 2023

Audio de la Homilía
IV Domingo Cuaresma, 19 de marzo de 2023

Audio de la Homilía

Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por el Emmo. Sr. Cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México
“Despierta, tú que duermes; levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz”.
¿A qué despertar se refiere el Apóstol? ¿Por qué invita a ya no dormir? Hoy constatamos con gran claridad, que las tendencias y los dinamismos de la sociedad en general, son para atender el cuerpo. Y se descuida notablemente el desarrollo del espíritu, que hace vivir el cuerpo.
Estamos dormidos, y por tanto ciegos al no reconocer nuestra vocación a la trascendencia, nuestro destino a la vida eterna. Despierta, tú que duermes; porque solamente en la conjugación del cuerpo y del espíritu se encuentra el sentido de la vida, la razón por la que hemos sido creados, y se encuentra a la par, el camino de la verdad, y de la auténtica y estable felicidad.
¿Por qué está la sociedad atraída solo por lo sensible a los ojos y por las necesidades corporales, y notablemente miope o ciega para atender las realidades del espíritu que nos da vida? ¿Por qué nos preocupamos solamente del presente inmediato, sin tener en cuenta el futuro? ¿Qué nos ha faltado a la Iglesia para ser luz y levadura de la semilla del Reino de Dios, que ha traído Jesucristo al mundo? Por tanto, preguntémonos: ¿Cómo puede y debe la Iglesia cumplir su misión de ser luz en la sociedad?
Un primer criterio es aprender a mirar el corazón. Lo presenta la primera lectura, al narrar cómo es elegido David, el hijo menor de Jesé, quien ni su padre consideró que podría ser el elegido por el profeta Samuel para ser Rey. Dios le advirtió al profeta: “No te dejes impresionar por su aspecto ni por su gran estatura, pues yo lo he descartado, porque yo no juzgo como juzga el hombre. El hombre se fija en las apariencias, pero el Señor se fija en los corazones”.
Debemos pues adentrarnos en nuestro interior, conocernos a nosotros mismos, y compartir con los demás miembros de mi comunidad, lo que Dios siembra en nuestros corazones. Es el momento de pensar, ¿cómo me mira Dios? ¿Quién soy yo? ¿Me siento digno, contento, satisfecho de su amor? Necesitamos, darnos cuenta que el Señor mira y está atento a cada persona, está pendiente y esperando una respuesta. Y tener claro, que esa respuesta individual y personal sólo cobrará vida y fuerza, sí se une con los demás, si entra en comunión.
Este proceso nos ayudará a descubrir la personalidad de mis prójimos, superando la barrera de las apariencias, y desarrollando el arte de fijarnos en el corazón del prójimo.
Así aprenderemos a superar la ceguera espiritual y a despertar nuestra conciencia. Así recuperaremos el horizonte del destino para el cual fuimos creados.
Un segundo criterio es dar a conocer a Cristo, narrado en los 4 Evangelios, y vivido por la Iglesia naciente, como lo atestiguan los escritos del Nuevo Testamento; debemos convertirnos en testigos de sus enseñanzas, dando testimonio con mi vida.
Por eso, necesitamos participar habitualmente los domingos para encontrarnos con el Señor de la Vida, la Fuente de la Luz, y fortalecer nuestro interior, encontrándonos con Cristo, Palabra y Pan de la vida.
Un tercer criterio para ser luz en el mundo de hoy es reconocer nuestra propia fragilidad. Para reconocemos frágiles ante los demás, debo permanentemente examinar si soy atraído por la corrupción, por el delito, por el pecado. Así tomaré conciencia de mi propia fragilidad, lo que me facilitará entender al prójimo, sin dejarme impresionar por las apariencias, y a mirar su corazón. En el evangelio de hoy, el ciego de nacimiento pide limosna y da a conocer su ceguera. Reconociendo su fragilidad y su impotencia para mantenerse y vivir, y acude a la compasión y ayuda de quienes acuden al templo.
