Apariciones de Santa María de Guadalupe
.
El Relato
El relato más importante de las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe es el escrito conocido como Nican Mopohua, que en Náhuatl quiere decir: «Aquí se narra». Aquí presentamos el texto íntegro en su idioma original y su traduccción a los siguientes idiomas:
(Da click en cada sección para leer más)
|
Nican Mopohua
Traducción y comentarios de Mons. José Luis Guerrero Rosado
(Da click en cada uno de los temas para poderlo leer)
El Gran Acontecimiento
INTRODUCCIÓN
Aquí se cuenta, se ordena, cómo hace poco, en forma por demás maravillosa, el amor de la perfecta Virgen Santa María, Madre de Dios, nuestra venerable Señora y Reina, la hizo visible allá en el Tepeyac, que se conoce [ahora] como Guadalupe. En un principio se dignó dejarse ver de un indito de nombre Juan Diego, y, al final, su amor nos entregó su preciosa y amada imagen en la presencia del reciente Obispo Don Fray Juan de Zumárraga.
AMBIENTACIÓN
1.- Diez años después de sojuzgada la ciudad de México, ya por tierra la flecha y el escudo, [acabada la guerra], ya por doquier sosegados sus aguas y sus montes, [las ciudades],
2.- así como brotó, ya macolla, ya revienta sus yemas la adquisición de la verdad, el conocimiento de Quien es causa de toda vida: el verdadero Dios.
3.- Entonces, en el año 1531, a los pocos días del mes de diciembre, sucedió que había un caballero indio, pobre pero digno,
4.- su nombre era Juan Diego, casateniente, por lo que se dice, allá en Cuautitlán,
5.- y, en lo eclesiástico, todo aquello era aún jurisdicción de Tlaltelolco.
PRIMERA APARICIÓN
6.- Era sábado, muy de madrugada, lo movía su interés por Dios [respondiendo a] su insistente llamada.
7.- Y cuando vino a llegar al costado del cerrito, en el sitio llamado Tepeyac, despuntaba ya el alba.
8.- Oyó claramente sobre el cerrito cantar, como cantan diversos pájaros preciosos. Al interrumpir su gorjeo, como que les coreaba el cerro, sobremanera suave, agradabilísimo, su trino sobrepujaba al del coyoltótotl y del tzinitzcan y al de otras preciosas aves canoras.
9.- Se detuvo a ver Juan Diego. Se dijo: ¿Por ventura es mi mérito, mi merecimiento lo que ahora oigo? ¿Quizá solamente estoy soñando? ¿Acaso estoy dormido y sólo me lo estoy imaginando?
10.- ¿Dónde estoy? ¿Dónde me veo? ¿Acaso ya en el sitio del que siempre nos hablaron los ancianos, nuestros antepasados, todos nuestros abuelos: en su tierra florida, en su tierra de nuestro sustento, en su patria celestial?
11.- Tenía fija la mirada en la cumbre del cerrito, hacia el rumbo por donde sale el sol, porque desde allí algo hacía prorrumpir el maravilloso canto celestial.
12.- Y tan pronto como cesó el canto, cuando todo quedó en calma, entonces oye que lo llaman de arriba del cerrito, le convocan: <<-Mi Juanito, mi Juan Dieguito>>.
13.- En seguida, pero al momento, se animó a ir allá a donde era llamado. En su corazón no se agitaba turbación alguna, ni en modo alguno nada lo perturbaba, antes se sentía muy feliz, rebosante de dicha. Fue pues a subir al montecito, fue a ver de dónde era llamado.
14.- Y al llegar a la cumbre del cerrito, tuvo la dicha de ver a una Doncella, que por amor a él estaba allí de pie,
15.- la cual tuvo la delicadeza de invitarlo a que viniera ‘juntito’ a Ella.
16.- Y cuando llegó a su adorable presencia, mucho se sorprendió por la manera que, sobre toda ponderación, destacaba su maravillosa majestad:
17.- sus vestiduras resplandecían como el sol, como que reverberaban,
18.- y la piedra, el risco en que estaba de pie, como que lanzaba flechas de luz;
19.- su excelsa aureola semejaba al jade más precioso, a una joya,
20.- la tierra como que bullía de resplandores, cual el arco iris en la niebla.
21.- Y los mezquites y nopales, y las otras varias yerbezuelas que ahí se dan, parecían esmeraldas. Cual la más fina turquesa su follaje, y sus troncos, espinas y ahuates deslumbraban como el oro.
22.- Ante su presencia se postró. Escuchó su venerable aliento, su amada palabra, infinitamente grata, aunque al mismo tiempo majestuosa, fascinante, como de un amor que del todo se entrega.
23.- Se dignó decirle: <<-Escucha bien, hijito mío el más pequeño, mi Juanito: ¿A dónde te diriges?>>
24.- Y él le contestó: <<-Mi señora, mi reina, mi muchachita, allá llegaré a tu casita de México Tlatelolco. Voy en pos de las cosas de Dios que se dignan darnos, enseñarnos, quienes son imágenes del Señor, nuestro Dueño, nuestros sacerdotes>>.
25.- Acto continuo con él dialoga, le hace el favor de descubrirle su preciosa y santa voluntad,
26.- le comunica: <<-Ten la bondad de enterarte, por favor pon en tu corazón, hijito mío el más amado, que yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, y tengo el privilegio de ser Madre del verdaderísimo Dios, de Ipalnemohuani, (Aquel por quien se vive), de Teyocoyani (del Creador de las personas), de Tloque Nahuaque (del Dueño del estar junto a todo y del abarcarlo todo), de Ilhuicahua Tlaltipaque (del Señor del Cielo y de la Tierra). Mucho quiero, ardo en deseos de que aquí tengan la bondad de construirme mi templecito,
27.- para allí mostrárselo a Ustedes, engrandecerlo,
28.- entregárselo a Él, a Él que es todo mi amor, a Él que es mi mirada compasiva, a Él que es mi auxilio, a Él que es mi salvación.
29.- Porque en verdad yo me honro en ser madre compasiva de todos Ustedes,
30.- tuya y de todas las gentes que aquí en esta tierra están en uno,
31.- y de los demás variados linajes de hombres, mis amadores, los que a mí clamen, los que me busquen, los que me honren confiando en mi intercesión.
32.- Porque allí estaré siempre dispuesta a escuchar su llanto, su tristeza, para purificar, para curar todas sus diferentes miserias, sus penas, sus dolores.
33.- Y para realizar con toda certeza lo que pretende Él, mi mirada misericordiosa, ojalá aceptes ir a al palacio del Obispo de México, y le narres cómo nada menos que yo te envío de embajador para que le manifiestes cuan grande y ardiente deseo tengo de que aquí me provea de una casa, de que me levante en el llano mi templo. Absolutamente todo, con todos sus detalles, le contarás: cuanto has visto y admirado, y lo que has oído.
34.- Y quédate seguro de que mucho te lo voy a agradecer y a pagártelo,
35.- pues te enriqueceré, te glorificaré,
36.- Y mucho merecerás con esto que yo recompense tu cansancio, tu molestia de ir a ejecutar la embajada que te confiero.
37.- Ya has oído, Hijo mío el más amado, mi aliento, mi palabra: ¡Ojalá aceptes ir y tengas la bondad de poner todo tu esfuerzo!>>
ENTREVISTA CON ZUMARRAGA
38.- E inmediatamente en su presencia se postró, respetuosamente le dijo: <<-Señora mía, mi Niña, por supuesto que ya voy para poner por obra tu venerable aliento, tu amada palabra. Por ahora de ti me despido, yo, tu humilde servidor.>>
39.- En seguida bajó para ir a poner por obra su encargo: Vino a tomar la calzada que viene derecho a México.
40.- Y cuando hubo llegado al interior de la ciudad, de inmediato y directo se fue al palacio del Obispo que muy recientemente había llegado de Jefe de Sacerdotes, cuyo reverendo nombre era D. Fray Juan de Zumárraga, Sacerdote de San Francisco.
41.- Y al llegar, de inmediato hace el intento de verlo, rogando a sus servidores, sus domésticos, que vayan a anunciarlo.
42.- Al cabo de una espera un tanto excesiva, vienen a llamarlo cuando el Señor Obispo tuvo a bien convocarlo para que pasara.
43.- Y en cuanto entró, en seguida en su presencia se arrodilló, se postró. Luego ya le declara, le narra el venerable aliento, la preciosa palabra de la Reina del Cielo, su mensaje, y también le refirió respetuosamente todas las cosas que admiró, que miró, que escuchó.
44.- Y cuando hubo escuchado todas sus palabras, su mensaje, como que no del todo le dio crédito.
45.- Le respondió, se dignó decirle: <<-Hijito mío, otra vez vendrás, aún con calma te oiré, muy aun desde el principio lo miraré, pensaré lo que te hizo venir acá, tu voluntad, tu deseo.>>
SEGUNDA APARICIÓN
46.- Salió, pues, abatido de tristeza porque su encomienda no se realizó de inmediato.
47.- En seguida se regresó. Poco después, ya al acabar el día, se vino luego en derechura a la cumbre del cerrito,
48.- y allí tuvo la grande suerte de reencontrar a la Reina del Cielo, allí precisamente donde por primera vez la había visto. Lo estaba esperando bondadosamente.
49.- Y apenas la miró, se postró en su presencia, se arrojó por tierra, tuvo el honor de decirle:
50.- <<Dueña mía, Señora, Reina, Hijita mía la más amada, mi Virgencita, fui allá donde Tú me enviaste como mensajero, fui a cumplir tu venerable aliento, tu amable palabra. Aunque muy difícilmente, entré al lugar del estrado del Jefe de los Sacerdotes. Lo vi, en su presencia expuse tu venerable aliento, tu amada palabra, como tuviste la bondad de mandármelo>>.
51.- <<Me recibió amablemente y me escuchó bondadosamente, pero, por la manera como me respondió, su corazón no quedó satisfecho, no lo estima cierto.
52.- Me dijo: Otra vez vendrás, aún con más calma te oiré, muy aun desde el principio examinaré la razón por la que has venido, tu deseo, tu voluntad.>>
53.- <<Me di perfecta cuenta, por la forma cómo me contestó, que piensa que el templo que Tú te dignas concedernos el privilegio de edificarte aquí, quizá es mera invención mía, que tal vez no es de tus venerados labios.
54.-Por lo cual, mucho te ruego, Señora mía, mi Reina, mi Virgencita, que ojalá a alguno de los ilustres nobles, que sea conocido, respetado, honrado, a él le concedas que se haga cargo de tu venerable aliento, de tu preciosa palabra para que sea creído.>>
55.- <<Porque yo en verdad no valgo nada, soy mecapal, soy cacaxtle, soy cola, soy ala, sometido a hombros y a cargo ajeno, no es mi paradero ni mi paso allá donde te dignas enviarme, Virgencita mía, Hijita mía la más amada, Señora, Reina.
56.- Por favor, perdóname: afligiré tu venerado rostro, tu amado corazón. Iré a caer en tu justo enojo, en tu digna cólera, Señora, Dueña mía>>.
57.- Y la siempre gloriosa Virgen tuvo la afabilidad de responderle:
58.- <<-Escucha, hijito mío el más pequeño, ten por seguro que no son pocos mis servidores, mis embajadores mensajeros a quienes podría confiar que llevaran mi aliento, mi palabra, que ejecutaran mi voluntad;
59.- mas es indispensable que seas precisamente tú quien negocie y gestione, que sea totalmente por tu intervención que se verifique, que se lleve a cabo mi voluntad, mi deseo.
60.- Y muchísimo te ruego, hijito mi consentido, y con rigor te mando, que mañana vayas otra vez a ver al Obispo.
61.- Y de mi parte adviértele, hazle oír muy claro mi voluntad, mi deseo para que realice, para que haga mi templo que le pido.
