Peregrinaciones
Arquidiócesis y Diócesis
OCTUBRE 2021
Peregrinación Varonil de la Arquidiócesis de Morelia
11 de octubre de 2021
Audio de la Homilía
Video de la Misa Completa
Peregrinación de la Diócesis de Irapuato
8 de octubre de 2021
Audio de la Homilía
Video de la Misa Completa
SEPTIEMBRE 2021
Peregrinación de la Diócesis de Ecatepec
4 de septiembre de 2021
Audio de la Homilía
Video de la Misa Completa
AGOSTO 2021
Peregrinación Femenil de la Arquidiócesis de Morelia
11 de agosto de 2021
Audio de la Homilía
Video de la Misa Completa
Peregrinación Femenil de la Diócesis de Celaya
8 de agosto de 2021
Audio de la Homilía
Video de la Misa Completa
JULIO 2021
Arquidiócesis de Hermosillo y Diócesis de Nogales
17 de julio de 2021
Audio de la Homilía
Video de la Misa Completa
Peregrinación No. 34: Monaguillos Arquidiócesis de México
3 de julio de 2021
Audio de la Homilía
Video de la Misa Completa
JUNIO 2021
MAYO 2021
Diócesis de Papantla
18 de mayo de 2021
Audio de la Homilía
Video de la Misa Completa
Audio de la Homilía
DIOCESIS DE PAPANTLA
18 de mayo de 2021
“María es consuelo de los afligidos”
Queridos hermanos, en el año 2020, por la pandemia que estamos padeciendo, no pudimos, como diócesis de Papantla, hacer nuestra peregrinación a este Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. En este año sólo ha sido posible venir a celebrar esta Eucaristía, acompañado de un pocos sacerdotes y laicos, pero lo hacemos con mucho gusto a nombre de todos los feligreses de la Diócesis de Papantla para poner a los pies de Nuestra Señora las intenciones de todos los que formamos parte de esta diócesis. Queremos pedirle a la Santísima Virgen por nuestros seres queridos que, por el coronavirus, ya se nos han adelantado en las moradas eternas y, por otro lado, queremos pedirle su intercesión por los que siguen enfrentando la presencia de este virus, especialmente los doctores, los maestros y los niños; queremos pedirle también por las elecciones del 6 de junio para que sean limpias y que, una vez emitidos los votos, se respete la voluntad popular y luchemos todos por un México mejor.
En el evangelio hemos escuchado las buenaventuras, las cuales son una buena nueva para los pobres, los humildes y sencillos de corazón, son un mensaje de esperanza para los que sufren, los desprotegidos, los marginados. Las bienaventuranzas reflejan lo que Jesús enseñó y vivió, reflejan su espíritu, su manera de pensar y de vivir. Por esto los discípulos de Cristo las hacen su programa de vida. Las bienaventuranzas muestran que, para Dios, los últimos son los primeros en su reino. Los pobres de este mundo son los preferidos de Dios, simple y sencillamente porque Dios está del lado de los desheredados, los cuales, por ese mismo hecho, ponen en Dios su esperanza. En ellas, se dice que los que lloran serán consolados, los sufridos heredarán la tierra, los que tienen hambre y sed de justicia serán saciados y creemos que, como dice San Pablo en la primera lectura, que Dios es Padre de misericordia y Dios de todo consuelo, por tanto, es Dios el que finalmente consuela a los que lloran; es Dios lo que, después de este peregrinar, van a heredar los sufridos; es Dios el que ahora sacia a los que tienen hambre y sed de Justicia.
Dios, como a uno a quien su madre consuela, nos quiere consolar (cfr. Is 66, 13), pero para ello se sirve de diversos medios. Actúa a través de la historia y de los acontecimientos, actúa por medio de sus ángeles que nos cuidan y protegen, pero sobre todo actúa por medio su Hijo, del Espíritu Santo y de la Santísima Virgen María. Claro, en primer lugar, lo hace por medio de nuestro Señor Jesucristo, el cual, al venir al mundo, padecer y resucitar de entre los muertos ha sido el consuelo y la paz para los pobres de espíritu, para los que lloran, para los sufridos y para los que tienen hambre y sed de justicia y para los que luchan y son perseguidos por causa de la justicia. ¡Jesús resucitado es nuestro gozo, nuestra paz y nuestro consuelo!
También actúa por medio del Espíritu Santo que, por la gracia del bautismo, ha hecho su morada en nosotros, el cual, inspira nuestras palabras, ilumina nuestros sentidos, infunde su amor en nuestros corazones, nos auxilia siempre, aleja de nosotros al enemigo y nos da la paz interior. Por eso rezamos: “Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo”.
La Santísima Virgen también es otro medio para experimentar el consuelo de Dios. En 1531 vino a ser el consuelo para los pobladores del Valle de México y queremos que sea consuelo para el México de hoy que sufre no sólo el virus de esta pandemia, sino también por el virus de la violencia, de la desigualdad, de la cultura de la muerte y de la indiferencia.