Jesús es el que se acerca al ciego de nacimiento que pedía limosna. No es el ciego el que busca a Jesús, es Jesús quien busca al ciego. Jesús además provoca con su acercamiento no solo curar al ciego, sino también para enseñanza de sus discípulos, quienes al preguntarle: ¿Quién peco para que éste fuera ciego, él o sus padres?
Aparece su errónea y frecuente concepción de considerar los males corporales, como consecuencia del pecado y por tanto un castigo de Dios. Jesús corrige esa interpretación: Las realidades y acontecimientos son ocasión para manifestar la intervención de Dios en la Historia de la humanidad, convirtiéndola así en Historia de Salvación.
La curación del ciego muestra a Jesús tomando tierra y modelando con su saliva el barro, provocando una alusión de la Creación del Hombre y la Mujer. Así Jesús se manifiesta como el Mesías capaz de generar una nueva criatura, lo cual hace referencia a la Nueva Vida del Espíritu, que Jesús explicó a Nicodemo. Para responder a la pregunta ¿cómo seré luz en el mundo de hoy? Debo con frecuencia examinar si me quedo en lo sucedido, sin descubrir lo que Dios quiere decirme a través de los acontecimientos; si no percibo lo que Dios me ha ofrecido como signos de su presencia y acción en mi persona y entre mis prójimos.
Aprendamos y constatemos que la vida de nuestro espíritu, es luz y orientación en los contextos sociales y culturales de nuestro tiempo. Por eso les pregunto: ¿Qué mirada nueva provoca hoy en mí la Palabra de Dios? ¿Me impulsa a transmitir, que he descubierto a Jesús como la luz del mundo, y me convence en ser misionero transmisor de esa experiencia, siguiendo el ejemplo del ciego de nacimiento?
Nuestra fragilidad nos conduce al temor, que frena manifestarnos como discípulos de Jesús, y así no cumpliremos como Iglesia la misión, de ser Luz del mundo y Sal de la tierra. Pidamos el auxilio de Nuestra Madre, María de Guadalupe para que seamos impulsados por su amor, a ser testigos de la presencia de su Hijo Cristo en el Mundo.
Oh María, Madre nuestra, tú resplandeces siempre en nuestro camino como un signo de salvación y esperanza; porque has venido aquí para mostrarnos el cariño y la ternura necesaria, que nos permite confiar en tí y en tu Hijo Jesucristo.
Te pedimos fortalezcas al Papa Francisco, quien hoy cumple 10 años de haber iniciado su ministerio pontificio, como Sucesor de Pedro y Vicario de Cristo en la tierra. Y durante este periodo ha insistentemente alentado para que seamos una Iglesia en salida, que vaya al encuentro de quienes no han desarrollado su vida espiritual, su relación con Dios, y por eso duermen y viven en las tinieblas.
Tú, Esperanza del pueblo mexicano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que nos ayudarás a interpretar, lo que Dios Padre espera de nosotros, en este tiempo tan desafiante.
En ti confiamos, Madre del Divino Amor, guíanos con la luz de la Fe y la fortaleza de la Esperanza para cumplir la voluntad del Padre, discerniendo en comunidad, lo que el Espíritu Santo siembra en nuestros corazones.
Auxílianos para que nuestras familias crezcan en el Amor, y aprendan a compartir lo que somos y tenemos con nuestros hermanos más necesitados.
Ayúdanos en esta Cuaresma a convertir nuestras penas y llantos en ocasión propicia para descubrir, que a través de la cruz, conseguiremos la alegría de la resurrección. A ti nos encomendamos, Madre de la Iglesia, para ser buenos y fieles discípulos de Jesucristo, como tú ejemplarmente lo fuiste; y convertirnos en sembradores y promotores de la paz.
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.
Amén.
III Domingo Cuaresma, 12 de marzo de 2023