62.- Y de nuevo comunícale de que manera nada menos que yo, yo la siempre Virgen María, la Venerable Madre de Dios, allá te envío de mensajero.>>
63.- Y Juan Diego le respondió respetuosamente, le dijo reverentemente: <<-Señora mía, Reina, Virgencita mía, ojalá que no aflija yo tu venerable rostro, tu amado corazón; con el mayor gusto iré, voy ciertamente a poner en obra tu venerable aliento, tu amada palabra; de ninguna manera me permitiré dejar de hacerlo, ni considero penoso el camino.
64.- Iré, pues, desde luego, a poner en obra tu venerable voluntad, pero bien puede suceder que no sea favorablemente oído, o, si fuere oído, quizá no seré creído; pero
65.- mañana, por la tarde, cuando se ponga el sol, vendré a devolver a tu venerable aliento, a tu amada palabra lo que me responda el Jefe de los Sacerdotes>>
66.- <<Ya me despido, Hijita mía la más amada, Virgencita mía, Señora, Reina. Por favor, quédate tranquila>>.
67.- Y, acto continuo, él se fue a su casa a descansar.
SEGUNDA ENTREVISTA CON ZUMARRAGA
68.- Al día siguiente, Domingo, muy de madrugada, cuando todo estaba aún muy oscuro, de allá salió de su casa hacia acá, a Tlaltelolco: viene a aprender las cosas divinas, a ser pasado en lista; luego a ver al Gran Sacerdote.
69.- Y como a las diez de la mañana estuvo dispuesto: se había oído Misa, se había pasado lista, se había dispersado toda la gente.
70.- Y él, Juan Diego, luego fue al palacio del Señor Obispo.
71.- Y tan pronto como llegó, hizo todo lo posible para tener el privilegio de verlo, y con mucha dificultad otra vez tuvo ese honor.
72.- A sus pies hincó las rodillas, llora, se pone triste, en tanto que dialoga, mientras le expone el venerable aliento, la amada palabra de la Reina del Cielo,
73.- para ver si al fin era creída la embajada, la voluntad de la Perfecta Virgen, tocante a que le hagan, le edifiquen, le levanten, su templo donde se dignó indicarlo, en donde se digna quererlo.
74.- Y el Señor Obispo muchísimas cosas le preguntó, le examinó, para que bien en su corazón constase (para cerciorarse) dónde fue a verla, qué aspecto tenía. Todo lo narró al Señor Obispo, con todos sus detalles,
75.- pero, pese a que todo absolutamente se lo pormenorizó, hasta en los más menudos detalles, y que en todas las cosas vio, se asombró porque clarísimamente aparecía que Ella era la perfecta Virgen, la venerable, gloriosa y preciosa Madre de nuestro Salvador Jesucristo,
76.- a fin de cuentas, no estuvo de acuerdo de inmediato,
77.- sino que le dijo que no nada más por su palabra, su petición, se haría, se ejecutaría lo que solicitaba,
78.- que era todavía indispensable algo como señal para que poder creerle que era precisamente Ella, la Reina del Cielo, quien se dignaba enviarlo de mensajero.
79.- Y tan pronto como lo oyó, Juan Diego dijo respetuosamente al Obispo:
80.- <<-Señor Gobernante, por favor sírvete ver cuál será la señal que tienes a bien pedirle, pues en seguida me pondré en camino para solicitársela a la Reina del Cielo, que se dignó enviarme acá de mensajero>>.
81.- Y cuando vio el Obispo que todo lo confirmaba, que desde su primera reacción en nada titubeaba o dudaba, luego lo despidió; pero
82.- apenas hubo salido, luego ordenó a algunos criados, en quienes tenía gran confianza, que fueran detrás de él, que cuidadosamente lo espiaran a dónde iba, y a quién veía o hablaba.
83.- Y así se hizo. Y Juan Diego en seguida se vino derecho, enfiló la calzada.
84.- Y lo siguieron, pero allí donde sale la barranca, cerca del Tepeyac, por el puente de madera, lo perdieron de vista, y por más que por todas partes lo buscaron, ya en ningún lugar lo vieron,
85.- por lo que se regresaron. Y con eso no sólo se vinieron a enfadar grandemente, sino también porque los frustró, los dejó furiosos,
86.- de manera que le fueron a insistir al Señor Obispo, le metieron en la cabeza que no le creyera, le inventaron que lo que hacía era sólo engañarlo deliberadamente, que era mera ficción lo que forjaba, o bien que sólo lo había soñado, sólo imaginado en sueños lo que decía, lo que solicitaba.
87.- Y en este sentido se confabularon unos con otros, que si llegaba a volver, a regresar, allí lo habían de agarrar y castigar duramente para que otra vez ya no ande contando mentiras, ni alborotando a la gente.
88.- Entre tanto Juan Diego estaba en la presencia de la Santísima Virgen, comunicándole la respuesta que venía a traerle de parte del Señor Obispo.
89.- Y cuando se lo hubo notificado, la Gran Señora y Reina le respondió:
90.- <<-Así está bien, Hijito mío el más amado, mañana de nuevo vendrás aquí para que lleves al Gran Sacerdote la prueba, la señal que te pide.
91.- Con eso en seguida te creerá, y ya, a ese respecto, para nada desconfiará de ti ni de ti sospechará.
92.- Y ten plena seguridad, Hijito mío predilecto, que yo te pagaré tu cuidado, tu servicio, tu cansancio que por amor a mí has prodigado.
93.- ¡Animo, mi muchachito! que mañana aquí con sumo interés habré de esperarte>>.
TERCERA APARICIÓN
EL TIO MORIBUNDO
94.- Pero a la mañana siguiente, lunes, cuando Juan Diego debería llevarle alguna señal suya para ser creído, ya no regresó,
95.- porque cuando fue a llegar a su casa, a un tío suyo, de nombre Juan Bernardino, se le había asentado la enfermedad, estaba en las últimas,
96.- por lo que se pasó el día buscando médicos, todavía hizo cuanto pudo al respecto; pero ya no era tiempo, ya estaba muy muy grave.
97.- Y al anochecer, le rogó instantemente su tío que, todavía de noche, antes del alba, le hiciera el favor de ir a Tlaltelolco a llamar a algún sacerdote para que viniera, para que se dignara confesarlo, se sirviera disponerlo,
98.- porque estaba del todo seguro que ya era el ahora, ya era el aquí para morir, que ya no habría de levantarse, que ya no sanaría.
99.- Y el martes, todavía en plena noche, de allá salió, de su casa, Juan Diego, a llamar al sacerdote, allá en Tlatelolco.
100.- Y cuando ya vino a llegar a la cercanía del cerrito Tepeyac, a su pie, donde sale el camino, hacia el lugar donde se pone el sol, donde antes él pasara, se dijo:
101.- <<-Si sigo de frente por el camino, no vaya a ser que me vea la noble Señora, porque como antes me hará el honor de detenerme para que lleve la señal al Jefe de los Sacerdotes, conforme a lo que se dignó mandarme.
102.- Que por favor primero nos deje nuestra aflicción, que pueda yo ir rápido a llamar respetuosamente el sacerdote religioso. Mi venerable tío no hace sino estar aguardándolo>>.
103.- En seguida le dio la vuelta al monte por la falda, subió a la otra parte, por un lado, hacia donde sale el sol, para ir a llegar rápido a México, para que no lo demorara la Reina del Cielo.
104.- Se imaginaba que por dar allí la vuelta, de plano no iba a verlo Aquella cuyo amor hace que absolutamente y siempre nos esté mirando.
105.- Pero la vio como hacia acá bajaba de lo alto del montecito, desde donde se había dignado estarlo observando, allá donde desde antes lo estuvo mirando atentamente.
106.- Le vino a salir al encuentro de lado del monte, vino a cerrarle el paso, se dignó decirle:
107.- <<-¿Qué hay, Hijo mío el más pequeño? ¿A dónde vas? ¿A dónde vas a ver?>>.
108.- Y él, ¿acaso un poco por eso se apenó, tal vez se avergonzó, o acaso por eso se alteró, se atemorizó?
109.- En su presencia se postró, con gran respeto la saludó, tuvo el honor de decirle:
110.- <<-Mi Virgencita, Hija mía la más amada, mi Reina, ojalá estés contenta; ¿Cómo amaneciste? ¿Estás bien de salud?, Señora mía, mi Niñita adorada?
111.- Causaré pena a tu venerado rostro, a tu amado corazón: Por favor, toma en cuenta, Virgencita mía, que está gravísimo un criadito tuyo, tío mío.
112.- Una gran enfermedad en él se ha asentado, por lo que no tardará en morir.
113.- Así que ahora tengo que ir urgentemente a tu casita de México, a llamar a alguno de los amados de nuestro Señor, de nuestros sacerdotes, para que tenga la bondad de confesarlo, de prepararlo.
114.- Puesto que en verdad para esto hemos nacido: vinimos a esperar el tributo de nuestra muerte.
115.- Pero, aunque voy a ejecutar esto, apenas termine, de inmediato regresaré aquí para ir a llevar tu venerable aliento, tu amada palabra, Señora, Virgencita mía.
116.- Por favor, ten la bondad de perdonarme, de tenerme toda paciencia. De ninguna manera en esto te engaño, Hija mía la más pequeña, mi adorada Princesita, porque lo primero que haré mañana será venir a toda prisa>>.
117.- Y tan pronto como hubo escuchado la palabra de Juan Diego, tuvo la gentileza de responderle la venerable y piadosísima Virgen:
118.- <<-Por favor presta atención a esto, ojalá que quede muy grabado en tu corazón, Hijo mío el más querido: No es nada lo que te espantó, te afligió, que no se altere tu rostro, tu corazón. Por favor no temas esta enfermedad, ni en ningún modo a enfermedad otra alguna o dolor entristecedor.
119.- ¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre? ¿Acaso no estás bajo mi sombra, bajo mi amparo? ¿Acaso no soy yo la fuente de tu alegría? ¿Qué no estás en mi regazo, en el cruce de mis brazos? ¿Por ventura aun tienes necesidad de cosa otra alguna?
120.- Por favor, que ya ninguna otra cosa te angustie, te perturbe, ojalá que no te angustie la enfermedad de tu honorable tío, de ninguna manera morirá ahora por ella. Te doy la plena seguridad de que ya sanó>>. 121.- (Y luego, exactamente entonces, sanó su honorable tío, como después se supo).
LAS FLORES
122.- Y Juan Diego, apenas oyó el venerable aliento, la amada palabra de la Reina del Cielo, muchísimo con ello se consoló, mucho con ello quedó satisfecho su corazón.
123.- Y le suplicó instantemente que de inmediato tuviera a bien enviarlo de mensajero para ver al gobernante Obispo, para llevarle la señal, su comprobación, para que le crea.
124.- Y la Reina del Cielo de inmediato se sirvió mandarle que subiera arriba del cerrito, allí donde antes había tenido el honor de verla.
125.- Se dignó decirle: <<-Sube, Hijito mío queridísimo, arriba del cerrito, donde me viste y te dí órdenes.
126.- Allí verás que están sembradas diversas flores: Córtalas, reúnelas, ponlas juntas. Luego bájalas acá, aquí ante mí tráemelas>>.
127.- Y acto continuo, Juan Diego subió al cerrito.
128.- Y al alcanzar la cumbre, quedó mudo de asombro ante las variadas, excelentes, maravillosas flores, todas extendidas, cuajadas de capullos reventones, cuando todavía no era su tiempo de darse.
129.- Porque en verdad entonces las heladas son muy fuertes.
130.- Su perfume era intenso, y el rocío de la noche como que las cuajaba de perlas preciosas.
131.- En seguida se puso a cortarlas, todas absolutamente las juntó, llenó con ellas el hueco de su tilma.
132.- Y conste que la cúspide del cerrito para nada es lugar donde se den flores, porque lo que hay en abundancia son riscos, abrojos, gran cantidad de espinas, de nopales, de mezquites.