Nuestra Señora de Guadalupe dijo a San Juan Diego cuando se enfermó su tío Bernardino: “No temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad, ni cosa punzante y aflictiva. ¿No estoy yo aquí, que tengo el honor y la dicha de ser tu madre?”. Por eso queremos pedirle su intercesión por todos los que en este momento se encuentran enfermos y afligidos. La Santísima Virgen María, como la invocamos en las letanías, es “consuelo de los afligidos”, así que le pedimos que consuele a todos los que están sufriendo en México y en nuestra Diócesis, ya sea por la violencia, la pobreza, las enfermedades o la pérdida de un ser querido. Naturalmente también le pedimos, unidos al Papa Francisco y a todos los cristianos de todo el mundo, el fin de la pandemia del coronavirus, así como de todas las aflicciones que como secuelas ha dejado este virus en el todo el mundo.
La Santísima Virgen María es un consuelo materno por el que nos llega el consuelo de Dios, ella sufrió espiritualmente la pasión de su Hijo en su corazón, de manera que comprende a los atribulados. Al pie de la cruz fue la madre afligida, pero con la resurrección fue consolada y se convirtió en consuelo de los discípulos de su Hijo Jesús e intercede por ellos desde el cielo. Por otro lado, aunque nosotros muchas veces la olvidamos, en los momentos difíciles nos volvemos a ella porque sabemos que no le importan nuestros olvidos, sino que contemos con ella para poder experimentar, en los momentos más difíciles, la gracia del encuentro con su Hijo Jesucristo que es el consuelo último y definitivo de Dios para todos nosotros.
Ahora bien, así como la Santísima Virgen María fue consolada y se convirtió en consuelo para los creyentes, así el que es consolado por Dios debe consolar a otros con el consuelo que ha recibido (cfr. 2 Co 1, 4). En este sentido hay que decir que las bienaventuranzas, que escuchamos en el evangelio, no son las únicas, el evangelio está lleno de bienaventuranzas e inspirados en él podríamos pensar en otras, por ejemplo: bienaventurados los que hacen felices a los demás, bienaventurados los que consuelan a los que sufren, bienaventurados los que luchan por un mundo con menos pobres, bienaventurados los que luchan por la dignidad de los pueblos indígenas, por la dignidad y el respeto a la mujer, bienaventurados los que luchan por la vida desde su concepción hasta su muerte natural, bienaventurados los que luchan por los derechos de los niños y el cuidado y respeto a la creación. Esto muestra, por un lado, que el que es consolado por Dios tiene la misión de consolar a los demás y, por otro, que nadie da lo que no tiene y nadie tiene si no ha recibido primero (cfr. 1 Co 4, 7).
Hermanos, en las bienaventuranzas Jesús nos habla de poseer el Reino de Dios, en realidad lo que hay poseer es al mismo Dios, sólo él puede hacer felices a los desheredados, a los que sufren o a los que luchan por la paz y hacen el bien a los demás. Que Dios, por intercesión de María, Madre del consuelo, nos conceda las gracias que le pedimos. ¡Que así sea!
+ Mons. José Trinidad Zapata Ortiz
VIII Obispo de Papantla
FEBRERO 2021
Diócesis de Tehuacán
7 de febrero de 2021
Audio de la Homilía
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DIOCESIS DE PAPANTLA
18 de mayo de 2021
“María es consuelo de los afligidos”
Queridos hermanos, en el año 2020, por la pandemia que estamos padeciendo, no pudimos, como diócesis de Papantla, hacer nuestra peregrinación a este Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. En este año sólo ha sido posible venir a celebrar esta Eucaristía, acompañado de un pocos sacerdotes y laicos, pero lo hacemos con mucho gusto a nombre de todos los feligreses de la Diócesis de Papantla para poner a los pies de Nuestra Señora las intenciones de todos los que formamos parte de esta diócesis. Queremos pedirle a la Santísima Virgen por nuestros seres queridos que, por el coronavirus, ya se nos han adelantado en las moradas eternas y, por otro lado, queremos pedirle su intercesión por los que siguen enfrentando la presencia de este virus, especialmente los doctores, los maestros y los niños; queremos pedirle también por las elecciones del 6 de junio para que sean limpias y que, una vez emitidos los votos, se respete la voluntad popular y luchemos todos por un México mejor.
En el evangelio hemos escuchado las buenaventuras, las cuales son una buena nueva para los pobres, los humildes y sencillos de corazón, son un mensaje de esperanza para los que sufren, los desprotegidos, los marginados. Las bienaventuranzas reflejan lo que Jesús enseñó y vivió, reflejan su espíritu, su manera de pensar y de vivir. Por esto los discípulos de Cristo las hacen su programa de vida. Las bienaventuranzas muestran que, para Dios, los últimos son los primeros en su reino. Los pobres de este mundo son los preferidos de Dios, simple y sencillamente porque Dios está del lado de los desheredados, los cuales, por ese mismo hecho, ponen en Dios su esperanza. En ellas, se dice que los que lloran serán consolados, los sufridos heredarán la tierra, los que tienen hambre y sed de justicia serán saciados y creemos que, como dice San Pablo en la primera lectura, que Dios es Padre de misericordia y Dios de todo consuelo, por tanto, es Dios el que finalmente consuela a los que lloran; es Dios lo que, después de este peregrinar, van a heredar los sufridos; es Dios el que ahora sacia a los que tienen hambre y sed de Justicia.