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II Domingo Cuaresma, 5 de marzo de 2023

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FEBRERO 2023
I Domingo Cuaresma, 26 de febrero de 2023

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VII Domingo Ordinario, 19 de febrero de 2023

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V Domingo Ordinario, 5 de febrero de 2023

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ENERO 2023
IV Domingo Ordinario, 29 de enero de 2023

Audio de la Homilía

Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por el Emmo. Sr. Cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México
“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció…. Porque tú quebrantaste su pesado yugo, la barra que oprimía sus hombros y el cetro de su tirano”.
Hoy la Palabra de Dios presenta tres temas fundamentales: el primero es el de la Luz. El segundo es la comunión eclesial. Y el tercero es la conversión pastoral y la Iglesia en Salida.
La clave para entender el concepto de luz, al que se refiere la Palabra de Dios, lo clarifica el Salmo 26; con el hemos respondido a la proclamación de la primera lectura: “El Señor es mi luz y mi salvación”.
Si el Señor es mi luz quiere decir, que no se trata de la luz proyectada por el sol, ni por la electricidad, o por una flama, sino de la persona de Jesús, que vino al mundo para iluminar el sentido de la vida y el destino para el que es y tiende esta vida terrestre. Pero además es una persona que interviene para apoyar y defender a sus discípulos de los riesgos y peligros por los que vayan pasando: “El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?”
La persona de Jesús orienta la manera como debemos afrontar la vida, y clarifica las actitudes para adquirir la fortaleza ante las adversidades. Y su conducta muestra la forma como debemos relacionarnos unos con otros. Sus enseñanzas las confirma con su vida coherente, hasta el extremo. Así la persona de Jesús muestra que Él es el camino, que conduce a la Verdad.
Recorriendo el camino de la vida, siguiendo a Jesús, nuestra relación con los demás será siempre propositiva, creativa y constructiva; por tanto el resultado será la comunión con los demás, que se vuelve el signo claro, de que caminamos correcta y acertadamente hacia la verdad.
Por eso, san Pablo advierte a la comunidad: “Los exhorto, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que todos vivan en concordia y no haya divisiones entre ustedes, a que estén perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo pensar”.
Y lo hace porque ha recibido información de la división, que se ha extendido en la comunidad de los Corintios: “Me he enterado, hermanos, por algunos servidores de Cloe, de que hay discordia entre ustedes. Les digo esto, porque cada uno de ustedes ha tomado partido, diciendo: «Yo soy de Pablo», «Yo soy de Apolo», «Yo soy de Pedro», «Yo soy de Cristo». ¿Acaso Cristo está dividido? ¿Es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O han sido bautizados ustedes en nombre de Pablo?”
Una comunidad dividida no es auténtica comunidad eclesial. La comunidad que desea Dios, Nuestro Padre es la que nace y crece en el amor. Y como Dios es amor, desea que nos preparemos a convivir con Él toda la eternidad; por esta razón es indispensable esforzarnos en procurar y promover la comunión a toda costa.
De ahí, el por qué el Papa San Juan Pablo II en su Carta Apostólica: “Novo Millennio Ineunte” afirma de manera contundente: “Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo” (No. 43).