133.- y si algunas hierbezuelas se dan, entonces era el mes de diciembre, en que todo lo devora, lo aniquila el hielo.
134.- Bajó en seguida trayendo a la Reina del Cielo las diversas flores que le había ido a cortar,
135.- y Ella, al verlas, tuvo la afabilidad de tomarlas en sus manecitas,
136.- y volvió amablemente a colocárselas en el hueco de su tilma. Se dignó decirle:
137.- <<-Hijito queridísimo, estas diferentes flores son la prueba, la señal que le llevarás al Obispo.
138.- De parte mía le dirás que por favor vea en ella mi deseo, y con eso ejecute mi deseo, mi voluntad.
139.- Y tú… tú eres mi plenipotenciario, puesto que en ti pongo toda mi confianza.
140.- Y con todo rigor te ordeno que sólo exclusivamente frente al Obispo despliegues tu tilma y le muestres lo que llevas.
141.- Y le contarás con todo detalle cómo yo te mandé que subieras al cerrito para cortar las flores, y todo lo que viste y admiraste.
142.- Y con esto le conmoverás el corazón al Gran Sacerdote para que interceda y se haga, se erija mi templo que he pedido.
143.- Y al dignarse despedirlo la Reina del Cielo, vino a tomar la calzada, viene derecho a México, viene feliz, rebosante de alegría,
144.- ya así viene, rebosante de dicha su corazón, porque esta vez todo saldrá bien, lo desempeñará bien.
145.- Pone exquisito cuidado en lo que trae en el hueco de su tilma, no vaya a ser que algo se le caiga.
146.- Viene extasiado por el perfume de las flores, tan diferentes y maravillosas.
CUARTA APARICIÓN
TERCERA ENTREVISTA CON ZUMÁRRAGA
147.- Y al llegar al palacio episcopal le salió al encuentro el mayordomo e incluso otros criados del señor Obispo.
148.- Y les rogó que por favor le dijeran que quería verlo; pero ninguno accedió, no querían hacerle caso, quizá porque aún no amanecía,
149.- o quizá porque ya lo conocen, que sólo los fastidia, que les es insoportable,
150.- y porque ya les habían hablado de él sus compañeros que lo habían perdido de vista cuando pretendieron seguirlo.
151.- Muy largo tiempo estuvo esperando la respuesta,
152.- y cuando vieron que llevaba ahí tan largo tiempo, cabizbajo, sin hacer nada, a ver si era llamado, notaron que al parecer traía algo en su tilma, y se le acercaron para ver lo que traía, para dar gusto a su corazón.
153.- Y al ver Juan Diego que era imposible ocultarles lo que llevaba, y que por eso lo molestarían, lo expulsarían a empellones o lo maltratarían, un poquito les mostró que eran flores.
154.- Y al ver que se trataba de diversas y finísimas flores, siendo que no era su tiempo, se asombraron muchísimo, y más al ver cuán frescas estaban, cuán abiertas, cuán exquisito su perfume, cuán preciosas,
155.- y ansiaron coger unas cuantas, arrebatárselas.
156.- Y no una, sino tres veces se atrevieron a agarrarlas, pero fracasaron,
157.- porque cuando pretendían tomarlas, ya no podían ver flores, sino las veían como pinturas, como bordados o aplicaciones en la tilma.
158.- Con eso, en seguida fueron a decirle respetuosamente al Señor Obispo lo que habían visto,
159.- y que pretendía verlo el indito que ya tantas veces había venido, quien tenía mucho esperando el recado, porque suplicaba permiso para verlo.
160.- Y tan pronto como el Señor Obispo escuchó eso, captó su corazón que esa era la prueba para que aceptara lo que ese hombre había estado gestionando.
161.- De inmediato se sirvió llamarlo, que en seguida entrara a casa para verlo.
162.- Y cuando entró, se prosternó en su presencia, como toda persona bien educada.
163.- Y de nueva cuenta, y con todo respeto, le narró todo lo que había visto, admirado, y su mensaje.
LA VERSION DE JUAN DIEGO
164.- Le dijo con gran respeto: <<-Mi Señor, Gobernante, ya hice, ya cumplí lo que tuviste a bien mandarme.
165.- y así tuve el honor de ir a comunicarle a la Señora, mi Ama, la Reina del Cielo, venerable y preciosa Madre de Dios, que tú respetuosamente pedías una señal para creerme, y para hacerle su templecito, allí donde tiene la bondad de solicitarte que se lo levantes. 166.- Y también tuve el honor de decirle que me había permitido darte mi palabra de que tendría el privilegio de traerte algo como señal, como prueba de su venerable voluntad, conforme a lo que tú te dignaste indicarme>>.
167.- <<Y tuvo a bien oír tu venerable aliento, tu venerable palabra y se prestó gustosa a tu solicitud de alguna cosa como prueba, como señal, para que se haga, se ejecute su amada voluntad.
168.- Y hoy, siendo aún noche cerrada, se sirvió mandarme que tuviera el honor de venir de nuevo a verte.
169.- Y yo me honré pidiéndole algo como su señal para que fuera creído, conforme a lo que me había dicho que me daría, y de inmediato, pero al instante, condescendió en realizarlo,
170.- y se sirvió enviarme a la cumbre del cerrito, donde antes había tenido el honor de verla, para que fuera a cortar flores diferentes y preciosas>>.
171.- <<Y luego que tuve el privilegio de ir a cortarlas, se las llevé abajo.
172.- Y se dignó tomarlas en sus manecitas,
173.- para de nuevo dignarse ponerlas en el hueco de mi tilma,
174.- para que tuviera el honor de traértelas y sólo a ti te las entregara>>.
175.- <<Pese a que yo sabía muy bien que la cumbre del cerrito no es lugar donde se den flores, puesto que sólo abundan los riscos, abrojos, espinas, nopales escuálidos, mezquites, no por ello dudé, no por eso vacilé.
176.- Cuando fui a alcanzar la cumbre del montecito, quedé sobrecogido: ¡Estaba en el paraíso!.
177.- Allí estaban reunidas todas las flores preciosas imaginables, de suprema calidad, cuajadas de rocío, resplandecientes, de manera que yo -emocionado- me puse en seguida a cortarlas.
178.- Y se dignó concederme el honor de venir a entregártelas, que es lo que ahora hago, para que en ellas te sirvas ver la señal que pedías, para que te sirvas poner todo en ejecución.
179.- Y para que quede patente la verdad de mi palabra, de mi embajada,
180.- ¡Aquí las tienes, hazme el honor de recibirlas!>>
LA IMAGEN EN LA TILMA
181.- Y en ese momento desplegó su blanca tilma, en cuyo hueco, estando de pie, llevaba las flores.
182.- Y así, al tiempo que se esparcieron las diferentes flores preciosas,
183.- en ese mismo instante se convirtió en señal, apareció de improviso la venerada imagen de la siempre Virgen María, Madre de Dios, tal como ahora tenemos la dicha de conservarla,
184.- guardada ahí en lo que es su hogar predilecto, su templo del Tepeyac, que llamamos Guadalupe.
185.- Y tan pronto como la vio el señor Obispo, y todos los que allí estaban, se arrodillaron pasmados de asombro,
186.- se levantaron para verla, profundamente conmovidos y convertidos, suspensos su corazón, su pensamiento.
187.- Y el señor Obispo, con lágrimas de compunción le rogó y suplicó le perdonara por no haber ejecutado de inmediato su santa voluntad, su venerable aliento, su amada palabra.
188.- Y poniéndose de pie, desató del cuello la vestidura, el manto de Juan Diego,
189.- en donde se dignó aparecer, en donde está estampada la Señora del Cielo,
190.- y en seguida, con gran respeto, la llevó y la dejó instalada en su oratorio.
191.- Y todavía un día entero pasó Juan Diego en casa del Obispo, él tuvo a bien retenerlo.
192.- Y al día siguiente le dijo: <<-¡Vamos! para que muestres dónde es la voluntad de la Reina del Cielo que le erijan su templecito>>.
193.- De inmediato se convidó gente para hacerlo, para levantarlo.
QUINTA APARICIÓN
EL TIO SANO
194.- Y Juan Diego, una vez que les hubo mostrado dónde se había dignado mandarle la Señora del Cielo que se levantara su templecito, luego les pidió permiso.
195.- Aun quería ir a su casa para ver a su honorable tío Juan Bernardino, que estaba en cama gravísimo cuando lo había dejado y venido para llamar a algún sacerdote, allá en Tlatelolco, para que lo confesara y dispusiera, de quien la Reina del Cielo se había dignado decirle que ya estaba sano.
196.- Y no solamente no lo dejaron ir solo, sino que lo escoltaron hasta su casa.
197.- Y al llegar vieron a su venerable tío que estaba muy contento, ya nada le dolía.
198.- Y él quedó muy sorprendido de ver a su sobrino tan escoltado y tan honrado.
199.- Y le preguntó a su sobrino por qué ocurría aquello, por qué tanto lo honraran.
200.- Y él le dijo cómo cuando salió a llamar al sacerdote para que lo confesara y preparara, allá en el Tepeyac bondadosamente se le apareció la Señora del Cielo,
201.- y lo mandó como su mensajero a ver al Señor Obispo para que se sirviera hacerle una casa en el Tepeyac,
202.- y tuvo la bondad de decirle que no se afligiera, que ya estaba bien, con lo que quedó totalmente tranquilo.
203.- Y le dijo su venerable tío que era verdad, que precisamente en ese momento se dignó curarlo.
204.- Y que la había visto ni más ni menos que en la forma exacta como se había dignado aparecérsele a su sobrino.
205.- Y le dijo cómo a él también se dignó enviarlo a México para ver al Obispo.
206.- Y que, cuando fuera a verlo, que por favor le manifestara, le informara con todo detalle lo que había visto,
207.- y cuán maravillosamente se había dignado sanarlo,
208.- y que condescendía a solicitar como un favor que a su preciosa imagen precisamente se le llame, se le conozca como la SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA DE GUADALUPE.
INICIO DEL CULTO
209.- Y en seguida traen a Juan Bernardino a la presencia del Señor Obispo, para rendir su informe y dar fe ante él.
210.- Y a ambos, a él y a su sobrino, los hospedó el Obispo en su casa unos cuantos días,
211.- durante todo el tiempo que se erigió el templecito de la Soberana Señora allá en el Tepeyac, donde se dignó dejarse ver de Juan Diego.
212.- Y el señor Obispo trasladó a la Iglesia Mayor la preciosa y venerada imagen de la preciosa Niña del Cielo.
213.- Tuvo a bien sacarla de su palacio, de su oratorio, donde estaba, para que toda la gente pudiera ver y admirar su maravillosa imagen.
214.- Absolutamente toda la ciudad se puso en movimiento ante la oportunidad de ver y admirar su preciosa y amada imagen.
LA CONVERSIÓN DE MÉXICO
215.- Venían a reconocer su carácter divino,
216.- a tener la honra de presentarle sus plegarias,
217.- y mucho admiraban todos la forma tan manifiestamente divina que había elegido para hacerles la gracia de aparecerse,
218.- como que es un hecho que a ninguna persona de este mundo le cupo el privilegio de pintar lo esencial de su preciosa y amada imagen.