Dios, como a uno a quien su madre consuela, nos quiere consolar (cfr. Is 66, 13), pero para ello se sirve de diversos medios. Actúa a través de la historia y de los acontecimientos, actúa por medio de sus ángeles que nos cuidan y protegen, pero sobre todo actúa por medio su Hijo, del Espíritu Santo y de la Santísima Virgen María. Claro, en primer lugar, lo hace por medio de nuestro Señor Jesucristo, el cual, al venir al mundo, padecer y resucitar de entre los muertos ha sido el consuelo y la paz para los pobres de espíritu, para los que lloran, para los sufridos y para los que tienen hambre y sed de justicia y para los que luchan y son perseguidos por causa de la justicia. ¡Jesús resucitado es nuestro gozo, nuestra paz y nuestro consuelo!
También actúa por medio del Espíritu Santo que, por la gracia del bautismo, ha hecho su morada en nosotros, el cual, inspira nuestras palabras, ilumina nuestros sentidos, infunde su amor en nuestros corazones, nos auxilia siempre, aleja de nosotros al enemigo y nos da la paz interior. Por eso rezamos: “Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo”.
La Santísima Virgen también es otro medio para experimentar el consuelo de Dios. En 1531 vino a ser el consuelo para los pobladores del Valle de México y queremos que sea consuelo para el México de hoy que sufre no sólo el virus de esta pandemia, sino también por el virus de la violencia, de la desigualdad, de la cultura de la muerte y de la indiferencia.
Nuestra Señora de Guadalupe dijo a San Juan Diego cuando se enfermó su tío Bernardino: “No temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad, ni cosa punzante y aflictiva. ¿No estoy yo aquí, que tengo el honor y la dicha de ser tu madre?”. Por eso queremos pedirle su intercesión por todos los que en este momento se encuentran enfermos y afligidos. La Santísima Virgen María, como la invocamos en las letanías, es “consuelo de los afligidos”, así que le pedimos que consuele a todos los que están sufriendo en México y en nuestra Diócesis, ya sea por la violencia, la pobreza, las enfermedades o la pérdida de un ser querido. Naturalmente también le pedimos, unidos al Papa Francisco y a todos los cristianos de todo el mundo, el fin de la pandemia del coronavirus, así como de todas las aflicciones que como secuelas ha dejado este virus en el todo el mundo.
La Santísima Virgen María es un consuelo materno por el que nos llega el consuelo de Dios, ella sufrió espiritualmente la pasión de su Hijo en su corazón, de manera que comprende a los atribulados. Al pie de la cruz fue la madre afligida, pero con la resurrección fue consolada y se convirtió en consuelo de los discípulos de su Hijo Jesús e intercede por ellos desde el cielo. Por otro lado, aunque nosotros muchas veces la olvidamos, en los momentos difíciles nos volvemos a ella porque sabemos que no le importan nuestros olvidos, sino que contemos con ella para poder experimentar, en los momentos más difíciles, la gracia del encuentro con su Hijo Jesucristo que es el consuelo último y definitivo de Dios para todos nosotros.
Ahora bien, así como la Santísima Virgen María fue consolada y se convirtió en consuelo para los creyentes, así el que es consolado por Dios debe consolar a otros con el consuelo que ha recibido (cfr. 2 Co 1, 4). En este sentido hay que decir que las bienaventuranzas, que escuchamos en el evangelio, no son las únicas, el evangelio está lleno de bienaventuranzas e inspirados en él podríamos pensar en otras, por ejemplo: bienaventurados los que hacen felices a los demás, bienaventurados los que consuelan a los que sufren, bienaventurados los que luchan por un mundo con menos pobres, bienaventurados los que luchan por la dignidad de los pueblos indígenas, por la dignidad y el respeto a la mujer, bienaventurados los que luchan por la vida desde su concepción hasta su muerte natural, bienaventurados los que luchan por los derechos de los niños y el cuidado y respeto a la creación. Esto muestra, por un lado, que el que es consolado por Dios tiene la misión de consolar a los demás y, por otro, que nadie da lo que no tiene y nadie tiene si no ha recibido primero (cfr. 1 Co 4, 7).
Hermanos, en las bienaventuranzas Jesús nos habla de poseer el Reino de Dios, en realidad lo que hay poseer es al mismo Dios, sólo él puede hacer felices a los desheredados, a los que sufren o a los que luchan por la paz y hacen el bien a los demás. Que Dios, por intercesión de María, Madre del consuelo, nos conceda las gracias que le pedimos. ¡Que así sea!
+ Mons. José Trinidad Zapata Ortiz
VIII Obispo de Papantla