Este camino de educar y vivir la comunión se concreta de manera certera tomando conciencia de la Conversión Pastoral, la cual consiste en aceptar que el Reino de Dios, anunciado por Jesucristo es su persona, que expresado en su vida está ya presente en medio de nosotros, conforme lo recuerda hoy el evangelio de San Mateo: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció. Desde entonces comenzó Jesús a predicar, diciendo: Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”.
A continuación el Evangelista narra la llamada que hizo Jesús a los 4 pescadores Pedro y Andrés, Juan y Santiago, quienes dejando las redes y a sus padres, siguieron a Jesús. La respuesta vocacional es el primer paso para nuestra conversión pastoral.
Debemos descubrir nuestra vocación, por tanto debo preguntarme que me pide Dios: ¿Para qué me ha dado Dios la vida, en medio de mis contextos de vida actual? Este es el primer paso de la Conversión Pastoral, creer que el Reino de Dios está presente y a nuestro alcance, que consiste en vivir y promover la comunión, la buena relación humana, fraterna, solidaria y subsidiaria, y orientar mi vida con la espiritualidad de la comunión.
El segundo paso es la misión; es decir, lo que descubro me pide Dios, ponerlo en práctica. Lo cual será responder a las necesidades y situaciones, que encuentro en mi contexto familiar, vecinal, social y mundial; y así dar mi aporte para con mi testimonio invitar a otros a seguir a Jesús en comunión eclesial. Esto es lo que el Papa Francisco llama “Iglesia en Salida”. San Mateo lo explicita con las primeras actividades, con las que Jesús inicia su misión: “Andaba por toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando la buena nueva del Reino de Dios y curando a la gente de toda enfermedad y dolencia”.
Hoy también Jesús nos dirige la llamada a la Conversión Pastoral, en este desafiante tiempo, que nos toca vivir. Es oportuno interrogarme, si ya he descubierto a qué me ha llamado Dios en este vida, en esta etapa que vivo, en mis contextos y relaciones actuales. Y segundo, tomar conciencia de lo que he hecho actualmente, y darle gracias y pedir me ayude a seguirle respondiendo cada día.
Nuestra Madre, María de Guadalupe, ha sabido siempre responder positivamente a la llamada de Dios, aceptando y realizando sus proyectos. Por eso ha venido a nuestras tierras para ayudarnos a dar nuestra respuesta: ¡Pidámosle nos auxilie como buena Madre, que es con nosotros!
Madre de Dios y Madre nuestra, conscientes del tiempo tan desafiante que vivimos ante tanta ambigüedad y confusión de mundo actual, donde ha crecido la violencia y el odio, y aunque los acontecimientos de nuestra existencia parezcan tan trágicos y nos sintamos empujados al túnel oscuro y difícil de la injusticia y el sufrimiento, ayúdanos a mantener el corazón abierto a la esperanza, confiando en Dios que se hace presente, nos acompaña con ternura, nos sostiene en la fatiga y, orienta nuestro camino para estar vigilantes, buscando el bien, la justicia y la verdad.
Con tu cariño y ternura transforma nuestro miedo y sentimientos de soledad en esperanza y fraternidad, para lograr una verdadera conversión del corazón, y generemos una Iglesia Sinodal, aprendiendo a caminar juntos; así seremos capaces de escuchar y responder al clamor de la tierra y al clamor de los pobres.
Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, ayúdanos a manifestar a través de nuestras vidas que Cristo, tu Hijo Jesús, vive en medio de nosotros, y nos convirtamos así en sus discípulos y misioneros en el tiempo actual.
Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino, como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.
III Domingo Ordinario, 22 de enero de 2023