Nican Mopohua Complete Text in English |
(«HERE IS TOLD») and set down in order how a short time ago the Perfect Virgin Holy May Mother of God, our Queen, miraculously appeared out at Tepeyac, widely known as Guadalupe. First She caused herself to be seen by an Indian named Juan Diego, poor but worthy of respect; and then her Precious Image appeared before the recently named Bishop, Don Fray Juan de Zumárraga. 1 Ten years after the City of Mexico was conquered, with the arrows and shields put aside, when there was peace in all the towns, 2 just as it sprouted, faith now grows green, now opens its corolla, the knowledge of the One by whom we all live: the true God. 3 At that time, the year 1531, a few days into the month of December, it happened that there was a humble but respected Indian, a poor man of the people; 4 his name was Juan Diego; he lived in Cuauhtitlán, as they say. 5 and in all the things of God, he belonged to Tlaltilolco. 6 It was Saturday, not yet dawn; he was coming in pursuit of God and his commandments. 7 And as he drew near the little hill called Tepeyac it was beginning to dawn. 8 He heard singing on the little hill, like the song of many precious birds; when their voices would stop, it was as if the hill were answering them; extremely soft and delightful, their songs exceeded the songs of the coyoltotl and the tzinitzcan and other precious birds. 9 Juan Diego stopped to look. He said to himself: «By any chance am I worthy, have I deserved what I hear? Perhaps I am only dreaming it? Perhaps I’m only dozing?. 10 Where am I? Where do I find myself? Is it possible that I am in the place our ancient ancestors, our grandparents, told about, in the land of the flowers, in the land of corn, of our flesh, of our sustenance, possible in the land of heaven?». 11 He was looking up toward the top of the hill, toward the direction the sun rises from, toward where the precious heavenly song was coming from. 12 And then when the singing suddenly stopped, when it could no longer be heard, he heard someone calling him, from the top of the hill, someone was saying to him: «JUAN, DEAREST JUAN DIEGO.» 13 Then he dated to go to where the voice was coming from, his heart was not disturbed and he felt extremely happy and contented, he started to climb to the top of the little hill to go see where they were calling him from.. 14 And when he reached the top of the hill, when a Maiden who was standing there say him, 15 She called to him to come close to her. 16 And when he reached where she was, he was filled with admiration for the way her perfect grandeur exceeded all imagination: 17 her clothing was shining like the sun, as if it were sending out waves of light, 18 and the stone, the crag on which she stood, seemed to be giving out rays; 19 her radiance was like precious stones, it seemed like an exquisite bracelet (it seemed beautiful beyond anything else); 20 the earth seemed to shine with the brilliance of a rainbow in the mist. 21 And the mesquites and nopals and the other little plants that are generally up there seemed like emeralds. Their leaves seemed like turquoise. And their trunks, their thorns, their prickles, were shining like gold. 22 He prostrated himself in her presence. He listened to her voice [her breath], her words, which give great, great glory, which were extremely kind, as if from someone who was drawing him toward her and esteemed him highly. 23 She said to him, «LISTEN, MY DEAREST AND YOUNGEST SON, JUAN. WHERE ARE YOU GOING?» 24 And he answered her: «My Lady, my Queen, my Little Girl, I am going as far as your little house in Mexico-Tlatilolco, to follow the things of God (everything that makes God be God) that are given to us, that are taught to us by the ones who are the images of Our Lord: our priests.» 25 Then she talks with him, she reveals her precious will; 26 then she says to hem: «KNOW, KNOW FOR SURE, MY DEAREST AND YOUNGEST SON, THAT I AM THE EVER PERFECT VIRGIN HOLY MARY, MOTHER OF THE ONE GREAT GOD OF TRUTH WHO GIVES US LIFE, THE INVENTOR AND CREATOR OF PEOPLE. THE OWNER AND LORD OF WHAT IS AROUND US AND WHAT IS TOUCHING US OR VERY CLOSE TO US THE OWNER AND LORD OF THE SKY, THE OWNER OF THE EARTH. I WANT VERY MUCH THAT THEY BUILD MY SACRED LITTLE HOUSE HERE. 27 IN WHICH I WILL SHOW HIM, I WILL EXALT HIM ON MAKING HIM MANIFEST: 28 I WILL GIVE HIM TO THE PEOPLE IN ALL MY PERSONAL LOVE, IN MY COMPASSIONATE GAZE, IN MY HELP, IN MY SALVATION: 29 BECAUSE I AM TRULY YOUR COMPASSIONATE MOTHER, 30 YOURS AND OF ALL THE PEOPLE WHO LIVE TOGETHER IN THIS LAND, 31 AND OF ALL THE OTHER PEOPLE OF DIFFERENT ANCESTRIES, MY LOVERS, THOSE WHO CRY TO ME, THOSE WHO SEEK ME, THOSE WHO TRUST IN ME, 32 BECAUSE THERE I WILL LISTEN TO THEIR WEEPING, THEIR SADNESS, TO REMEDY, TO CLEANSE AND NURSE ALL THEIR DIFFERENT TROUBLES, THEIR MISERIES, THEIR SUFFERING. 33 AND TO BRING ABOUT WHAT MY COMPASSIONATE AND MERCIFUL GAZE IS TRYING TO DO, GO TO THE RESIDENCE OF THE BISHOP OF MEXICO, AND YOU WILL TELL HIM HOW I AM SENDING YOU, SO THAT YOU MAY REVEAL TO HIM THAT I VERY MUCH WANT HIM TO BUILD ME A HOUSE HERE, TO ERECT MY TEMPLE FOR ME ON THE PLAIN; YOU WILL TELL HIM EVERYTHING, ALL THAT YOU HAVE SEEN AND MARVELED AT, AND WHAT YOU HAVE HEARD. 34 AND KNOW FOR SURE THAT I WILL APPRECIATE IT VERY MUCH AND REWARD IT, 35 THAT BECAUSE OF IT I WILL ENRICH YOU, I WILL GLORIFY YOU; 36 AND BECAUSE OF IT YOU WILL DESERVE VERY MUCH THE WAY THAT I REWARD YOUR FATIGUE, YOUR SERVICE IN GOING TO REQUEST THE MATTER THAT I AM SENDING YOU FOR. 37 NOW, MY DEAREST SON, YOU HAVE HEARD MY BREATH, MY WORD: GO, DO WHAT YOU ARE RESPONSIBLE FOR (IN THIS EFFORT).» 38 And immediately he prostrated himself in her presence; he said to her: «My Lady, my Little Girl, now I am going to make your venerable breath, your venerable word, a reality; I, your poor Indian, am leaving you for a while.» 39 Then he came down (the hill) to put her errand into action: he came to get onto the causeway, he comes straight to Mexico City. 40 When he reached the center of the city, he went straight to the palace of the Bishop, the Governing Priest, who had just recently arrived; his name was Don Fray Juan de Zumárraga, a Franciscan Priest. 41 And as soon as he got there, he then tries to see him, he begs his servants, his helpers, to go and tell him he needs to see him; 42 after a long time, when the Reverend Bishop ordered that he enter, they came to call him; 43 And as soon as he entered, first he knelt before him, he prostrated himself, then he reveals to him, he tells him the precious breath, the precious word of the Queen of Heaven, her message, and he also tells him everything that made his marvel, what he saw, what he heard. 44 And having heard his whole story, his message, as if he didn’t particularly believe it to be true, 45 he answered him, he said to him: «My son, you will come again. I will still hear you calmly, I will look at it carefully from the very beginning, I will consider the reason why your have come, your will, your desire». 46 He left; he came our sad, because the errand entrusted to him was not immediately accepted. 47 Then he returned, at the end of the day, then he came straight from there to the top of the little hill, 48 and he had the joy of meeting the Queen of Heaven: there exactly where she had appeared to him the fist time, she was waiting for him. 49 As soon as he saw her, he prostrated himself before her, he threw himself to the ground, he said to her: 50 «My dear little Mistress, Lady Queen, my littlest Daughter, my dear little Girl. I did go to where you sent me to carry our your dear breath, your dear word; although I entered with difficulty to where the place is of the Governing Priest, I saw him, I put your breath, your word, before him, as you ordered me to. 51 He received me kindly and he listened to it perfectly, but from the way ha answered me, it’s as if he didn’t understand it, he doesn’t think it’s true. 52 He said to me: «You will come again: I will still listen to you calmly, I will look well to what you have come for, from the very beginning, to your desire, your will. 53 The way he answered me, I could clearly see that he thinks your house that you want them to build for you here, maybe I’m only making it up, or that maybe it is not from your lips. 54 I beg you, my Lady, Queen, my little girl, to have one of the nobles who are held in esteem, one who is known, respected, honored, (have him) carry, take your dear breath, your dear word, so that he will be believed. 55 Because I am really (just) a man from the country, I am a (porter’s) rope I am a backframe, a tail, a wing, a man of no importance: I myself need to be led, carried on someone’s back, that place your are sending me to is a place where I’m not used to going to or spending any time in, my little Virgin, my Youngest Daughter, my Lady, Little girl; 56 please excuse me: I will grieve your face, your heart; I will fall into your anger, into your displeasure, my Lady, my Mistress.» 57 The Perfect Virgin, worthy of honor and veneration, answered him: 58 «LISTEN, MY YOUNGEST AND DEAREST SON, KNOW FOR SURE THAT I HAVE NO LACK OF SERVANTS, OF MESSENGERS, TO WHOM I CAN GIVE THE TASK OF CARRYING MY BREATH, MY WORD, SO THAT THEY CARRY OUT MY WILL; 59 BUT IT IS VERY NECESSARY THAT YOU, PERSONALLY, GO AND PLEAD, THAT MY WISH, MY WILL, BECOME A REALITY, BE CARRIED OUT THROUGH YOUR INTERCESSION. 60 AND I BEG YOU, MY YOUNGEST AND DEAREST SON AND I ORDER YOU STRICTLY TO GO AGAIN TOMORROW TO SEE THE BISHOP. 61 AND IN MY NAME MAKE HIM KNOW, MAKE HIM HEAR MY WISH, MY WILL, SO THAT HE WILL BRING INTO BEING, HE WILL BUILD MY HOUSE OF GOD THAT I AM ASKING HIM FOR. 62 AND CAREFULLY TELL HIM AGAIN HOW I, PERSONALLY, THE EVER VIRGIN HOLY MARY, I, WHO AM THE MOTHER OF GOD, AM SENDING YOU.» 63 For his part, Juan Diego responded to her and said to her «My Lady, Queen, my Little Girl, let me not give you anguish, let me not grieve your face, your heart. I will most gladly go to carry out your breath, your word; I will absolutely not fail to do it, nor do I think the road is painful. 64 I will go and carry out your will, but perhaps I won’t be heard, and if I am heard, perhaps I won’t be believed. 65 Tomorrow afternoon, when the sun goes down, I will come to return to your word, to your breath, what the Governing Priest answers to me. 66 Now, I respectfully say goodbye to you, my youngest Daughter, young Girl, Lady, my Little Girl, rest a little more.» 67 And then he went to his house to rest. 68 On the following day, Sunday, while it was still night, everything was still dark, he left there, he left his house, he came straight to Tlatilolco, he came to learn what pertains to God and to be counted in roll call; then to see the Reverend Bishop. 69 And around ten o’clock everything had been taken care of: Mass was over and roll had been called and the crowd had gone away. 70 And Juan Diego went to the Reverend Bishop’s residence. 71 And as soon as he arrived he went through the whole struggle to see him, and after much effort he saw him again; 72 he knelt at his feet, he wept, he became sad as he spoke to him, as he revealed to him the word, the breath of the Queen of Heaven. 73 that would to God the errand, the will, of the Perfect Virgin would be believed, of making for her, of building her sacred little house for her, where she had said, where she wanted it. 74 And the Governing Bishop asked him many, many things, pursued many, many, questions with him, to make certain of where he had seen her, what She was like; he told absolutely everything to the Señor Bishop. 