Audio de la Homilía

Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por el Emmo. Sr. Cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México
“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció…. Porque tú quebrantaste su pesado yugo, la barra que oprimía sus hombros y el cetro de su tirano”.
Hoy la Palabra de Dios presenta tres temas fundamentales: el primero es el de la Luz. El segundo es la comunión eclesial. Y el tercero es la conversión pastoral y la Iglesia en Salida.
La clave para entender el concepto de luz, al que se refiere la Palabra de Dios, lo clarifica el Salmo 26; con el hemos respondido a la proclamación de la primera lectura: “El Señor es mi luz y mi salvación”.
Si el Señor es mi luz quiere decir, que no se trata de la luz proyectada por el sol, ni por la electricidad, o por una flama, sino de la persona de Jesús, que vino al mundo para iluminar el sentido de la vida y el destino para el que es y tiende esta vida terrestre. Pero además es una persona que interviene para apoyar y defender a sus discípulos de los riesgos y peligros por los que vayan pasando: “El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?”
La persona de Jesús orienta la manera como debemos afrontar la vida, y clarifica las actitudes para adquirir la fortaleza ante las adversidades. Y su conducta muestra la forma como debemos relacionarnos unos con otros. Sus enseñanzas las confirma con su vida coherente, hasta el extremo. Así la persona de Jesús muestra que Él es el camino, que conduce a la Verdad.
Recorriendo el camino de la vida, siguiendo a Jesús, nuestra relación con los demás será siempre propositiva, creativa y constructiva; por tanto el resultado será la comunión con los demás, que se vuelve el signo claro, de que caminamos correcta y acertadamente hacia la verdad.
Por eso, san Pablo advierte a la comunidad: “Los exhorto, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que todos vivan en concordia y no haya divisiones entre ustedes, a que estén perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo pensar”.
Y lo hace porque ha recibido información de la división, que se ha extendido en la comunidad de los Corintios: “Me he enterado, hermanos, por algunos servidores de Cloe, de que hay discordia entre ustedes. Les digo esto, porque cada uno de ustedes ha tomado partido, diciendo: «Yo soy de Pablo», «Yo soy de Apolo», «Yo soy de Pedro», «Yo soy de Cristo». ¿Acaso Cristo está dividido? ¿Es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O han sido bautizados ustedes en nombre de Pablo?”
Una comunidad dividida no es auténtica comunidad eclesial. La comunidad que desea Dios, Nuestro Padre es la que nace y crece en el amor. Y como Dios es amor, desea que nos preparemos a convivir con Él toda la eternidad; por esta razón es indispensable esforzarnos en procurar y promover la comunión a toda costa.
De ahí, el por qué el Papa San Juan Pablo II en su Carta Apostólica: “Novo Millennio Ineunte” afirma de manera contundente: “Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo” (No. 43).
Este camino de educar y vivir la comunión se concreta de manera certera tomando conciencia de la Conversión Pastoral, la cual consiste en aceptar que el Reino de Dios, anunciado por Jesucristo es su persona, que expresado en su vida está ya presente en medio de nosotros, conforme lo recuerda hoy el evangelio de San Mateo: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció. Desde entonces comenzó Jesús a predicar, diciendo: Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”.
A continuación el Evangelista narra la llamada que hizo Jesús a los 4 pescadores Pedro y Andrés, Juan y Santiago, quienes dejando las redes y a sus padres, siguieron a Jesús. La respuesta vocacional es el primer paso para nuestra conversión pastoral.
Debemos descubrir nuestra vocación, por tanto debo preguntarme que me pide Dios: ¿Para qué me ha dado Dios la vida, en medio de mis contextos de vida actual? Este es el primer paso de la Conversión Pastoral, creer que el Reino de Dios está presente y a nuestro alcance, que consiste en vivir y promover la comunión, la buena relación humana, fraterna, solidaria y subsidiaria, y orientar mi vida con la espiritualidad de la comunión.
El segundo paso es la misión; es decir, lo que descubro me pide Dios, ponerlo en práctica. Lo cual será responder a las necesidades y situaciones, que encuentro en mi contexto familiar, vecinal, social y mundial; y así dar mi aporte para con mi testimonio invitar a otros a seguir a Jesús en comunión eclesial. Esto es lo que el Papa Francisco llama “Iglesia en Salida”. San Mateo lo explicita con las primeras actividades, con las que Jesús inicia su misión: “Andaba por toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando la buena nueva del Reino de Dios y curando a la gente de toda enfermedad y dolencia”.
Hoy también Jesús nos dirige la llamada a la Conversión Pastoral, en este desafiante tiempo, que nos toca vivir. Es oportuno interrogarme, si ya he descubierto a qué me ha llamado Dios en este vida, en esta etapa que vivo, en mis contextos y relaciones actuales. Y segundo, tomar conciencia de lo que he hecho actualmente, y darle gracias y pedir me ayude a seguirle respondiendo cada día.
Nuestra Madre, María de Guadalupe, ha sabido siempre responder positivamente a la llamada de Dios, aceptando y realizando sus proyectos. Por eso ha venido a nuestras tierras para ayudarnos a dar nuestra respuesta: ¡Pidámosle nos auxilie como buena Madre, que es con nosotros!
Madre de Dios y Madre nuestra, conscientes del tiempo tan desafiante que vivimos ante tanta ambigüedad y confusión de mundo actual, donde ha crecido la violencia y el odio, y aunque los acontecimientos de nuestra existencia parezcan tan trágicos y nos sintamos empujados al túnel oscuro y difícil de la injusticia y el sufrimiento, ayúdanos a mantener el corazón abierto a la esperanza, confiando en Dios que se hace presente, nos acompaña con ternura, nos sostiene en la fatiga y, orienta nuestro camino para estar vigilantes, buscando el bien, la justicia y la verdad.
Con tu cariño y ternura transforma nuestro miedo y sentimientos de soledad en esperanza y fraternidad, para lograr una verdadera conversión del corazón, y generemos una Iglesia Sinodal, aprendiendo a caminar juntos; así seremos capaces de escuchar y responder al clamor de la tierra y al clamor de los pobres.
Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, ayúdanos a manifestar a través de nuestras vidas que Cristo, tu Hijo Jesús, vive en medio de nosotros, y nos convirtamos así en sus discípulos y misioneros en el tiempo actual.
Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino, como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.
II Domingo Ordinario, 15 de enero de 2023

Audio de la Homilía

Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por S.E. Mons. Francisco Javier Acero Pérez, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México
Hoy la palabra de Dios, el texto de Isaías nos habla del siervo y de la luz…
El siervo es el instrumento para hacer luz en todas partes y dos actitudes bien concretas tiene un Siervo de Dios: “La humildad y la disponibilidad”.
Todo esto parte de uno mismo, no de mis ideas, ser humilde y estar disponible, hoy celebramos 38 años de un sacerdote humilde y disponible y muchos otros que hay por toda la nación humildes y siempre dispuestos a servir al pueblo de Dios como este siervo que nos ha escrito la palabra. Todo esto de ser siervo de Dios se origina desde el encuentro silencioso con el Señor, un encuentro en donde la contemplación de Dios nos toca el corazón porque siervos de Dios somos todos.
Desde la vocación a la que hemos sido convocados y llamados como sacerdotes, como casados, como viudas, como jóvenes somos siervos llamados por Dios que nos toca el corazón y nos hace cambiar de actitudes y de lenguaje, esto no es algo intimista, como nos dice la lectura se convierte en una ocasión para ir con todos los hermanos, sean de la nación que sea.
La categoría fundamental de la iglesia es la de servir a Dios y a su pueblo, un servicio que se hace siempre desde la libertad y desde el amor, somos miembros del pueblo de Dios que estamos llamados a servir a nuestro pueblo, ese pueblo que nos dio fe y en el cual se originó la fe y además nos sigue acompañado en la fe. Cada uno de nosotros estamos llamados a ser luz, a ser faros que alumbran en medio de las tempestades ideológicas que vivimos, estamos llamados a ser luz en medio del activismo que abandona la posibilidad de diálogo para alcanzar una verdad común sobre la convivencia humana; el desarrollo como personas y como sociedad. Hacer luz en medio de una dictadura del propio yo y de lo que me apetece, somos luz y estamos llamados a dar luz para defender la dignidad de la persona humana en todas sus dimensiones y de los derechos humanos en cada persona.
Hemos proclamado en el salmo responsorial que estamos para hacer su voluntad y Dios nos pide en este momento a todos que seamos apóstoles de la misericordia, y la misericordia hermanos, inicia en mi persona cuando yo estoy dispuesto a aceptar el aquí y el ahora, no las nostalgias del pasado, ni los sueños del futuro, el aquí y el ahora. Cuando no acepto esto, disfrazo la voluntad de Dios en mi voluntad; podemos ser católicos de sacramentos, justificando nuestros actos pocos misericordiosos que no contribuyen a la unidad de la iglesia.
Dios hoy nos llama a estar unidos desde la misericordia y la comprensión, por eso decimos: aquí estoy Señor para hacer tu voluntad, en la segunda lectura, el apóstol desea lo que todo seguidor de Cristo nos pide, desea “La gracia y la paz”. Hoy más que nunca necesitamos la paz, la paz en nuestros corazones para implorar la gracia y la paz también para nuestra nación y todo Latinoamérica, la paz para el mundo, los deseos de paz nos lo concede el Señor cuando apagamos nuestra guerras y deseos internos y colaboramos desde la comprensión a ser un mundo más agradable al que tengo por lo menos a mi lado, un mundo agradable a los vecinos, a los que están en el bar y en la colonia, el evangelio de hoy nos muestra una figura profética; Juan que siempre señala a Jesús, San Agustín los define muy bien… Juan es la voz y Jesús es la palabra encarnada.