75 And although he told him absolutely everything, and that in everything, he saw and marveled that it appeared with absolute clarity that she was the Perfect Virgin, the Kind and Wondrous Mother of Our Savior, Our Lord Jesus Christ, 76 nevertheless, it still didn’t happen (his message was still not believed). 77 He said that not simply because of his word would his petition be carried out, would what he asked for happen. 78 That some other sign was very necessary if he was to believe how the Queen of Heaven in person was sending him. 79 As soon as Juan Diego heard that, he said to the Bishop: 80 «Señor Governor, think about what the sign you ask for will be, because then I will go to ask for it of the Queen of Heaven who sent me.» 81 And when the Bishop saw that he was in agreement, that he did not hesitate or doubt in the slightest, he dismisses him. 82 And as soon as he is on his way, he orders some of house-hold staff in whom he had absolute trust to go along following him, to carefully observe where he was going, whom he was seeing, to whom he was talking. 83 And that’s what they did. And Juan Diego came directly. He took the causeway. 84 And those who were following him lost him on the wooden bridge where the brook comes out near Tepeyac. And even though they searched all over for him, they couldn’t find him anywhere. 85 And so they turned back. He made them angry, not just because they had made terrible fools of themselves, but also because he had frustrated their attempt. 86 So they went to tell the Señor Bishop, they put into his head that he shouldn’t believe him, they told him how he was only telling him lies, that he was only making up what he came to tell him, or that he was only dreaming or imagining what he was telling him, what he was asking of him. 87 Therefore they decided that if he came again, if he returned, they would grab him right there and would punish him severely, so that he would never come again to tell lies or get the people all excited. 88 Meanwhile, Juan Diego was with the Most Holy Virgin, telling her the response that he was bringing from the Señor Bishop; 89 when she had heard it, she said to him: 90 «THAT’S FINE, MY DEAR SON, YOU WILL COME BACK HERE TOMORROW SO THAT YOU MAY TAKE THE BISHOP THE SIGN HE HAS ASKED YOU FOR; 91 WITH THIS HE WILL BELIEVE YOU, AND HE WILL NO LONGER HAVE ANY DOUBTS ABOUT ALL THIS AND HE WILL NO LONGER BE SUSPICIOUS OF YOU; 92 AND KNOW, MY DEAR SON, THAT I WILL REWARD YOU CARE AND THE WORK AND FATIGUE THAT YOU HAVE PUT INTO THIS FOR Me. 93 SO, GO NOW: I WILL BE WAITING HERE FOR YOU TOMORROW.» 94 And on the following day, Monday, when Juan Diego was to take some sign in order to be believed, he did not return. 95 Because when he arrived at his house, the sickness had struck an uncle of his, named Juan Bernardino, and he was very ill. 96 He went to get the native healer, who treated him, but it was too late; he was very ill. 97 And when night came, his uncle begged him to come to Tlatilolco shortly after midnight, while it was still dark, to call some priest to go to confess him, to go to get him ready, 98 because he was sure that the time and place had now come for him to die, because he would no longer get up, he would no longer get well. 99 And on Tuesday, while it was still night, Juan Diego left his house to come to Tlatilolco to get the priest. 100 and when he finally reached the little hill which ended the mountain range, at its foot, where the road comes out, on the side that the sun sets on, where he always passed before, he said: 101 «If I go ahead on the road, I don’t want this Lady to see me, because for sure, just like before, she’ll stop me so I can take the sign to the church governor for her, as she ordered me to; 102 because first our tribulation must leave us; first I must quickly call the (Franciscan) priest; my uncle is anxiously waiting for him». 103 He immediately turned toward the hill, climbed up across it where there is a pass, and emerged on the eastern side, no that he could quickly to Mexico so that the Queen of Heaven would not detain him. 104 He thinks that where he made the turn, the one who is looking everywhere perfectly won’t be able to see him. 105 He saw how she was coming down from up on the hill, and that from there she had been looking at him, from where she saw him before. 106 She came to meet him beside the hill, she came to block his way; she said to him: 107 «WHAT’S HAPPENING, YOUNGEST AND DEAREST OF ALL MY SONS? WHERE ARE YOU GOING, WHERE ARE YOU HEADED FOR?» 108 And he, perhaps he grieved a little, or perhaps he became ashamed? Or perhaps he became afraid of the situation, be became fearful? 109 He prostrated himself before her, he greeted her, he said to her: 110 «My little Maiden, my smallest Daughter, my Girl, I hope you are happy; how are you this morning? Does your beloved little body feel well, my Lady, my Girl? 111 Although it grieves me, I will cause your face and your heart anguish: I must tell you, my little Girl, that one of your servants, my uncle, is very ill. 112 A terrible sickness has taken hold of him; he will surely die from it soon. 113 And now I shall go quickly to your little house of Mexico (Mexico-Tlatilolco), to call one of our priests, the beloved ones of Our Lord, so that he will go to hear his confession and prepare him, 114 Because we really were born for that we who came to wait for the painful effort of our death. 115 But, if I am going to carry it out, I will return here after that to go carry your breath, your word, Lady, my little Young one. 116 I beg you to forgive me, be patient with me a little longer, because I am not deceiving you with this, my youngest Daughter, my little Girl, tomorrow without fail I will come as fast as possible». 117 As soon as she heard the explanations of Juan Diego, the Merciful Perfect Virgin answered him: . 118 «LISTEN. PUT IT INTO YOUR HEART, MY YOUNGEST AND DEAREST SON, THAT THE THING THAT FRIGHTENED YOU, THE THING THAT AFFLICTED YOU IS NOTHING: DO NOT LET IT DISTURB YOU: DO NOT FEAR THIS SICKNESS NOR ANY OTHER SICKNESS, NOR ANY SHARP AND HURTFUL THING. . 119 AM I NOT HERE, I, WHO AM YOUR MOTHER? ARE YOU NOT UNDER MY SHADOW AND PROTECTION? AM I NOT THE SOURCE OF YOUR JOY? ARE YOU NOT IN THE HOLLOW OF MY MANTLE, IN THE CROSSING OF MY ARMS? DO YOU NEED SOMETHING MORE? . 120 LET NOTHING ELSE WORRY YOU, DISTURB YOU; DO NOT LET YOUR UNCLE’S ILLNESS PRESSURE YOU WITH GRIEF, BECAUSE HE WILL NOT DIE OF IT NOW. YOU MAY BE CERTAIN THAT HE IS ALREADY WELL». . 121 (And at that very moment his uncle became well, as they later found out). . 122 An when Juan Diego heard the lovely word, the lovely breath of the Queen of Heaven, he was greatly comforted by it, his heart became peaceful. . 123 and he begged her to send him immediately to see the Governing Bishop, to take him something for a sign, for proof so that he would believe. . 124 And the Queen of Heaven ordered him then to go to the top of the little hill, where he had seen her before: . 125 She said to him: «GO UP, MY DEAREST SON, TO THE TOP OF THE HILL, TO WHERE YOU SAW ME AND I TOLD YOU WHAT TO DO; . 126 THERE YOU WILL SEE THAT THERE ARE DIFFERENT KINDS OF FLOWERS: CUT THEM, GATHER THEM, PUT THEM ALL TOGETHER; THEN COME DOWN HERE; BRING THEM HERE, INTO MY PRESENCE.» . 127 Juan Diego climbed to the top the top of the hill right away. 128 and when he reached the top, he was astonished by all of them, blooming, open, flowers of every kind, lovely and beautiful, when it still was not their season: . 129 because really that was the season n which the frost was very harsh: . 130 they were giving off an extremely soft fragrance; like precious pearls, as if filled with the dew of the night. . 131 Then he began to cut them, he gathered them all, he put them in the hollow of his tilma. . 132 The top of the little hill was certainly not a place in which any flowers grew; there are only plenty of rocks, thorns, spines, prickly pears and mesquite trees, . 133 And even though some little herbs or grasses might grow, it was then the month of December, in which the frost eats everything up and destroys it. . 134 And immediately he came back down, he came to bring the Heavenly Maiden the different kinds of flowers which he had gone up to cut. . 135 And when she saw them, she took them with her precious hands; . 136 Then she put them all together into the hollow of his ayate again and said: . 137 «MY YOUNGEST AND DEAREST SON, THESE DIFFERENT KINDS OF FLOWERS ARE THE PROOF, THE SIGN THAT YOU WILL TAKE TO THE BISHOP; . 138 YOU WILL TELL HIM FROM ME THA HE IS TO SEE IN THEM MY DESIRE, AND THAT THEREFORE HE IS TO CARRY OUT MY WISH, MY WILL. . 139 AND YOU, YOU WHO ARE MY MESSENGER, IN YOU I PLACE MY ABSOLUTE TRUST; . 140 AND I STRICTLY ORDER YOU THAT YOU ONLY OPEN YOUR AYATE ALONE IN THE PRESENCE OF THE BISHOP, AND SHOW HIM WHAT YOU ARE CARRYING. . 141 AND YOU WILL TELL HIM EVERYTHING EXACTLY, YOU WILL TELL HIM THAT I ORDERED YOU TO CLIMB TO THE TOP OF THE LITTLE HILL TO CUT FLOWERS, AND EVERYTHING THAT YOU SAW AND ADMIRED, . 142 SO THAT YOU CAN CONVINCE THE GOVERNING PRIEST, SO THAT HE WILL THEN DO WHAT LIES WITHIN HIS RESPONSIBILITY SO THAT MY TEMPLE WHICH I HAVE ASKED HIM FOR WILL BE MADE, WILL BE RAISED.» . 143 And as soon as the Heavenly Queen gave him her orders, he took the causeway, he comes straight to Mexico City, he comes happily now. . 144 His heart is tranquil now, because his errand will come out well, he will carry it our perfectly. . 145 Along the way, he is very careful of what is in the hollow of his garment, lest he lose something: . 146 As he comes, he enjoys the fragrance of the different kinds of exquisite flowers. . 147 When he arrived at the Bishop’s residence, the doorkeeper and the other servants of the Governing Priest went to meet him. . 148 and he begged them to tell him how much he wanted to see him, but none of them was willing; they pretended they didn’t understand him, or perhaps because it was still very dark; . 149 or perhaps because they felt by now that all he did was bother them and keep on insisting, . 150 and their companions had already told them, the ones who lost him from sight when they were following him. . 151 For a long, long time he waited for his request to be granted. 152 And when they saw that he was simply standing there for a long, long time with his head down, without doing anything, in case he should be called, and that it looked as if he was carrying something, as if he was bringing it in the hollow of his tilma – then they came up close to him to see what he was bringing and thus satisfy their curiosity. . 153 And when Juan Diego saw that there was no way in which he could hide from them what he was carrying and that therefore they might harass him or push him perhaps rough him and the flowers up, he finally gave them a little peek and they say that it was flowers. . 154 And when they say that they were all exquisite different flowers and that it wasn’t the season for them to be blooming, they were very, very astonished by how fresh they were, how good they smelled, how handsome they seemed. . 155 And they wanted to grab and pull a few out; . 156 They dared to try to grab them three times, but there was no way in which they could do it, . 157 because when they would try, they could no longer see the flowers, they saw them as if they were painted or embroidered or sewn on the tilma. . 158 They went immediately to tell the Governing Bishop what they had seen, . 159 and how much the lowly Indian who had come other times wanted to see him, and that he had been waiting a very long time there for permission, because he wanted to see him. . 160 And as soon as the Governing Bishop heard it, he realized that this was the proof to convince him to get started on what the humble man was asking him for. . 