Esta cita evangélica me recuerda que tengo que estar siempre centrado en Jesús y esto nos recuerda siempre a todos que cada vez que hagamos algo que sea siempre en nombre de Jesús, y no nuestras propias acciones; dejemos a un lado nuestra conductas de mérito y agarrémonos más de nuestras convicciones propias como creyentes, no podemos caer en la tentación de servirnos del evangelio para lanzar nuestras propias ideas; nosotros estamos señalados, estamos llamados a señalar al cordero de Dios, a predicar la propia experiencia y encuentro con Dios, nuestros gestos y actitudes siempre nos tiene que llevar a Jesús.
Él es el centro de nuestra vida y por Él tenemos que desgastar nuestra vida, desgastarnos todos para que su paz llegue al corazón de todos, como hemos dicho varias veces, optemos con prontitud y en todo momento por combatir la violencia, no nos esperemos, podemos hacerlo hoy mismo, y con ello contribuir de una manera trascendental en la promoción de la paz, utilicemos una comunicación asertiva, seamos amables, saludemos a nuestros vecinos, al portero, al policía, al que nos recibe en la puerta del negocio, a la persona que nos atiende en una ventanilla, incluso a aquellos que o nos saludan, al que parece indiferente o a quien no nos agrada.
Hoy hermanos celebramos una jornada de oración por los periodistas defensores de la verdad y de los derechos humanos, muchos periodistas son profesionales, que buscan la verdad de los acontecimientos, los tenemos que ayudar con nuestra oración, son muchas horas de ausencia con su familia, por comunicar el acontecimiento y compartir la información con la sociedad; ellos son como Juan, que señalan y describen los sucesos y como Juan sus vidas corren peligro.
Once periodistas en México, en nuestra nación, fueron asesinados, tres más que en Ucrania, no podemos ser diferentes, indiferentes ante estas realidades; hoy en esta jornada que la conferencia episcopal de México nos marca para orar por los periodistas defensores de los derechos humanos y de la verdad, hoy oramos aquí por ellos y ponemos en manos de la Virgen de Guadalupe a sus familias que sufren la ausencia de estos once periodistas y sus seres queridos y también que sufren las ausencias de los periodistas que la calle van tomando la noticia cada día.
Hermanos, nosotros somos agentes de la paz y cuando señalamos a Jesús señalamos a la paz, que nuestras acciones nos lleven siempre a ser agentes de paz, que recuerden que el que tiene paz es porque Jesús está dentro de ellos.
Les pido ponernos de pie y ofrecer a la Virgen de Guadalupe la labor de todos los periodistas y sus familias dedicada a todos los comunicadores de nuestra nación, con esta oración adaptada del Papa Francisco:
Virgen de Guadalupe, haznos instrumentos y mensajeros de tu paz,
Haznos reconocer el mal que se insinúa en una comunicación que no crea comunión,
Haznos capaces de quitar el veneno de nuestros juicios,
Ayúdanos a hablar de los otros como hermanos y hermanas,
Tú eres fiel y digno de confianza,
Haz que nuestras palabras sean semillas de bien para el mundo donde hay ruido,
Haz que practiquemos la escucha, y donde hay confusión haz que inspiremos armonía,
Donde hay ambigüedad, que haya caridad y claridad,
Donde hay exclusión, haz que llevemos la fraternidad,
Donde hay sensacionalismo, haz que usemos la sobriedad,
Donde hay superficialidad, haz que plantemos interrogantes verdaderos,
Donde hay prejuicio, haz que suscitemos confianza,
Donde hay agresividad, haz que llevemos respeto,
Donde hay falsedad, haz que llevemos verdad.
Amén.
La Epifanía del Señor, 8 de enero de 2023