161 He immediately ordered that he come in to see him. . 162 And when he had come in, he prostrated himself in his presence, as he had done before. . 163 And again he told him what he had seen and admired, and his message. . 164 He said to him, «Your Excellency, sir, I have done it. I have carried out your orders, . 165 That is, I went to tell my Mistress, the Heavenly Maiden, Holy Mary, the Beloved Mother of God, that you were asking for proof so you could believe me, so that you would make her sacred little house, where she as asking you to build it; 166 And I also told her that I had given you my word to come to bring you some sign, some proof of her will, as you told me to. . 167 And she listened carefully to your breath, your word, and was pleased to receive your request for the sign, the proof, so that her beloved will can be done, can be carried out. . 168 And today, while it was still night, she ordered me to come again to see you; . 169 and I asked her for the proof so that I would be believed, as she had said that she would give it to me, and she kept her promise immediately. . 170 And she ordered me to the top of the little hill where I had seen her before, to cut different flowers up there; Castillian roses. . 171 And when I had cut them, I took them down to her at the bottom; . 172 and she took them with her holy hands, . 173 again she placed them in the hollow of my ayate, . 174 so that I would bring them to you, so I would give them only to you. . 175 Although I knew very well that the top of the hill isn’t a place where flowers grow, because there are only a lot of craggy rocks, thorns, spiny acacias, prickly pears, mesquite bushes. I didn’t doubt because of that, I didn’t hesitate because of that. . 176 When I reached the top of the hill I saw that it was now paradise. . 177 Every kind of different precious flowers were there, each one perfect, the very finest that there are, full of dew and shining so I immediately cut them; . 178 and she told me that I should give them to you from her, and that in this way I would show the truth; that your should see the sign that you were asking for in order to carry our her beloved will, . 179 and so that it will be clear that my word, my message, is truth, . 180 here they are; please receive them.» . 181 And then he held out his white tilma, in the hollow of which he had placed the flowers. . 182 And just as all the different precious flowers fell to the floor, . 183 then and there the beloved Image of the Perfect Virgin Holy Mary, Mother of God, became the sign, suddenly appeared in the form and figure in which it is now, . 184 where it is preserved in her beloved little house, in her sacred little house at Tepeyac, which is called Guadalupe. . 185 And as soon as the Governing Bishop and all those who were there saw it, they knelt, they were full of awe and reverence. . 186 They stood up to see it, they became sad, they wept, their hearts and minds were in ecstasy. . 187 And the Governing Bishop weeping and with sadness begged and asked her to forgive him for not having immediately carried out her will, her holy breath, her holy word. . 188 And when he got up, he untied Juan Diego’s garment, his tilma, from his neck where it was tied. . 189 On which the Heavenly Queen appeared, on which she became the sign. . 190 And then he took it and placed it in his private chapel. . 191 And Juan Diego still stayed for the day in the Bishop’s house, he still kept him there. 192 And on the next day he said to him: «Come, let’s go so you can show where is that the Queen of Heaven wants her chapel built.» . 193 People were immediately invited to make it, to build it. . 194 And Juan Diego, as soon as he showed where the Lady of Heaven had ordered her sacred little house to be built, asked for permission: . 195 he wanted to go to his house in order to see his uncle, Juan Bernardino, who was very ill when he left him to go to Tlatilolco to call a priest to confess him and prepare him, the one whom the Queen of Heaven had told him had already been cured. . 196 But they didn’t let him go alone, rather people went with him to his house. . 197 And when they arrived they saw that his uncle was now healthy; he had absolutely no pain of any kind. . 198 And he, for his part, was greatly surprised by the way in which his nephew was accompanied and very honored; . 199 he asked his nephew why it was that they were honoring him so much; . 200 and he told him how, when he left to go call a priest for him who would confess him and prepare him, the Lady of Heaven appeared to him there at Tepeyac; 201 and she sent him to Mexico City to see the Governing Bishop, so that he would make her a house at Tepeyac. . 202 And she told him not to worry, because his uncle was now happy, and she consoled him very much with this news. . 203 His uncle told him that it was true, that she healed him at that exact moment, . 204 And he saw her in exactly the same way she had appeared to his nephew, . 205 and she told him that she was also sending him to Mexico City to see the Bishop; . 206 and also that when he went to see him, he should reveal absolutely everything to him, he should tell him what he had seen . 207 and the marvelous way in which she had healed him, . 208 and that he would properly name her beloved Image thus: THE PERFECT VIRGIN, HOLY MARY OF GUADALUPE. . 209 And then they brought Juan Bernardino into the presence of the Governing Bishop, they brought him to speak with him, to give his testimony, . 210 and together with his nephew Juan Diego, the Bishop lodged them in his house for a few days. . 211 While the sacred little house of the lovely Little Queen was built out there at Tepeyac, where she revealed herself to Juan Diego. . 212 And the Reverend Bishop moved the beloved Image of the Beloved Heavenly Maiden to the principal church. . 213 He took her beloved Image from his residence, from his private chapel in which it was, so that all could see it and admire it. . 214 And absolutely this entire city with no exception, was deeply moved as everyone came to see and admire her precious Image. . 215 They came to acknowledge its divine character. . 216 They came to offer her their payers. . 217 They marveled at the miraculous way it had appeared. 218 since absolutely no one on earth had painted her beloved Image. fuente: www.interlupe.com.mx |
Nican Mopohua Récit des apparitions de décembre 1531 de Notre Dame de Guadalupe au Mexique Auteur: Antonio Valeriano (1520-1605) Traduit du Náhualt à l’Espagnol par le Père Mario Rojas Sánchez en 1995 Traduit de l’espagnol au francais par Soeur Maria Astrid Comunidad de las Bienaventuranzas. Atlisco, Pue. Mexique. |
Nous allons vous raconter, mettre en ordre, comment, il y a peu, la Parfaite Vierge Marie et Sainte Mère de Dieu, notre Reine, à qui on a donné le nom de GUADALUPE, est apparue miraculeusement là-bas, sur le Tepeyac. |
Nican Mopohua (trad. italiana di Claudio Perfetti dal testo spagnolo di P. Mario Rojas) |
Qui si racconta, ordinatamente, il modo in cui poco tempo fa apparve miracolosamente la Perfetta Vergine Santa Maria Madre di Dio, Nostra Regina, là sul colle Tepeyac, conosciuto come Guadalupe. Dapprima si mostrò ad un indio di nome Juan Diego; e poi la sua Preziosa Immagine apparve davanti a fra’ Juan de Zumárraga, fatto vescovo da poco tempo. 1. Dieci anni dopo la conquista della città di México, quando erano ormai già stati deposti gli scudi e le frecce, quando dappertutto regnava la pace nei villaggi, 2. cosi come sbocciò, ora già rinverdisce e apre la sua corolla la conoscenza di Colui per il quale si vive: il vero Dio. 3.In quel tempo, era l’anno 1531, verso i primi giorni del mese di dicembre, accadde che vi era indio, un povero uomo del popolo, 4. il cui nome era Juan Diego, che viveva, secondo quanto si dice, a Cuauhtitlan, 5.e che, riguardo a tutte le cose di Dio, apparteneva in tutto a Tlatilolco. 6. Era un sabato, ancora prima dell’alba, e veniva alla ricerca di Dio e dei suoi comandamenti. 7. Giunto nei pressi del piccolo colle chiamato Tepeyac, cominciava ad albeggiare. 8.Udì cantare in cima al colle, sembrava il canto di molti uccelli preziosi; quando quelle voci cessavano, sembrava quasi che fosse il colle a rispondere; i loro canti, così straordinariamente dolci e deliziosi, oltrepassavano quelli del coyotototl e del tzinitzcan e di altri uccelli rari. 9.Juan Diego si fermò per guardare. Disse tra sé: «Sono forse io degno, merito davvero ciò che sto udendo? Non lo sto forse solo sognando? Non lo sto forse vedendo in dormiveglia? 10.Dove sto? Dove mi trovo? Forse là dove ci hanno tramandato i nostri antenati, i nostri nonni: nella terra dei fiori, nella terra del mais, della nostra carne, del nostro sostegno; forse nella terra celeste? 11.Guardava verso la cima del colle, nella direzione in cui sorge il sole, proprio da dove proveniva il prezioso canto celestiale. 12.E quando improvvisamente il canto cessò, quando non si udì più, allora sentì che lo chiamavano dalla cima del colle, dicendogli: «Juanito, Juan Dieguito». 13.Osò allora dirigersi verso il luogo da dove lo chiamavano; nessun turbamento passava nel suo cuore e niente lo alterava, anzi si sentiva oltremodo felice e contento; cominciò a salire sul colle per vedere da dove lo chiamavano. 14.E quando giunse alla cima del colle, non appena lo vide una Signora che stava proprio lì in piedi, 15.lo chiamò affinché Le si avvicinasse. 16.E non appena fu davanti a Lei, si meravigliò per quanto la sua perfetta grandezza oltrepassasse ogni immaginazione: 17.il suo vestito splendeva come il sole, come se riverberasse, 18.e la pietra, il masso su cui era ritta in piedi, come se lanciasse raggi; 19.lo splendore di Lei simile ad una pietra preziosa, come se fosse un bracciale (ineguagliabilmente bello) 20.la terra sembrava risplendere per i riflessi di un arcobaleno nella nebbia 21.Ed i mezquites e i nopales e le altre erbe che normalmente ivi crescevano sembravano smeraldi. Le foglie sembravano turchesi. E il loro tronco, le spine e i frutti splendevano come l’oro. 22.Si prostrò alla sua presenza. Ascoltò il suo respiro, la sua parola, che era estremamente glorificatrice, sommamente affabile, come di qualcuno che desiderasse attirarlo a sé e lo stimasse molto. 23.Gli disse: «ASCOLTA, MIO PICCOLO FIGLIO AMATISSIMO, JUANITO. DOVE STAI ANDANDO?» 24.Ed egli Le rispose: «Mia Signora, Regina, Fanciulla mia, sto andando alla tua casa di México Tlatilolco, per seguire le cose di Dio che ci danno, che ci offrono coloro che sono le immagini di Nostro Signore: i nostri sacerdoti». 25.Si mette allora a discorrere con lui, rivelan cui mi rispose, mi accorsi chiaramente che pensa che la tua casa che vuoi che ti erigano qui, forse altro non è che una mia invenzione, o forse che non proviene dalle tue labbra; 26. gli dice: «Sappi, sappi con certezza, mio piccolo figlio amatissimo, che io sono la Perfetta Sempre Vergine Santa Maria, Madre del Verissimo Dio per il quale si vive, il Creatore delle persone, il Signore di tutto ciò che ci circonda e ci avvolge, il Padrone del cielo, il Padrone della terra, desidero molto che proprio qui si costruisca la mia piccola casa sacra 28. lo darò alle genti mediante tutto il mio amore personale, il mio sguardo misericordioso, il mio aiuto, la mia salvezza: 29. poiché io sono in verità la vostra madre misericordiosa 30. la tua e quella di tutti gli uomini che su questa terra sono uno solo, 31. e di tutti gli altri popoli che mi amano, che mi invocano, che mi cercano, che in me confidano, 32. poiché da lì ascolterò il loro pianto, la loro tristezza, per guarire, per curare tutte le loro pene, le loro miserie, i loro dolori. 33. E per realizzare ciò che il mio amorevole sguardo pretende, va’ al palazzo del vescovo di México, e digli che sono io a mandarti, affinché tu gli manifesti quanto desidero che mi faccia costruire qui una casa, erigere per me un tempio; gli racconterai tutto ciò che hai visto e ammirato, e tutto cio’ che hai udito. 34. E sii certo che te ne sarò molto grata e te lo ripagherò, 35. che con tutto questo ti arricchirò, ti glorificherò; 36. e molto meriterai ciò con cui io ti ricompenserò della fatica, del servizio con cui tu ti farai carico di tutto verso colui al quale ti invio. 37. Ora hai ascoltato, figlio mio il più piccolo, il mio respiro, la mia parola; va’, fa’ ciò che a te spetta». 38. E immediatamente si prostrò alla sua presenza: «Signora mia, Fanciulla , vado subito a realizzare il tuo venerabile respiro, la tua venerabile parola; ed ora mi separo da Te, io, il tuo povero piccolo indio». 39. Scese dunque per venire a mettere in opera il suo compito: venne verso la strada rialzata, viene direttamente a Messico. 40. Non appena giunse all’interno della città, si diresse al palazzo del vescovo, che solo da poco tempo era giunto, sacerdote governante; il suo nome era D. Fra’ Juan de Zumárraga, sacerdote di San Francesco. 41. E una volta arrivato cerca subito di vederlo, prega i suoi servitori, i suoi aiutanti, che glielo vadano a dire; 42. dopo che fu passato molto tempo, vennero a chiamarlo, quando il signor vescovo ebbe comandato che entrasse. 43. Appena entrato, si inginocchiò davanti a lui, si prostrò, e poi subito gli rivela, gli racconta il prezioso respiro, la preziosa parola della Regina del Cielo, il suo messaggio, e gli riferisce anche tutto ciò che aveva ammirato, visto, udito. 44. Ed avendo ascoltato tutto il suo racconto, il suo messaggio, come se non lo ritenesse vero, 45. gli rispose, gli disse: «Figlio mio, torna un’altra volta, ancora con calma ti ascolterò, sempre ancora dal principio vedrò, considererò la ragione per la quale tu sei venuto, la tua volontà, il tuo desiderio». 46. Uscì; se ne andava triste, poiché non si era realizzato subito il suo incarico. 47. Poi verso sera, verso la fine del giorno, tornò, da lì andò diretto al la cima del colle, 48. ed ebbe la gioia di incontrare la Regina del Cielo: proprio lì dove le era apparsa la prima volta, lo stava aspettando. 49. E non appena la vide, davanti a Lei si prostrò, si gettò a terra, le disse: 50. «Mia piccola dolce Padrona, Signora, Regina, Figlia mia la più piccola, Fanciulla mia, sono stato dove mi hai ordinato per realizzare il tuo amabile respiro, la tua amabile parola; anche se sono entrato con difficoltà dove è il luogo del sacerdote governante, l’ho visto, davanti a lui ho esposto il tuo respiro, la tua parola, come mi hai comandato. 51. Mi ricevette amabilmente ed ascoltò tutto perfettamente, ma, per come mi rispose, è come se non l’avesse capito, non crede che sia vero. 52. Mi disse: «Torna un’altra volta; ti riascolterò con calma, ancora perbene dal principio vedrò perché sei venuto, il tuo desiderio, la tua volontà». 53. Dal modo in cui mi rispose, mi accorsi chiaramente che pensa che la tua casa che vuoi che ti erigano qui, forse altro non è che una mia invenzione, o forse che non proviene dalle tue labbra; 54.molto ti supplico, Signora mia, Regina, Fanciulla mia, che tu incarichi piuttosto qualcuno dei nobili, stimati, che sia conosciuto, rispettato, onorato, di portare, di riferire il tuo amabile respiro, la tua amabile parola affinché le credano. 55.Poiché in verità io sono un uomo del campo, sono mecapal, sono parihuela, sono coda, sono ala; sono io stesso ad aver bisogno d’essere condotto, portato a braccia, non è per me l’andare o l’intrattenermi là dove tu mi invii, mia piccola Vergine, Figlia mia la più piccola, Signora, Bambina; 56.dispènsami, per favore: affliggerò di pena il tuo volto, il tuo cuore; finirò per cadere nella tua rabbia, nel tuo dispiacere, Signora Padrona mia». 57.Così le rispose la perfetta Vergine, degna di onore e venerazione: 58.»Ascolta, figlio mio il più piccolo, sappi con certezza che non sono scarsi i miei servitori, i miei messaggeri, ai quali incaricai di portare il mio respiro, la mia parola, affinché compiano la mia volontà; 59.è però molto necessario che tu, personalmente, vada, preghi che per la tua intercessione si realizzi, si compia il mio volere, la mia volontà. 60.E molto ti prego, figlio mio il più piccolo, e con rigore ti comando, di tornare dal vesovo un’altra volta domani. 61.E da parte mia fagli sapere, fagli udire il mio volere, la mia volontà, affinché realizzi, costruisca il mio tempio che gli chiedo. 62.E nuovamente, con cura, digli in che modo io, personalmente, la sempre vergine Santa Maria, io, che sono la Madre di Dio, ti mando». 63.Juan Diego, da parte sua, le rispose, le disse: «Signora mia, Regina, Bimba mia, non voglio angustiare con pena il tuo volto, il tuo cuore; con grande piacere realizzerò il tuo respiro, la tua parola; in nessun modo tralascerò di farlo, né giudico fastidioso il cammino. 64.Andrò a compiere la tua volontà, ma forse non sarò ascoltato, o anche se lo fossi forse non sarò creduto. 65.Domani verso sera, quando ormai cala il sole, tornerò per riportare alla tua parola, al tuo respiro, ciò che mi risponderà il sacerdote governante. 66.Ora Ti saluto rispottosamente, Figlia mia la più piccola, Fanciulla, Signora, Bambina mia, riposa ancora un po’. 67.Poi anche lui andò a casa sua a riposare. 68.Il giorno seguente, domenica, quando era ancora notte, tutto era ancora scuro, uscì da lì, dalla sua casa, venne diretto a Tlatilolco, venne per imparare ciò che appartiene a Dio e a mettersi in fila; per poi vedere il signor vescovo. 69.E verso le dieci era già tutto pronto: aveva ascoltato la messa, aveva fatto la fila e la folla si era dispersa. 70.E Juan Diego si diresse quindi al palazzo del signor vescovo. 71.E appena arrivò, fece quasi a lotta per vederlo, e con grande fatica lo vide un’altra volta; 72.s’inginocchiò ai suoi piedi, diventò triste nel parlargli, nel rivelargli la parola, il respiro della Regina del Cielo, 73.nella speranza che fosse creduta l’ambasciata, la volontà della Perfetta Vergine, di costruirle, di erigerle la sua piccola casa sacra, lì dove aveva detto, lì dove la voleva. 74.E il vescovo governante moltissime cose gli chiese, lo interrogò, per potersi accertare dove l’eavesse vista, come Ella fosse; assolutamente tutto raccontò al signor vescovo. 75.Ma anche se egli assolutamente tutto gli riferì, ed in ogni cosa vide, ammirò che appariva con tutta evidenza che Ella era la Perfetta Vergine, l’Amabile, la Meravigliosa Madre del Nostro Salvatore Nostro Signore Gesucristo, 76.tuttavia, ancora non si poté realizzare 77.Disse che non solo mediante la sua parola, la sua petizione, si sarebbe compiuto, realizzato ciò che egli chiedeva, 78.ma che era assolutamente necessario qualche altro segno perché si potesse credere che a inviarlo era la Regina del Cielo in persona. 79.Non appena Juan Diego ebbe udito ciò, disse al vescovo: 80.»Signor governante, rifletti su quale segno vuoi, perché io poi andrò a chiederlo alla Regina del Cielo che mi ha mandato». 81.Ed avendo il vescovo constatato che confermava, che in nulla vacillava o dubitava, allora lo licenzia. 82.E non appena è fuori, comanda ad alcuni della sua casa nei quali riponeva assoluta fiducia, che lo seguissero, che osservassero attentamente dove andava, chi vedeva, con chi parlava. 83.E così fu fatto. E Juan Diego venne diretto. Percorse la strada rialzata. 84.E coloro che lo seguivano, prima d’arrivare al Tepeyac, all’altezza del ponte di legno, finirono per perderlo. E benché lo cercassero dappertutto, non riuscirono più a vederlo da nessuna parte. 85.E così tornarono indietro. Non solo perché ne rimasero molto infastiditi, ma anche perché li aveva ostacolati nel loro intento, li fece arrabbiare. 86.Andarono cosi a raccontare al signor vescovo, gli misero in testa di non credergli, gli dissero di come gli raccontasse solo menzogne, che non faceva che inventare ciò che veniva a dirgli, o che solo sognava o immaginava ciò che gli diceva, ciò che gli chiedeva. 87.E decisero dunque che, se un’altra volta fosse venuto, fosse tornato, lì stesso lo avrebbero afferrato e duramente castigato, affinché non tornasse a dire bugie, né a svegliare all’alba la gente. 88.Nel frattempo, Juan Diego stava con la Santissima Vergine, riferendole la risposta data dal signor vescovo; 89.come la Signora la ebbe ascoltata, gli disse: 90.»Va bene, piccolo figlio mio, tornerai qui domani per portare al vescovo il segno che ti ha chiesto; 91.con quello ti crederà, e non avrà più dubbi su nulla, né sospetterà più di te; 92.e sappi, piccolo figlio mio, che io ti ricompenserò per l’attenzione e il lavoro e la fatica che per me hai affrontato; 93.ora va’, ché domani ti aspetto qui». 94.Ma il giorno seguente, lunedì, quando Juan Diego doveva portare il segno per essere creduto, non tornò. 95.Giunto a casa, infatti, un suo zio, di nome Juan Bernardino, era caduto ammalato, era molto grave. 96.Andò anche a chiamare un medico, fece anche qualcosa per lui, ma non c’era più tempo, era ormai molto grave. 97.E quando sopraggiunse la notte, suo zio lo pregò che all’alba, quando fosse ancora scuro, uscisse, venisse a chiamare a Tlatilolco qualche sacerdote che andasse a confessarlo, a prepararlo, 98.poiché era sicuro che fosse ormai il tempo, il luogo, per morire, e che ormai non si sarebbe più alzato, né guarito. 99.E il martedì, quando la notte era ancora alta, Juan Diego uscì dalla sua casa per venire a chiamare il sacerdote a Tlatilolco; 100.e quando finalmente giunse sul fianco del colle col quale termina la sierra, ai suoi piedi, là dove comincia il sentiero, dalla parte in cui il sole tramonta, dove prima era salito, disse: 101.»Se vado diritto per il sentiero, questa Signora potrebbe vedermi e certamente, come è stato, mi tratterrà affinché io porti il segno al governante ecclesiastico, come mi aveva comandato; 102.ma prima deve abbandonarci la tribolazione; debbo prima chiamareil sacerdote religioso, mio zio non fa che aspettarlo». 103.Fece quindi il giro del colle, lo salì in un punto intermedio per uscire sul versante orientale, per raggiungere rapidamente México, per non essere trattenuto dalla Regina del Cielo. 104.Pensa che facendo quel tratto non lo potrà vedere colei che osserva perfettamente ogni luogo. 105.La vide non appena prese a scendere da sopra il colle, e che da lì l’aveva sempre osservato, da dove prima lo vedeva. 106.Gli venne incontro sul fianco del colle, venne a tagliargli la strada; gli disse: 107.»Che accade, il più piccolo dei miei figli? Dove vai, dove sei diretto?»; 108.E lui, forse si dette pena o forse provò vergogna? O forse si spaventò, divenne timoroso? 109.Alla sua presenza si prostrò, la salutò, le disse: 110.»Fanciulla mia, Figlia mia la più piccola, Bambina mia, spero che tu sia contenta; come ti sei svegliata? Sta bene il tuo amato corpicino, Signora mia, Bambina mia? 111.Con pena angustierò il tuo volto, il tuo cuore: ti faccio sapere, Fanciulla mia, che un tuo servitore, mio zio, è gravemente ammalato. 112.Una grave malattia lo ha colpito, certamente ne morirà presto. 113.E voglio andare in fretta alla tua piccola casa di México, per chiamare qualcuno degli amati di Nostro Signore, dei nostri sacerdoti, affinché vada a confessarlo e a prepararlo, 114.poiché in realtà è per questo che siamo nati, noi che veniamo ad aspettare il travaglio della nostra morte. 115.Ma, se vado a farlo, poi tornerò qui di nuovo per andare a portare il tuo respiro, la tua parola, Signora, Fanciulla mia. 116.Ti prego di perdonarmi, abbi con me ancora un po’ di pazienza, poiché non ti sto ingannando, Figlia mia la più piccola, Bambina mia, domani senz’altro verrò in tutta fretta». 