Audio de la Homilía

Texto de la Homilía
Homilía pronunciada por S.E. Mons. Andrés Luis García Jasso, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México
Hoy celebramos la Epifanía del Señor, el mesías que manifiesta al mundo entero la salvación. Hace pocos días, en la Solemnidad de la Natividad del Señor, escuchamos como un ángel del Señor se apareció a los pastores y les dijo: «No teman. Les traigo una buena noticia, que causará gran alegría a todo el pueblo: hoy les ha nacido, en la ciudad de David, un salvador…» Las sagradas Escrituras nos dicen que los pastores fueron, y encontraron a María, a José y al niño, recostado en el pesebre. Quizá no nos sorprende que en cuanto los pastores escucharon el anuncio del ángel, inmediatamente fueron a comprobar lo que se les había anunciado, ya que, el pueblo de Israel, esperaba la venida del mesías que tanto habían anunciado los profetas, sin embargo, la figura de los magos de oriente, nos da una perspectiva diferente, no fueron ángeles los que guiaron a los sabios, sino una estrella que surgió y los guio hasta el lugar en el que había nacido el rey de los judíos.
El Señor se manifiesta no solo al pueblo escogido, sino al mundo entero, San Pablo nos lo recuerda en la segunda lectura cuando dice: «también los paganos son coherederos de la misma herencia, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Jesucristo». Con la Epifanía del Señor, celebramos mucho más que solo la venida de los reyes magos, celebramos que el Mesías se ha manifestado al mundo entero, que el anuncio de la salvación no es para unos cuantos, sino para todos aquellos que quieran. El misterio de la encarnación se empieza revelar a todos los pueblos, y los pueblos paganos salen al encuentro del que sería el pastor de Israel.
Estos sabios astrólogos de oriente vieron surgir una estrella, nos podríamos preguntar cuántas estrellas no habrían visto en el firmamento, pero ésta estrella era diferente, una estrella que indicaba que un rey había nacido, un rey que venía a iluminar a un pueblo que caminaba en las tinieblas, un rey que traía la salvación. Por eso se ponen en camino, en busca de ese rey que acababa de nacer, y después de algunas vicisitudes encontraron el lugar donde estaba el niño con María, su madre. Y postrándose le adoraron, ofreciendo regalos: oro, símbolo de su Realeza; incienso, reconociendo su Divinidad; y mirra, representando la Pasión que sufriría para salvar a los hombres.
Cuando los magos iniciaron su camino no sabían con exactitud a dónde iban o qué encontrarían, de hecho antes de llegar a Belén fueron a Jerusalén, al palacio de Herodes, suponiendo que si buscaban un rey lo encontrarían en el palacio, pero el Señor los guio y los llevó al lugar correcto.
Qué buscaban los magos de oriente, qué necesitaban, por qué se toman la molestia de buscar a este pequeño. Podríamos pensar que si eran sabios astrólogos, si tenían la capacidad de dar esos regalos, es decir, si tenían su vida resuelta, no necesitarían de algo más; pero el corazón de estos hombres buscaba una sabiduría diferente, y esto les impulsó a buscar algo más, algo que ni su inteligencia, ni su riqueza les podía dar: la salvación, la vida eterna.
También a nosotros se nos ha anunciado esta buena noticia, esta palabra de salvación: el Mesías ha nacido en Belén. Se abre un camino de esperanza, el pastor de Israel viene a salvar a su pueblo, Dios que se hace hombre, asume nuestra propia naturaleza para poderla redimir. Cuántas veces hemos visto que nuestra vida parece completa, tenemos vida, salud, trabajo, una familia, somos exitosos, pero nos falta algo, nos sentimos interiormente incompletos, y no sabemos exactamente qué es lo que nos falta, lo único que sabemos es que aparentemente tenemos todo, pero nuestro espíritu anhela algo diferente. El corazón del hombre no descansa hasta encontrar al salvador, por eso nuestro espíritu constantemente busca la verdad; hay muchas estrellas en el firmamento que nos pueden deslumbrar con su resplandor, es decir, el mundo constantemente nos ofrece cosas que nos aseguran la felicidad, y puede que nos den una alegría pasajera, por eso digo que hay muchas estrellas en el firmamento, pero sólo una es la que conduce a la paz verdadera.
Los magos de oriente la encontraron y la siguieron, y hoy nos invitan a seguir su camino, sabemos que en el camino habrá dificultades, envidias, odios, es decir, que nos encontraremos con Herodes, pero debemos recordar que no caminamos solos, el Señor nos va guiando, nos habla a través de la oración, y si erramos el camino nos conduce iluminando nuestras tinieblas, y llevándonos al lugar donde está el Salvador, escuchemos la voz del Señor, vayamos a Belén, y encontraremos al niño acostado en el pesebre. Pidamos al Señor la gracia para poder reconocer, al igual que los sabios de oriente, al Hijo de Dios que nos trae la salvación.