117.Non appena ebbe ascoltato le ragioni di Juan Diego, la Misericordiosa Perfetta Vergine gli rispose: 118.»ascolta, riponilo nel tuo cuore, figlio mio il più piccolo, non è nulla ciò che ti ha spaventato, che ti ha afflitto, non si turbi il tuo volto, il tuo cuore: non temere per questa malattia né per alcun’altra infermità, né per altre cose critiche, dolorose. 119.Non sto forse qui io, che sono tua madre? Non stai sotto la mia ombra e la mia protezione? Non sono io la fonte della tua gioia? Non stai nel cavo del mio mantello, nella croce delle mie braccia? Di cos’altro hai bisogno? 120.Che nessun’altra cosa ti affligga, ti turbi; che non ti dia pena la malattia di tuo zio, perché non ne morirà per adesso. Sii certo che sta già bene». 121.(E proprio in quel momento, come si seppe poi, suo zio guarì). 122.E Juan Diego, udita l’amorevole parola, l’amorevole respiro della Regina del Cielo, se ne consolò moltissimo, il suo cuore si colmò di pace, 123.e la supplicò di mandarlo subito a vedere il vescovo governatore, per portargli un segno, una prova, affinché credesse. 124.La Regina Celeste gli ordinò allora di salire fin sulla cima del colle, dove l’aveva vista precedentemente; 125.gli disse: «Sali, Figlio mio il più piccolo, sulla cima del colle, dove mi hai visto e di detti degli ordini; 126.lì vedrai che vi sono molti diversi fiori: tagliali, riuniscili, mettili tutti insieme; poi, ritorna quaggiù; portali qui, alla mia presenza». 127.E Juan Diego salì dunque sul colle, 128.e quando raggiunse la sommità, rimase stupito per quanto erano fioriti, aperte le loro corolle, i fiori più svariati, graziosi e belli, pur non essendo ancora il loro tempo: 129.poiché in verità in quella stagione il gelo ancora imperava; 130.andavano diffondendo un odore soavissimo; come perle preziose, come irrorati di rugiada notturna. 131.Cominciò allora a tagliarli, li unì tutti assieme, li ripose nel cavo del suo mantello. 132.E’ certo che la cima del colle non era un luogo in cui potessero crescere fiori, vi abbondano solo sassi, cardi selvativi, spine, cactus, mezquite, 133.e anche se a volte vi potevano crescere delle pianticelle, allora era dicembre, quando il gelo tutto mangia, tutto distrugge. 134.E poi ridiscese, portando alla Bambina Celeste i vari fiori che era andato a tagliare, 135.e quando li vide, col le sue venerabili mani li prese; 136.poi nuovamente li tornò a deporre del cavo del suo mantello e gli disse: 137.»Figlio mio il più piccolo, questi diversi fiori sono la prova, il segno che porterai al vescovo; 138.da parte mia gli dirai che veda in essi il mio desiderio e che pertanto realizzi il mio volere, la mia volontà. 139.E tu…, tu che sei il mio messaggero…, in te è assolutamente riposta la mia fiducia; 140.e molto ti ordino, con fermezza, che sia tu da solo alla presenza del vescovo ad aprire il tuo mantello e a mostrargli ciò che vi porti. 141.E gli racconterai tutto puntualmente, gli dirai che ti ho ordinato di andare in cima al colle a tagliare i fiori, e tutto ciò che hai visto e ammirato, 142.affinché tu possa convincere il sacerdote governante, affinché faccia ciò che deve fare, si eriga il mio tempio che gli ho chiesto». 143.E non appena gli dette quell’ordine la Celeste Regina, venne a prendere la strada rialzata, viene diretto a México, ora viene contento. 144.Il suo cuore ormai è tranquillo, poiché porterà a termine la sua missione, la realizzerà perfettamente. 145.Sta molto attento a ciò che porta nel cavo del mantello, che nulla possa disperdersi; 146.viene gustandosi l’aroma dei diversi preziosi fiori. 147.Una volta giunto al palazzo del vescovo, gli andarono incontro il portinaio e gli altri servitori del sacerdote governante, 148.e li supplicò di dirgli quanto desiderasse vederlo, ma nessuno volle, fingevano di non capirlo, o forse perché era ancora molto buio, 149.o forse perché già lo sapevano che non faceva altro che molestrarli, importunarli, 150.e già era stato loro riferito da quei compagni che lo persero di vista quando lo avevavo seguito. 151.Per un lunghissimo tempo rimase ad aspettare soddisfazione. 152.E quando videro che per lunghissimo tempo se ne stette lì, in piedi, il capo chino, senza far nulla, aspettando d’essere chiamato, e che portava qualcosa, lo portava nel cavo del suo mantello; dopo un po’ gli si avvicinarono per vedere cosa portasse e per togliersi la curiosità. 153.E quando Juan Diego si rese conto che non poteva in alcun modo nascondere loro ciò che portava e che per questo lo avrebbero potuto molestare, spintonare o forse strattonare, fece in modo da mostrare appena che si trattava di fiori. 154.E quando s’accorsero che erano fiori delicati, vari, e che non si era ancora in tempo di fioritura, li ammirarono tantissimo, per quanto erano sbocciate le loro corolle, quanto erano profumati, quanto sembravano belli. 155.E vollero prenderne e strappargliene alcuni; 156.per tre volte cercarono di prenderglieli, ma in nessun modo vi riuscirono, 157.perché, quando cercavano di farlo, essi non vedevano più i fiori, ma questi apparivano come fossero dipinti, o ricamati, o cuciti sul mantello. 158.Andarono subito a riferire al vescovo governante ciò che avevano visto, 159.quanto desiderasse entrare a vederlo l’indio che già altre volte era venuto, e che ormai da moltissimo tempo se ne stava lì aspettando il permesso, perché desiderava vederlo. 160.E il vescovo governante, udito ciò, si rese conto che era quella la prova per convincerlo, per compiere ciò che quell’uomo sollecitava. 161.Subito ordinò di farlo entrare. 162.E una volta entrato, alla sua presenza si prostrò, come aveva già fatto precedentemente. 163.E raccontò di nuovo ciò che aveva visto, ammirato, e il suo messaggio. 164.Gli disse: «Signore mio, governante, ho fatto, ho compiuto ciò che mi hai ordinato; 165.sono andato a dire alla Signora mia Padrona, Bambina Celeste, Santa Maria, Amata Madre di Dio, che chiedevi una prova per potermi credere, che tu le facessi la sua piccola casa sacra, là dove ti chiedeva di edificarla; 166.e le dissi anche che ti avevo dato la mia parola di portarti un segno, una prova della vua volontà, come tu mi incaricasti. 167.E ascoltò bene il tuo respiro, la tua parola, e ricevette benevolmente la tua richiesta del segno, dellaprova, affinché si faccia, di realizzi la sua amata volontà. 168.E così, quando era ancora notte, mi comandò di venire a vederti un’altra volta; 169.e le chiesi la prova per essere creduto, come mi aveva detto che avrebbe fatto, e subito lo fece. 170.E mi inviò sulla cima del colle, là dove io l’avevo vista prima, affinché ivi tagliassi diverse rose di Castiglia. 171.E dopo averle tagliate, gliele riportai laggiù; 172.e con le sue sante mani le prese, 173.di nuovo nel cavo del mio mantello le ripose, 174.affinché venissi a portartele, a te personalmente le dessi. 175.Benché sapessi bene che la cima del colle non è un luogo adatto per i fiori, poiché vi è solo abbondanza di sassi, cardi selavatici, arbusti, cactus, mezquite, non per questo dubitai, non per questo vacillai. 176.Quando fui giunto sulla cima del colle vidi che era già il paradiso. 177.Lì trovai, perfetti, tutti i diversi fiori preziosi, quanto di più fine ci possa essere, pieni di rugiada, splendenti, cosicché poi mi misi a tagliarli; 178.e mi disse che da parte sua te li dessi, e che così io avrei provato e tu avresti visto il segno che le chiedevi per realizzare la sua amata volontà; 179.e affinché appaia che è verità la mia parola, il mio messaggio, 180.eccoli qui, fammi il favore di riceverli». 181.E stese quindi il suo bianco mantello, dentro il quale aveva riposto i fiori. 182.E non appena caddero a terra tutti i vari fiori preziosi, 183.lì si trasformò in segno, apparve all’improvviso l’Amata Immagine della Perfetta Vergine Santa Maria, Madre di Dio, nella forma e nella figura in cui oggi sta, 184.e dove è ora conservata nella sua piccola amata casa, nella sua piccola casa sacra sul Tepeyac, che si chiama Guadalupe. 185.E appena la videro il vescovo governante e tutti quelli che stavano lì, si inginocchiarono e molto la ammirarono, 186.si alzarono in piedi per vederla, si rattristarono, si afflissero, sospeso il cuore, la mente… 187.E il vescovo governante nel pianto, con tristezza, lo pregò, gli chiese perdono per non aver compiuto la sua volontà, il suo venerabile respiro, la sua venerabile parola, 188.e quando di alzò, sciolse dal collo attorno al quale era legato l’indumento, il mantello di Juan Diego 189.sul quale la Regina Celeste era apparsa, s’era trasformata in segno; 190.e poi la portò, l’andò a collocare là, nel suo oratorio. 191.E Juan Diego passò ancora un giorno lì, nella casa del vescovo, che lo trattenne ancora. 192.E il giorno appresso gli disse: «Va’, andiamo e mostrami dove la Regina del Cielo vuole che le costruiscano il suo tempio». 193.Subito fu invitata gente per farlo, erigerlo. 194.E Juan Diego, appena ebbe mostrato dove la Signora del Cielo aveva comandato che le si erigesse la sua piccola casa sacra, chiese il permesso: 195.voleva recarsi a casa sua per andare a vedere suo zio Juan Bernardino, che era gravemente ammalato quando l’aveva lasciato per andare a chiamare un sacerdote a Tlatilolco affinché lo confessasse e lo preparasse, e che la Regina del Cielo aveva detto d’avere già guarito. 196.Ma non lo lasciarono andar via da solo, lo accompagnarono alla sua casa. 197.E quando arrivarono, videro che suo zio era davvero guarito, assolutamente più nulla lo angustiava. 198.E questi, da parte sua, si meravigliò molto della forma in cui suo nipote era accompagnato e molto onorato; 199.chiese al nipote perché ciò accadesse, perché lo onoravano tanto; 200.E gli raccontò che quando lo aveva lasciato per andare a chiamargli un sacerdote che lo confessasse, lo preparasse, là sul Tepeyac gli era apparsa la Signora del Cielo; 201.e lo aveva inviato a México dal vescovo governante, affinché gli facesse una casa sul Tepeyac. 202.E gli aveva detto di non affliggersi, ché suo zio ormai stava bene, e ciò l’aveva consolato molto. 203.Suo zio gli disse che era certo che proprio in quel momento fu guarito, 204.e l’aveva vista esattamente nella stessa forma in cui era apparsa a suo nipote, 205.gli disse che anche lui era stato mandato a México a vedere il vescovo; 206.e che anche lui, quando l’avesse visto, doveva riferirgli assolutamente tutto, raccontandogli ciò che aveva visto 207.e il modo meraviglioso in cui era stato guarito, 208.e che avrebbe dovuto chiamare, invocare la sua Amata Immagine proprio così: La Perfetta Vergine Santa Maria di Guadalupe. 209.Condussero quindi Juan Bernardino alla presenza del vescovo governante, lo portarono a parlare da lui affinché desse testimonianza, 210.e insieme a suo nipote Juan Diego, il vescovo li ospitò a casa sua alcuni giorni, 211.mentre si costruiva la piccola casa sacra della Bambina Regina là sul Tepeyac, dove si fece vedere da Juan Diego. 212.E il signor vescovo trasferì nella Chiesa Maggiore l’amata Immagine dell’Amata Bambina Celeste. 213.Andò a prelevare l’amata Immagine dal suo palazzo, dal suo oratorio in cui stava, affinché tutti la vedessero e l’ammirassero. 214.E proprio tutta questa città, nessuno escluso, si commosse quando venne a vedere, ad ammirare la sua preziosa Immagine. 215.Venivano a riconoscere il suo carattere divino. 216.Venivano a presentarle le loro preghiere. 217.Molti restarono ammirati per la maniera miracolosa in cui era apparsa, 218.poiché assolutamente nessun uomo della terra dipinse la sua amata Immagine. Indice dei versetti Fuente: www.interlupe.com.mx |